Capítulo 18.

2.1K 286 43
                                    

18.

—No irás, esto es demasiado, Carolein— sentenció, devolviéndome la tarjeta—. Yo iré y veré como es todo ahí, no hace falta que participes en algo como eso.

La tomé entre mis manos y reparé en las instrucciones que ahí había. No podía dejar pasar una oportunidad como esa.

—No puedo— musité, cerrando los ojos con fuerza—, irás conmigo y haremos eso, es necesario para poder tener mayor conocimiento. Tu no sabrás cómo han hecho todas esas chicas que de seguro han estado allí más de una vez, pero yo sí puedo hablar con alguna y sacar más información— traté de convencerlo, aunque tal vez estaba dándome a mi razones para hacerlo.

Él solo me miró durante varios segundos, intentando buscar miedo o inseguridad en mí, pero hice acopio de mi entrenamiento y me mostré más serena que minutos atrás.

—Está bien, si así lo consideras no me opongo a tu decisión, pero no te quedarás con ninguno de ellos— afirmó, colocando el auto en marcha.

— ¿Qué?

—No te dejare con ninguno de esos viejos, yo pagaré por ti.

—No hace falta, yo podría averiguar algo...

—Carolein, lo último que hará alguno de esos señores estando contigo, será hablarte o confesarte las rutas que tienen para su tráfico de blancas— aseveró, apretando el volante en sus manos.

—No me digas Carolein— le pedí, cruzándome de brazos en mi asiento.

No iba a ceder a mi propuesta, y de cierta forma me aliviaba, aunque tuviese sentimientos encontrados, estando entre mi deber como agente y mi dignidad.

— ¿Por qué? Es tu nombre— siguió diciendo igual de serio.

—Siempre lo dices cuando te empiezas a enojar y estás muy serio, además de que parece que me regañas.

—Estoy serio y te estoy regañando de forma disimulada, pero no estamos aquí para eso; puedes empezar con tus preguntas.

—Solo si sonríes— objete, colocándome de lado para observarlo.

—No voy a sonreír y deberías colocarte tu cinturón, si tenemos un accidente saldrás disparada por el parabrisas— me señaló la carretera delante de nosotros.

Resopló y me coloqué el cinturón, volviendo a cruzarme de brazos.

—Ya puedes estar feliz.

—Te estás portando como una niña.

¿Cómo podía decir todo estando así de serio?

—Apenas y voy a cumplir los veintiuno, no es que haya dejado la adolescencia atrás— miré por la ventanilla y me dediqué a observar la calle.

—No te sientes como una adolescente mientras coges.

Maldito.

— ¿Podrías dejar de estar tan serio? — me desesperé, comenzado a mover una de mis piernas como siempre que me inquietaba.

—Yo siempre estoy serio.

— ¡Pero no conmigo! — Exclamé abriendo las manos, esperando alguna reacción por su parte, pero seguía igual de serio.

— ¿Y acaso te crees especial?

Auch.

Eso no me lo esperaba.

Viré mi cabeza hacia la ventana y no dije más nada; ya no quiera seguir hablando.

Maldito idiota, sabía que en algún momento mostraría esa vena estúpida que tenían los hombres.

Entre Rosas Y Balas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora