Capítulo 38.

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38.

Sin poder soportar más aquel tóxico y sofocante ambiente, salí de ahí trotando, ignorando por completo la voz de Axel a mis espaldas. Aceleré el paso hasta las oficinas de los comandantes, en donde los busqué con desesperación, no fue hasta que entré en su oficina y su rostro preocupado me recibió, que me percaté del desenfrenado latir de mi corazón, el temblor en mis manos y el picor de mis ojos.

—Papá— dije agobiada, sin poder aguantar más el nudo en mi garganta, dejando se resistirme a retener las lágrimas.

— ¿Qué pasó? — Se levantó de su asiento y fue directo a abrazarme, asentando más el dolor que era expresado con cada sollozó y lágrima.

Había pasado tantos años trabajando con dureza para que nunca dudaran de mis capacidades y así no tuviesen que ver mi expediente, guiándose por mi impecable trabajo y no por las cosas que trataba de esconder ahí.

Una cosa era el historial que manejaba en la organización, el cual tenía los datos básicos, y otra cosa muy distinta era el expediente, ahí estaba toda la información relevante e irrelevante, cada cosa hecha estaba registrada ahí, solo nuestro superior asignado tenía el derecho de escribir y borrar cosas de ahí, y el mío era Maximilian, lo que lo dejaba a él como una de las pocas personas que conocían esa parte del expediente que tanto tenía sacar a la luz.

En la sección de traumas y afecciones psicológicas brillaba un asqueroso hecho, en el cual estaba totalmente empeñada en ignorar.

Traumas: Violación sexual.

Edad: Trece años.

Sexo del agresor: Femenino.

Consecuencias: Constante negación al dolor, menos precio por los propios sentimientos, invisibilidad hacia los hechos ocurridos.

Todo lo que había hecho desde ese entonces había sido movido por el sentimiento de venganza, pero eso no lo tenían que saber todos. Si se llegaba a saber me verían de forma diferente, ya no sería la implacable agente Davis, sería la agente a la que violaron y por eso no convive con más de seis personas y se la pasa en el trabajo porque está traumada.

Y eso que aún no estaba registrado el que la causante de todo había sido la señora Rossel, si se llegaba a saber me alejarían por completo de la misión y todo por lo que había trabajado se escaparía de mis manos, inhabilitándome incluso de las operaciones que involucrasen abusos o agresiones sexuales.

—Expusieron mi expediente— dije cuando recuperé un poco la voz, pasándome las manos por debajo de los ojos, eliminando los rastros de lágrimas, aunque algunas siguiesen deslizándose por mis mejillas.

— ¿Quién lo hizo? — Indagó serio, limpiando mi rostro como yo lo había hecho antes.

—Lily Corrigan— revelé, empezando a experimentar ese usual sentimiento que me embargaba después de haber llorado o sentido tanto dolor.

Rabia. Pura rabia era lo que podía sentir al despejar mi mente de la tristeza. En ocasiones rabia conmigo misma, la mayoría del tiempo la proyectaba hacia los demás.

Ella había buscado algo con lo que dar un golpe certero, lo logró, buen trabajo, pero lo hizo con la persona equivocada. El dolor podía ser pasajero en mí, pero la venganza hacia que mis acciones fuesen eficaces y mi dedicación duradera.

Llevaba desde los trece años haciendo de todo para llegar al punto en el que tuviese a Rossel de frente, aun cuando ni siquiera sabía quién era ella; que Lily no creyese que loa dejaría en paz después de haber tocado mi fibra más sensible.

La tristeza y desasosiego se había empezado a ir, dándole lugar a las emociones más amargas que pudiese sentir, empezando a experimentar ese desagrado particular por la simple existencia de Lily.

Entre Rosas Y Balas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora