27.
Axel Morgenstern.
— ¿Cuándo llegamos? — me volvió a preguntar Elián.
—Ni siquiera hemos despegado— le recordé, terminando de revisar todo el complejo de botones y palancas que conformaba el panel de control del avión desde la cabina de pilotaje.
— ¿Cuándo despegamos?
—Cuando sepas de qué color es la caja negra de los aviones— puse los auriculares en mi cuello y esperé a que mi copiloto terminara su trabajo.
— ¿Negra?
—Es anaranjada, Elián, así que deja de molestar y vuelve a tu lugar con el resto se los pasajeros— las azafatas llegaron e hicieron uso de su cabina, ordenándole a Elián que tomara su lugar.
—Volveré después, extráñame mucho— me tomó del cabello y dejó un sonoro beso en mi mejilla.
¿Por qué tenía que ser tan cariñoso? Parecía que había sacado la misma manía de besar y abrazar con frecuencia que poseía papá.
Debido a la falta de personas en el resto del avión, las azafatas tenían la obligación de ubicarlos de una manera en la que el peso estuviese bien distribuido.
— ¿Listo, jefe? — preguntó el copiloto a mi lado, a lo que asentí, empezando el proceso despegue.
Nos esperaba un viaje de más de nueve horas.
Esa tarde después de llegar al A01, recibí una llamada que en un principio me pareció normal, pero cuando la contesté noté que algo no estaba bien, sobre todo porque Miran se oía muy serio, y él casi nunca lo estaba. El motivo de aquella llamada había sido que Atalaya estaba en problemas bastante serios, a tal punto que parecía que la cosa nostra le había dado la espalda y lo iban a dejar en manos de manos de los otros tres clanes de Italia.
Todos tenían algo en común, y era que querían como fuese algo que les diese acceso a parte del poder de mi familia, sabiendo que lo único que podían tocar para que nosotros reaccionáramos, estaba en nosotros mismos. La abuela nunca se quedaría de brazos cruzados si algo llegaba a pasar con alguno de nosotros, sin importar que hubiésemos hecho.
Pasadas unas cinco horas, lejos de complicaciones, colocamos el piloto automático que Andreus le había instalado a mis aviones, para así descansar un poco y no tener complicaciones cuando estuviésemos llegando.
— ¿Podemos ver una película? — me cuestionó Elián.
—Guardianes de la galaxia— secundó Andreus.
—No— contesté tajante, sentadme al lado de Angelous, quien parecía estar pasando por su quinto sueño.
—Black Panter— siguió.
—No.
—Civil war.
— ¿Acaso no ves algo que no tenga que ver con súper héroes o sea hecho por Marvel? — interrogué, observando cómo se concentraba en tomar de la pajilla de su jugo en caja.
—Wonder Woman— cambió, tirando su juego a la basura—. Por favor, no me hagas decir Green Lanter, es aburrida y the man of steal no me gustó.
—No se ven películas en los aviones— mentí, sabiendo que aunque las viesen y corriéramos el riesgo de causar una interferencia, eso no pasaría; Andreus había trabajo demasiado con su equipo se ingenieros para que mis aviones no sufrieran por más que las personas usarán sus dispositivos electrónicos.
Eran los únicos con esa capacidad y por eso todos preferían mis aerolíneas en vez de las corrientes en las que no se podía usar el internet.
—En estos sí se puede, no me mientas que yo mismo vi como los hacían y conozco cada parte de ellos— refutó, reclinando el asiento para poder acostarse.
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Entre Rosas Y Balas.
Novela JuvenilDesde el punto de vista de Carolein, las rosas significaban varias cosas en concreto, incluso, si le preguntaban, era capaz de enumerar cada uno de los puntos. Primero: Amor. Segundo: Pasión. Tercero: Sangre. Cuarto: Guerra. Quinto: Fuerza. Porque e...