Capítulo 28.

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Axel Morgenstern.

Valeshka Ivanova.

Su cabello rubio caía por sus hombros y espalda, el chaleco felpudo blanco la abrigaba lo suficiente y cubría el pequeño vestido negro que llevaba debajo. Alegre, sonrió con amplitud antes de lanzarse sobre mí, envolviendo en sus brazos para después besarme con todo y lengua. Evitando que siguiera, coloqué las manos en su cintura, alejándola, pero al parecer a ella no le importó, porque hizo lo mismo con Elián, Samir y Arkanis.

— ¡Valeshka! — Gritó Angelous emocionado, acercándose a ella para besarla exactamente como la rusa había hecho con nosotros.

— ¿Eso que estoy viendo es algo de lengua? — Preguntó Elián a mi lado.

— Por supuesto que lo es— ellas siguieron besándose, sin importarles el resto de personas que estaban a su alrededor.

— ¿Creen que les importaría si me uno? — Esa vez fue Arkanis quien habló, contemplando la escena.

— Ya, ya, ya; demasiado amor— la abuela apareció en escena y las separó, observando a Valeshka de pies a cabeza—. Siempre es un placer verte, niña.

— Lo mismo decimos nosotros— junto a las rubias se posicionó Ekaterina, la hermana mayor de Valeshka.

A diferencia de la primera que apareció, Ekaterina tenía el cabello teñido en un perfecto negro mate, la piel bastante pálida y los ojos verdes, era más baja de estatura que su hermana menor, quien parecía medir casi lo mismo que yo sin tacones; y un impresionante tatuaje cubría todo su brazo derecho como si fuese una manga.

— Las hermanas Ivanova hacen su magistral aparición, pero no entiendo por qué tenían que romper los vidrios de mi casa— Miran las saludó a ambas de forma cordial, pero rehuyó cuando Valeshka quiso ir a besarlo. Tenía cierto respeto por la rusa, o más bien miedo por sus raros cambios de humor, así que prefería mantener la distancia.

— Primero que todo, nosotros siempre hacemos grandes entradas; segundo, mi apellido es Ivanov— Ella mantuvo su sonrisa pasando uno de sus brazos por encima de los hombros de su hermana.

— Que yo sepa en Rusia los apellidos tienen género... — Miran ni siquiera pudo terminar de hablar cuando Valeshka ya tenía una daga contra su garganta, haciendo que flexionara un poco su espalda, tratando de huir de ella.

— Esas son leyes estúpidas creadas por hombres al creer que tienen poder sobre las mujeres, pero yo primero estoy muerta antes de hacer lo que un hombre me imponga— murmuró entre dientes. Un segundo después se retiró y le sonrió de forma encantadora—, claro que sí tiene la razón, me conviene y no daña mi integridad física o personal, soy lo suficientemente inteligente como para aceptar ayuda y ser sabiamente aconsejada— guardó la daga en su bolso y siguió saludando al resto de presentes.

—Loca— Miran se acarició el cuello y confirmó su teoría de que era mejor mantenerla lejos.

— Señores, Señora Apolitea— entró alguien más al comedor, siendo acompañado por otras dos personas a sus espaldas.

Nikolay Ivanov asintió en forma de saludo general, pasando de inmediato a estrechar manos con Olímpico, girándose también hacia mí.

— Axel, Rusia te extraña, quizás debas pasar una temporada allá— me aconsejó, estrechando mi mano como había hecho con mi primo.

— Ahora tengo otras razones que me mantienen en Estados Unidos, pero no dejaré de lado hacer un viaje pronto.

Tiempo atrás había pasado mucho tiempo en Rusia, allí había aprendido mucho de lo que sabía, además de que eso mismo había hecho que tuviese un lazo tan cercano con aquellos hermanos, de la misma forma en la que Olímpico estaba relacionado con ellos.

Entre Rosas Y Balas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora