Capítulo 45.

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45.

—Maldita sea— me quejé, sintiendo la calidez del sol abrazar mi piel. Me di la vuelta sobre la superficie plana y me dolió algo que no me dolía así la noche anterior—. Mi vagina— quedé boca abajo y giré mi cabeza, teniendo así el panorama de un muy dormido Axel con la mitad de la cara enterrada en la almohada—. Tú, maldito hijo de tu padre, eres el culpable— saqué la almohada que estaba debajo de mi cabeza y se la lancé, pero estaba tan dormido que apenas y se quejó—. Eres tan bonito cuando duermes— toqué su mejilla y arrugó las cejas, removiéndose un poco entre las sábanas. Busqué mi teléfono y encendí la cámara enfocando su rostro antes de tomar la primera foto—. Quédate quieto— lo agarré de las mejillas y él empezó a abrir los ojos.

— ¿Qué haces? — Su voz se arrastró en cada palabra y apretó los ojos para adaptarse mejor a la luz solar.

—Sonríe— su mirada pareció esclarecerse y vio lo que estaba haciendo. Acto seguido, sacó su dedo medio—. Eso es lo contrario a sonreír— me arrebató el teléfono y miró las fotos.

—Ven acá— me jaló y pasó su brazo por mi pecho cubriéndome para poner la cámara frente a nosotros.

—No, me veo horrible cuando no tengo tres kilos de maquillaje encima— mi cabello cayó sobre mi rostro y la vibración de su pecho al reír se sintió contra mi espalda.

—Te ves bien— aparté el cabello de uno de mis ojos y miré a la pantalla.

—Me veo como si hubiese estado toda la noche despierta—| me estiré y aparté el cabello de mi rostro, arqueando un poco la espalda para relajarme más.

—Es porque estuvimos despiertos hasta las seis— oí el click de la cámara y de inmediato él se sentó—. Esta es muy buena, me encanta como se te ven los pechos; la pondré de fondo de pantalla— se colocó de espaldas y yo me escabullí por debajo de sus brazos.

—Déjame ver.

—Se ven tan tiernos, parecen uvitas— me mostró la foto y claramente se veían mis erectos pechos, más bien mis deslumbrantes pezones.

— ¿Estás diciendo que tengo los pechos pequeños? — Con una rapidez que no esperó, me senté sobre él tomando una almohada entre mis manos.

—Bueno, tú lo dices todo el tiempo— empezó, dejando el teléfono de lado para mirarme con precaución.

— ¡Sí! ¡Yo puedo decirme a mí misma tetas pequeñas pero tú no! — Levanté la almohada en el aire y el primer golpe lo bloqueó con uno de sus brazos antes de reír—. ¡¿Tienes el descaro de reírte?! — Volví a levantar la almohada, pero él me respondió golpeándome con la que había tenido debajo de su cabeza—. ¡Y ahora me golpeas! — de un salto pasé al otro lado de la enorme cama, tratando de esquivarlo y propinarle un golpe.

— ¡Se suponía que despertarías feliz!

— ¡Pero me arde la vagina!

— ¡Por qué tuvimos sexo hasta las seis de la mañana! — Me paré en la cama y la almohada lo golpeó, soltando las pobres plumas que le habían arrancado al pobre pavo que debieron usar.

— ¡Es tu culpa! — Caí sobre él y la tela de la almohada pegó contra mi cara mientras la mía impactaba en la suya—. Debí despertar a las seis para practicar y empezar a escuchar los PDFs— exhausta de solo pensarlo, me tiré sobre el colchón.

—Podrás hacerlo. Ahora lo importante— giró y se quedó sobre sus codos y antebrazos—. ¿Me pasarás la foto?

— ¿Para masturbarte?

—Y lamer la pantalla del celular— arrugó la nariz de manera tierna y traté de colocar mi rostro a la misma altura de la de él.

—Solo si me tomas otras— llevé mi cabello hacia adelante para que cubriera mis pechos y pasé las manos para arreglarlo un poco.

Entre Rosas Y Balas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora