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Once.

E.

Salgo de la habitación como alma que lleva el diablo, con los pensamientos hechos una mierda y la respiración caótica. El pasillo esta desolado y me recuesto en la pared cerrando los ojos y respirando hondo, ordenando a mi cuerpo y a mi cerebro calmarse.

¡Maldición! ¿Cómo es que la he besado?

Quiero golpear algo y a la misma vez, quiero entrar ahí y volver a besarla. ¡Me he vuelto loco!

Me voy hacia mi habitación y me encierro allí, sentándome en la cama y evocando nuevamente lo sucedido. Su cuerpo, sus labios, sus ojos... No puedo negar que Bárbara es una chica con una belleza cautivante, que ella fácilmente puede ser una de esas mujeres que no se olvidan, y eso lo descubrí desde un principio. Desde que la vi. Y sí, atrapa y envuelve, pero yo tengo las cosas claras y es que ella es el enemigo. Una víctima en realidad; pero el enemigo al fin y al cabo.

Y vaya mierda la que me ha tocado. Porque no me gusta el verla sufrir, no me gusta que la torturen y jodidamente no me gusta verla u oírla llorar, ¿ah, pero que me toca hacer? Quedarme callado. Quedarme callado porque ella es el canje que me ha tocado pagar por mi embarrada, por el error que cometí y que ha llevado a mi padrino a la cárcel. Así que reverenda situación de mierda en la que me he metido.

Llevo días luchando contra mis impulsos y contra la parte de mí que me gritaba que fuera por ella. ¡Por Dios, soy un delincuente! No debería sentirme así, mucho menos debería de ablandárseme el corazón por ella. Estúpida niñita mimada y preciosa.

No creo que esto sea normal. Este no sé qué cada que estoy con ella me tiene la cabeza hecha un lio y estoy pensando seriamente en ir a un psicólogo porque simplemente no puede ser que una mujer que mi familia tiene secuestrada me ocasione a mi tanto.

Tantas ganas de protegerla, tantas ganas de consentirla. ¡Estoy demente!, me quito el pasamontañas y lo arrojo lejos.

Restriego mi cara, frustrado, y pienso en todo lo que ella ha pasado. Han sido días y días en los que su estado ha empeorado, donde las condiciones han sido deplorables y las torturas muy fuertes, y aun así ella sigue aquí, sigue viva. Es tan fuerte.

Tenía mucho sin verla. Y todo ese tiempo estuve alejado del sótano porque ir allá no me apetecía en lo absoluto, hasta que los oí. Oí a los matones hablar de ella, de la mierda de estado en el que estaba, y no pude contenerme. Sucumbí al impulso de pedirles un informe de todo lo que sucedía con ella.

Y fue allí cuando dije basta. Basta de tantas torturas, basta de tanta jodedera con ella. Les ordene que le dieran su espacio, que le dieran un descanso. El primero en replicar fue Bulldog y luego se unieron los demás, juro que casi les pego un tiro a cada uno de esos imbéciles.

Luego de una mirada asesina y un recordatorio de lo que soy capaz si alguno se atrevía a desobedecerme, asintieron a regañadientes. Así que pedí el traslado de una de las esclavas de mi tío y ha estado aquí dándole de comer y beber a Bárbara, hasta que las ganas de verla y saber como estaba, me superaron.

Puedo afirmar que nunca me sentí tan miserable como lo hice al verla. Ella que luce tan frágil, se veía allí tan quebrantable, y tan fuerte a la vez. Mandé todo al carajo y decidí yo hacerme cargo. Así que Lina ─la esclava─ se fue cuando le di la orden de que lo hiciera.

Le daré a Bárbara un descanso, el mayor posible. No sé que pretendo con ello, y es que la verdad, no sé qué cojones me sucede con esa chica. Así que prefiero proceder como mejor me parezca y dejarme guiar un poco por mis impulsos. Igual, tampoco es que sea un estúpido, sé mi posición y sé la de ella; pero sobre todas las cosas, sé que nada de lo que yo haga le salvará la vida.

Derecho a sanar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora