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Dieciséis.

Princesita...

No.

Ven aquí.

Ya basta.

Vamos, solo queremos divertirnos.

Intento correr, pero me atrapan. Lucho, batallo por liberarme de ellos y aun así no puedo. Ellos son más que yo, ellos pueden conmigo.

Él viene por mí.

No va a dolerte...

¡No!

Sus manos... su cuerpo. Él va a tocarme, él quiere hacerme daño.

Abre las piernas ramera.

Su miembro se dirige a mi entrada. No quiero, ¡no quiero!

— ¡No!

Grito con fuerza y tengo la cara empapada en lágrimas. Mi pecho sube y baja y vuelvo a gritar cuando siento a alguien tomar mi mano.

— ¡Aléjate, no quiero!

—Hey, soy yo —su voz ronca y calmada me hace enfocarlo—. Soy yo, mírame.

E me toma del rostro cuando no busco lastimarlo y el verde intenso de su mirada me relaja. Su frente se une a la mía e intento acompasar mi respiración.

—Solo fue un mal sueño, solo eso —susurra.

Me aferro a sus manos y lagrimas gruesas corren por mis mejillas. Mi pierna duele y me separo de él observándola. Hay una venda ahí y sollozo sintiéndome fatal.

—Otra cicatriz —gimoteo, presa del llanto.

—Sigues siendo hermosa —me asegura y yo niego—. Bárbara, jamás dejaras de serlo.

—Ya no lo soporto E —confieso, con los ojos inundados en lágrimas—. Ya no quiero seguir...

Niega apretando la mandíbula.

—No digas eso.

—Quiero descansar —sollozo—. Por favor...

Sabe a lo que me refiero y niega, la tensión es evidente en su cuerpo.

—No, no sigas hablando —intenta secar mis lagrimas. Es en vano, nuevas siguen saliendo—. Debes descansar, recuéstate.

—No quiero recostarme, ¡quiero morir! —Me ahogo con mi propio llanto—. ¡Mátame!

— ¡Que no!

— ¡Quiero morir E! ¡No quiero más sufrimiento!

Enloquezco y trata de controlarme, de calmar mi ataque pero no lo logra. Solo le pido que lo haga, que acabe con este dolor. Que me mate y termine con mi sufrimiento, pero se niega y termina colocándome un sedante. El llanto cesa poco a poco y me aferro a él, aun con la mirada llena de lagrimas y suplicándole.

—Por favor E, solo hazlo —susurro.

Niega lentamente, secándome las lágrimas y peinándome el cabello.

—No puedo.

—Solo mátame E, por favor.

—Duerme —deja un beso en mi frente y mis ojos se cierran.

Despierto sintiéndome pesada y con el estomago rugiendo. Apenas abro los ojos, me doy cuenta de que esta es la habitación de E, y lagrimas empañan mi mirada. Intento levantarme y mi muslo palpita dolorosamente. Me quejo y me trago el nudo de mi garganta.

Derecho a sanar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora