46

114 9 0
                                    

Cuarenta y seis.

Mi instinto me dice una sola cosa y es que Máximo es un tremendo idiota. Llevamos apenas media hora de empezar la cena cuando ya ha sacado a colación lo substancial que es tener negocios con personas importantes.

Es un gilipollas, ¿como en tu jodida vida, puedes exponerte así de ese modo? Es decir, suena como un completo desesperado que hace de todo por el dinero, viéndolo así es una presa fácil. Una sumamente fácil. ¿Cómo es que esta donde esta?, no sé cómo ha llegado tan lejos, puede que sea suerte pero si es así, es la persona más suertuda que conozco.

Porque muchas veces creo que su cabeza esta de adorno.

—Ya las alianzas están forjadas, tu sobrino y mi hermano deben encargarse de que en el futuro nuestros negocios sean provechosos.

Renato palmea el hombro de Gerardo, quien sonríe hacia él.

Bien, esto es lo que sé hasta ahora. Renato es un grande en lo que hace, justo como Máximo, sus sucesores son Gerardo y Elías, quienes ahora se han unido para ser los nuevos cabecillas del imperio Español e Italiano, uniendo así negocios y beneficios, todo por acuerdos mutuos y ganancias para ambos territorios. Así que ahora E y Gerardo deben trabajar a la par.

Esta cena es más para ultimar detalles que otra cosa. Y así se pasa el tiempo, donde escucho todas las especificaciones. Mi chico oscuro debe viajar a Italia en los próximos días y luego ir a España a solucionar un par de problemas que no ahondan del todo, pero logro entender un poco de que tratan.

Luego de cenar, Máximo los invita a tomar vino en el corredor. Y enarco una ceja porque actúa como si fuera amo y señor de la hacienda. E ni siquiera le pone cuidado y por mi parte al llegar a dicho sitio tomo asiento e ignoro las payasadas que comenta Máximo.

E toma asiento a mi lado, y mi mirada se dirige hacia él.

— ¿Estas consciente de que si te vas puede que no estés para el cumpleaños de Tindara?

—Lo sé, voy a posponer el viaje.

— ¿Puedes hacer eso?

—Es el cumpleaños de mi hija, no voy a faltar.

Asiento y nos quedamos en silencio. Instantes después se levanta y sale de la estancia. Sé que va a ir a echarle un vistazo y luego regresa, siempre lo hace cuando hay extraños en casa. No son muchas las ocasiones que eso pasa, pero siempre está muy atento.

—Inés, ¿ya te enseñé mi colección de caballos?

Observo a Máximo y de verdad que está loco. Son caballos de E, él ni siquiera los conoce.

—Venga, os mostrareis a todos.

El par se emociona, sin embargo, Gerardo declina la oferta. A Máximo no parece agradarle y tienen una pequeña discusión de porque sería bueno que los conociera y el porqué no le apetece hacerlo.

—En serio, no me gustan los caballos —dice Gerardo, riendo.

—Pero hombre, son criaturas majestuosas, ¿a quién no le gustan?

—A mí no.

El sacude la cabeza.

—Bah, qué más da, Renato e Inés vendrán conmigo.

Se los lleva en medio de charla y risas, mientras que Gerardo se queda a solas conmigo. No me sorprende para nada cuando se acerca y toma asiento frente a mí. De hecho había tardado.

Inhalo hondo porque sé que va a intentar interactuar conmigo, y desgraciadamente yo debo responder de forma educada. O más o menos...

— ¿También vives con ellos?

Derecho a sanar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora