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Cuarenta y dos.

Sin necesidad de una pastilla dormí toda la tarde en un sueño profundo, y me levanto solo cuando E empieza a esparcir besos por toda mi espalda, haciéndome estremecer. Me remuevo porque en verdad quiero seguir durmiendo, pero...

—La cena Bоин —susurra en mi oído—. Se nos hará tarde si no despiertas.

Refunfuño algo que ni yo misma entiendo y termino levantándome y frotándome uno de mis ojos. Parpadeo y la vista que obtengo es fabulosa, E en calzoncillos con el cabello goteándole de agua.

—A la ducha, el agua está caliente —me dice y me incorporo aun adormilada.

Medio tropiezo y mis pechos rebotan. Sí, sigo desnuda.

Cuando paso por su lado obtengo un azote en mi trasero y lo miro con ojos entrecerrados, él me da una sonrisa pequeña y se encoge de hombros dirigiéndose al enorme vestidor de la habitación.

Me ducho, me afeito, aplico en mi piel productos que el hotel ofrece y que por cierto, son carísimos y aquí gratis. Al salir, me quedo boquiabierta al ver a mi chico oscuro.

Viste un pantalón negro, una camisa manga larga color blanco de botones, y tirantes negros junto con un par de zapatos casuales. Su cabello esta peinado hacia atrás, brillante y tan oscuro como sus cejas pobladas, el piercing destella con la luz del lugar y también un reloj en su muñeca. A medida que me acerco sus bonitas pecas se distinguen aun más. Está perfecto.

—Quiero una fotografía de ti vestido así —musito—. Imagina a nuestra hija de grande celando a su papá de sus amigas —me río—. Serás un buen material de Suggar Daddy.

E rueda sus ojos y sigue acomodando las mangas de su camisa, mientras yo voy por mi atuendo. Bien, Máximo quiere impresionar, le daré material para ello.

Me tomo mi tiempo eligiendo el vestido, aquí hay cientos y evalúo mis opciones. Al final termino eligiendo un hermoso vestido dorado, con escote en la espalda y recogido en el cuello, la tela es brillante y parece una cascada dorada, es corto, pero no tan corto. Estiliza mis piernas, que acompaño con plataformas altas del mismo color del vestido, además para combinar argollas y un collar de oro muy elegante, con cero brillo porque mucho ya es exageración.

Al salir, E me observa de arriba a abajo, enarca una ceja y se cruza de brazos.

— ¿Qué tal si no sales de aquí en toda la noche y te quedas viendo Netflix?

Sonrío, y camino hacia el tocador para terminar de alistarme. Maquillaje y cabello, debo realmente lucir bien así que me esmero y no es como si me sea difícil, soy buena en esto.

— ¿Hola?, macho dominante hablándole a su mujer.

Eso me hace reír y volteo a verlo cuando ya he empezado con mi rostro.

—Hola, mujer de macho dominante ocupada, la charla para luego.

Sigo concentrada en lo mío y observo por el rabillo del ojo como toma un silla, se sienta con el espaldar contra su pecho y me mira fijamente a un lado, vuelvo la vista al frente y me lleva unos cinco minutos terminar de arreglar mi maquillaje y obtenerlo como quiero, otros cinco minutos más peinar y maniobrar con mi cabello y dos minutos buscar un perfume y crema corporal.

E sigue en la silla para cuando me levanto y lo observo fijamente esperando que diga algo.

— ¿Tu y Netflix toda la noche? —tantea y niego.

Se levanta rendido y camina hacia mí. Gracias a los tacones puedo más o menos igualar su altura, aun me repasa por centímetros. Me toma de las caderas y me besa delicadamente los labios, sin arruinar el labial.

Derecho a sanar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora