Diecisiete.
Los gritos son música para mis oídos. He escuchado sus lamentos por horas y siguen causando lo mismo, satisfacción pura.
— ¡Basta hijo de perra!
— ¿Te detuviste cuando ella te lo pidió?
Otro golpe es asestado en su estomago. Bulldog parece un saco de excremento al que golpean sin piedad alguna. Cuelga del techo y E le esta propinando golpes brutales. Ya no tiene manos, su rostro está irreconocible, uno de sus brazos tiene una posición antinatural y tiene cortadas por todo su cuerpo. Ya he perdido la cuenta de cuantas veces lo ha dejado inconsciente.
Justo ahora está desnudo y E lo golpea con un bate de beisbol mientras él está sujeto por las cadenas en el techo, sin poder tocar el piso. Sus gritos ensordecedores me sacan sonrisas.
Sufre, por todo lo que me hiciste.
Sufre, por las veces que te pedí piedad.
Sufre, por el sin fin de veces que supliqué que te detuvieras.
Sufre en esta vida y en las otras, maldito malnacido.
—Tienes mucha suerte Bulldog —le dice, rondándolo—. Porque no podré torturarte como quisiera, lamentablemente tengo cosas más importantes de las que encargarme.
—Te pudrirás en el infierno.
—Sí, y seré muy feliz allá abajo —se va hacia la mesa y toma el soplete ─como me explicó que se llamaba─, sonriendo de forma macabra—, pero creo que para asegurar mi estadía debo matarte.
Lo enciende y Bulldog empieza a removerse con las pocas fuerzas que le quedan. Aúlla, grita e implora cuando E le coloca la llama en todo su miembro, rostizándolo. El olor a carne quemada inunda el lugar, sus gritos son desgarradores y mi sonrisa es inmensa.
Sí, agoniza hijo de perra. Siéntete como yo me sentí cada que me violentabas.
Finalmente, queda inconsciente y su asquerosidad vuelta nada. E lo mira con repulsión, antes de dirigirse a mí. Su presencia me distrae de la situación que estoy observando. Es tan imponente, que intimida.
— ¿Quieres participar?
Niego, no creo poder llegar a ese extremo. No me siento capaz. Solo quiero que sufra, no me importa en manos de quien.
Vuelve a hablar, esta vez tomando mi rostro y dejando leves caricias en mi mejilla.
—Te traje aquí, para que observes y compruebes, que nunca más volverá a hacerte daño.
Lo miro directo a los ojos. Ese verde me consume, no sé cómo es posible que su mirada transmita tanta intensidad. Todo lo que transmite, es tan fuerte, tan... imponente. La forma en la que mira, haría flaquear a cualquiera.
— ¿Por qué haces todo esto? —Inquiero, abrazándome a mi misma—. ¿Es por mí?
No obtengo respuesta. No aparta su mirada de la mía y el entendimiento me da de lleno. La revolución de lo que está haciendo parece asentarse con fuerza en todo mi ser y me asfixian los sentimientos provocados. Satisfacción, gratitud... ¿deseo? Todo se junta, confundiéndome. La vulnerabilidad me hunde, porque este hombre... él, está dándome migajas de felicidad que mi ser atesora con vehemencia. Y no hay nada peor que eso. Por lo que estoy pasando.
Porque en medio de toda esta oscuridad que me consume, E esta siento un rayito de luz. Él es mi refugio en medio de la tormenta. Un analgésico que cesa el gran dolor por el que estoy atravesando. Y eso me asusta, me atemoriza a gran medida. Pero... a la misma vez, de una forma retorcida y extraña, me gusta. Me gusta que sus ojos me miren de esa forma, me gusta la convicción con la que intenta protegerme. Me fascina todo lo que hace por mí, esos pequeños detalles. Esos; ¿Qué quieres de comer?, ¿te ha gustado lo que te traje?, ¿quieres algo más?, ¿quieres que te compre algo?, que tan solo me preste atención, ya es demasiado. Y es que sin él saberlo, me está consumiendo.
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Derecho a sanar ©
Mystery / Thriller«El brillo puede apagarse, la esperanza y la fe pueden acabarse, y aún así el espíritu y el alma se unen aferrándose a la vida, rugiendo con ferocidad para no quebrantarse, luchando con monstruos internos que a simple vista no se ven, sobreviviendo...