Diez.
Lagrimas brotan por mis ojos y reprimo las arcadas, mientras soy violada por la boca por un hijo de perra que no debería vivir. Sus jadeos me hacen querer vomitar y estoy viviendo por vivir. Mi existencia ha dejado de tener sentido para mí.
—La niñita de papi se la chupa a un matón —se burla Jabalí, grabando.
«¡Maldito! Maldito él y malditos todos. Algún día pagaran todo el mal que han hecho».
Bulldog tiene su arma en mi pantorrilla, disfrutando de la vista. Y si no fuera porque me tiene bajo amenaza, ya le hubiera mordido la polla al infeliz que me obliga a complacerlo. Ya he intentado negarme y tengo tres dedos rotos y mi muñeca aun no sana por completo. Además, mi pómulo según yo, está roto. Porque duele como la mierda.
—Traga perra —Roedor eyacula en mi boca y caigo de espaldas cuando me impulso hacia atrás, escupiendo su semen.
Me siento sucia, denigrada y como la peor de las basuras. Estar en mi propia piel se ha invertido en un suplicio.
Permanezco en el suelo unos instantes hasta que me arrastran hacia la pared y me esposan. Me quitan la ropa y me graban como si no valiera nada. Primero lo hace Jabalí, y ya estoy acostumbrada, así que solo miro el techo y dejo escapar las lágrimas, soportando.
Y es que los últimos días ha sido siempre lo mismo. Cuando se cansan de la tortura física, torturan mi ser con cada vídeo, porque sé que se los hagan llegar a mis padres y me duele tanto imaginarlos mirando mis torturas y escuchando todo lo que dicen estos malditos. Son unos animales, son unas bestias.
«Todos se irán al infierno»
Luego de unos minutos que parecen eternos, dejan de grabar y se reúnen a apreciar –dicho por Jabalí– varios de los videos que han grabado estos días. Soy capaz de escuchar sus voces y las palabras hirientes me hacen doler el pecho, llevándose con cada una, un pedacito de mi alma.
Bulldog se acerca a mí, queriendo grabar las últimas escenas –así es como él mismo les ha dicho–.
—Observe abogado, como su hija disfrutó hoy de una buena follada y unas buenas torturas —la cámara me enfoca más de cerca—. Parece muy satisfecha.
Lo escupo y me abofetea haciéndome sangrar. Me dejan desnuda y se alejan para guardar las cosas y dejarlas en el rincón de siempre.
—Día 17 y esta perra sigue soportando —Bulldog apaga la cámara y me mira—. Creo que se merece otra follada.
Le lanzo todo tipo de armas con la mirada, queriendo que muera. Ese hijo de puta es al que más odio. Quisiera verlo muerto, nada me haría más feliz que eso.
Jabalí niega y le da una palmada.
—Recuerda lo que dijo el jefe.
Eso lo hace enfurecer.
—Ese no es ningún jefe, solo es un niño que finge ser un grande.
—Sigue siendo el jefe aquí y lo sabes—secunda Roedor y lo insta a la salida—. Vamos, la última vez que lo hiciste enojar terminó mal.
—Voy a matarlo —aprieta la mandíbula y destila rencor puro.
—Cállate que puede escucharte —Jabalí luce preocupado—. Últimamente te tiene en la mira, no lo provoques.
Bulldog bufa y se larga, ellos lo siguen y me quedo sola, esperando. No pasa mucho cuando ella viene a cumplir con su trabajo y acepto la pastilla y el agua que me da. Se larga tan pronto como llegó.
Esa chica, no debe tener más de 20 años y desde que empezaron las violaciones viene aquí, me entrega una pastilla con agua y cuando se asegura de que me la tomé, se va. No sé quién es y supongo que la píldora es un anticonceptivo o algo por el estilo. Solo he tenido contacto con ella aparte de las tres bestias que se encargan de torturarme. También me trae pan y arroz cocido, dos veces al día. Del resto, o estoy siendo maltratada o estoy sola en este nauseabundo lugar.

ESTÁS LEYENDO
Derecho a sanar ©
Misteri / Thriller«El brillo puede apagarse, la esperanza y la fe pueden acabarse, y aún así el espíritu y el alma se unen aferrándose a la vida, rugiendo con ferocidad para no quebrantarse, luchando con monstruos internos que a simple vista no se ven, sobreviviendo...