Cincuenta y dos.
Lagrimas silenciosas bajan por mis mejillas mientras avanzo por el pasillo, hasta llegar a las escaleras y bajarlas lentamente. Un gigante me sigue de cerca, es hora del almuerzo y en cada comida me sacan de la habitación, son las únicas dos veces al día que veo luz del sol porque la cena me la suben siempre.
El vestido rosa vieja que llevo puesto arrastra por el suelo y no tardo en llegar al comedor. La comida es rápida, casi no toco bocado y paseo por el jardín hasta volver de nuevo a la recamara.
Allí me sedan y solo soy despertada cuando cae la noche. La mayor parte del tiempo la paso drogada y dormida. La última vez que estuve consiente tuve una crisis, me volví literalmente loca y lance a una empleada por las escaleras. No recuerdo muy bien hace cuanto fue, porque luego de casi matar a una persona y querer matarme yo también, me han mantenido sedada. Gustavo ha estado fuera últimamente y no lo he visto en días. O eso creo, porque he empezado a tener pequeñas lagunas mentales, y también fuertes dolores de cabeza.
Una mujer entra a mi habitación dándome indicaciones de que hoy cenaré afuera. Me prepara el baño, la ropa y me dice que esperará para peinarme. En el baño tardo lo máximo que puedo, hasta que insiste en que salga. El agua por alguna razón me hace olvidar por un momento mi realidad, y lo sucio que siento mi cuerpo de nuevo.
Finalmente lista, con vestido, maquillaje y perfume. Me hacen bajar, la cena es en el jardín y quiero vomitar cuando observo a Gustavo esperando por mí. No quería verlo, de hecho, veo tentativa la idea de tomar un cuchillo y enterrármelo en el cuello para así parar con la agonía de tener que soportarlo. El tenerlo frente a mí me descompone el cuerpo, me hace sentir de una manera que sinceramente, preferiría estar muerta. Porque gracias a él, siento que estoy pudriéndome por dentro nuevamente, solo que esta vez, con más fuerza.—Buenas noches.
No le respondo y tomo asiento. Él me detalla minuciosamente, nos sirven y apenas y toco mi comida, en mi interior empieza a hervirme la sangre y no es algo nuevo. Siempre que lo tengo cerca, mi subconsciente me pide una sola cosa y es «mátalo». Gustavo empieza a hablar, y yo solo quiero que se calle. Quiero que deje de hablar.
En un momento, mi mano toma el cuchillo más cercano y me lanzo encima de la mesa queriendo apuñalarlo. La rabia me hace respirar erráticamente, y estoy tan cerca de lograrlo, pero me toman y me alejan de él, inmovilizándome.
—Cállate, maldito —gruño y cuando hacen presión en mi cuerpo queriendo que deje de sacudirme, me emputo el triple—. ¡Cállate!
—Perra —se limpia el rasguño que el roce del cuchillo le dejo en el cuello—. Llévensela.
— ¡Maldito! —Grito, siendo llevada por dos hombres—. ¡Déjame ir! ¡O mátame de una vez por todas!
— ¡Eres una loca!
— ¡El maldito loco eres tú! ¡Pedófilo! ¡Degenerado! ¡Psicópata!
Sigo gritándole, insultándolo y maldiciendo, mientras me llevan escaleras arriba. Hasta que mis gritos no son los protagonistas del escándalo. Un estruendo enorme sacude la mansión y de pronto, todo el sitio se llena de humo. Otro estruendo sacude el lugar, y los dos hombres que me tienen sujeta se apresuras a terminar de subir las escaleras y correr al pasillo conmigo. Intento liberarme, cosa que me resulta en vano porque termino siendo encerrada en la habitación.
Escucho disparos afuera, mucho más ruido y gritos en un idioma que se me hace familiar; pero no del todo. Golpeo la puerta queriendo que me dejen ir, el bullicio del otro lado persiste y esta vez escucho los disparos aun más cerca. Tan cerca que me asusto y me alejo de la puerta.
Mi corazón late de forma muy rápida. Y me cubro yéndome hacia la pared cuando la puerta delante de mi vuela haciéndose añicos. Me descubro al sentir pasos hacia mí y la habitación se llena de tipos vestidos por completo de negro y armados de pies a cabeza. Retrocedo cuando tres de ellos se acercan, y pienso en gritar e intentar defenderme solo que…
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Derecho a sanar ©
Mystery / Thriller«El brillo puede apagarse, la esperanza y la fe pueden acabarse, y aún así el espíritu y el alma se unen aferrándose a la vida, rugiendo con ferocidad para no quebrantarse, luchando con monstruos internos que a simple vista no se ven, sobreviviendo...