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Quince.

—Me duele la cabeza E —refunfuño, jalándolo del brazo.

Termina dejándose caer e invierte los papeles dejándome arriba de su cuerpo, mi cabello nos cubre.

—No seas mimada.

—Por favor —hago un puchero y me toma del cuello devorando mi boca.

Suspiro sintiéndome satisfecha al sentir sus labios. Le correspondo y no dura tanto como quisiera.

—Debes quedarte aquí, ya te traje un analgésico.

—No vayas

Lo abrazo con fuerza y de alguna forma logra levantarse pero conmigo encima.

—Debo ir Bоин, ahora suéltame.

—No quiero —me aferro con más fuerza, rodeándolo también con mis piernas y respira hondo.

Me toma las muñecas e intenta soltarme, pero no me dejo.

—Bárbara —advierte y decido ceder.

—Bien.

Termino alejándome de él y dándole la espalda, caminando en dirección al baño. No me deja ni siquiera llegar porque me toma en brazos, dándome la vuelta haciéndome encararlo. Lo observo enojada.

—No me pongas esa carita.

—Suéltame —me remuevo molesta.

— ¿Vas a enojarte conmigo?

Sigo luchando— ¡Sí! ¡Ahora suéltame!

— ¡Dios mío!, no me hagas un drama que solo haces que quiera comerte la boca.

Me quedo quieta y mi ceño fruncido vacila, me siento sonrojar.

—Suéltame —le pido, reteniendo la poca rabia que me queda después de lo que ha dicho.

—No, no si sigues molesta.

—Lo prometiste —me cruzo de brazos y estoy segura que parezco una niñita haciendo un berrinche.

Jesucristo, ¿en qué me ha convertido este hombre?

—Lo sé —acaricia mi labio inferior, enviándome una corriente por todo el cuerpo—, y no iría si no fuera importante.

El puchero en mis labios es inevitable y me siento estúpida y a la misma vez... no lo sé. Simplemente con él actúo así de forma espontanea. E se ha encargado esta última semana de cumplirme todos mis caprichos, de mimarme, me pregunta que quiero de comer, me deja elegir las películas, me compra lo que le pido e incluso me da baños de vez en cuando. Me hace cariñitos en el cabello, traza caricias por mi rostro, me da largos besos que me ponen el corazón a latir a mil por segundo y... no lo sé. Solo no sé que me ocurre.

Tengo miedo de esto que estoy empezando a sentir. No es normal, no está bien, y aun así... me gusta. Me gusta porque él me está dando todo el cariño que he necesitado desde que llegue aquí. Me gusta porque es atractivo, porque es atrayente y porque me hace sentir como nunca antes me había sentido. «Mi cordura pendía de un hilo y yo misma decidí cortarlo al caer en sus encantos».

—Volveré temprano —me besa la frente—. Traeré la cena, ¿qué te apetece?

—No lo sé, sorpréndeme.

Asiente y deja un casto beso en mis labios antes de marcharse. Lo veo alejarse por la ventana hacia su auto, vestido jodidamente bien y suspiro. Me lanzo en la cama y me froto la cara. Observo la hora, 4:53pm.

Bueno, supongo que me veré las películas yo sola. Se supone que E y yo veríamos las películas de Marvel en orden cronológico, pero una llamada lo arruinó todo. No me quiso dar detalles, y como es de reservado y distante, no insistí. Solo me entristeció porque quería hacer esto con él.

Derecho a sanar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora