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Cincuenta.

Estoy empezando a caminar hacia la salida, cuando de pronto siento los brazos de alguien tomarme y me pongo a la defensiva automáticamente, descubriendo que es Gerardo quien me tiene en sus brazos y camina hacia la piscina conmigo.

Intento gritar, solo que mi grito es ahogado por el agua cuando me hace caer junto con él. Cuando salgo a flote, no veo a Gerardo cerca y quiero matarlo a golpes y gritar de la ira que siento. Floto alrededor de personas ebrias y me enoja no poder salir rápido de aquí porque hay muchos estorbos en el camino, y quiero insultarlos pero me lo ahorro. Cuando logro llegar al inicio de la piscina, encuentro a E en la escalera quien me ayuda a subir.

Estoy tiritando del frio, mi vestido esta tan mojado que se adhiere a mi cuerpo volviéndose casi parte de mi piel, y el cabello me cubre la cara.

Aprieto mis puños conteniendo la rabia.

—Él me lanzó a la piscina, quiero matarlo —gruño, con los dientes apretados por el frio y por la ira.

Escucho un grito eufórico a pocos pasos y al voltear Gerardo ríe y eleva una copa.

— ¡Eso fue divertido! —esta ebrio y da asco—. Cariño quítate ese vestido y ¡vamos a nadar!

Se dirige a mí y abro la boca para insultarlo, siendo detenida por el cañón de E, que le apunta. Rápidamente me pongo alerta y no soy la única. Inés lleva enseguida e intenta bajarle el brazo a mi chico oscuro, solo que él no se deja.

—De tantas razones por las cuales he querido hacer esto, esta es la más estúpida —le dice E—; pero ya me tienes harto.

Quita el seguro.

— ¡Oye, oye! Cálmate, estamos divirtiéndonos.

—E, baja el arma —Inés se ve nerviosa.

Yo solo soy una espectadora, no me molestaría ver la sangre de Gerardo correr, por ello no intervengo. Solo que pronto llega Máximo, junto a Renato y obliga a E a bajar su arma tomándolo con fuerza del brazo. Se miran con odio y a los instantes llega Gustavo, y me da un vistazo largo para luego observar a los demás.

—Incidente en la piscina —comenta—. Bоин y estabas muriéndote de frio —me mira y hace una mueca, cabe destacar que no pronunció bien el apodo—. Te traeré algo para que obtengas calor, quítate esa ropa empapada o podrías resfriarte.

Lo observo fijamente por segundos prolongados y Máximo me insta a hacerle caso, Renato se lleva a Gerardo, Inés va hacia E diciéndole no sé qué, y yo veo todo pasar al mismo tiempo. Una fuerte brisa me hace temblar y al cabo me encuentro en medio del caos quitándome el vestido y las sandalias, quedando solo en traje de baño. Me abrazo para encontrar algo de calor.

Gustavo habla por teléfono a lo lejos y sus ojos no me quitan la mirada de encima. Máximo habla conmigo y con E y literalmente el mafioso es ignorado por completo por su ahijado, quien me mira y me habla a mí.

— ¿Cómo te ha llamado? —Inquiere, con el ceño fruncido—. Quiero que me expliques esa conversación, porque o yo lo interpreté mal o...

Lo corto —Le dije que así me llamaba, me consiguió en un salón contiguo, hablamos y por eso sabe lo que sabe —explico—. Eso es todo.

—Sabes que no me gusta que...

—Lo sé, no fue mi culpa. Este reverendo chupa huevos me trajo aquí para que muriera de frio y como solo piensa en dinero, drogas y putas no le importa —Máximo eleva las cejas—. Sí, he dicho chupa huevos.

—Calma fiera, a vosotros también les conviene el negocio.

—Metete tu negocio por...

—Aquí está, una frazada para que no sientas frio —Gustavo aparece y me callo, tomando lo que me ofrece, no paso desapercibida su mirada larga por mi cuerpo—. Espero eso te sirva.

Derecho a sanar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora