Cuarenta y nueve.
—Espera, espera, espera...
E se detiene y me observa con el ceño fruncido. Estamos en una azotea, literalmente bajo el cielo estrellado de Roma, haciendo el amor sin importar el frio y en serio me encanta cómo va el proceso y odio detener tan deliciosos movimientos, pero...
— ¿Qué sucede?
—Quiero una foto.
— ¿Qué?
Intento alcanzar mi bolso y el movimiento me hace jadear, E me aprieta de la cintura.
—No te muevas —dice, con dientes apretados y él mismo alcanza el bolso, de donde saco mi teléfono—. Que sea rápido, por el amor de Dios.
—Sí, sí, rápido.
Me muevo un poco más apropósito y me aprieta con más fuerza. Eso me pone aun más caliente. Activo la cámara y sin importarme estar desnudos, que la foto quede mal, o que no sea un buen ángulo, la tomo.
— ¿Listo?
—Espera, espera, otra y ya.
Esta vez coloco el teléfono más lejos, lo mayormente posible que mi brazo me alcanza e intento enfocar el panorama, le pido que sonría, yo sonrío sacando la lengua y listo.
—Creo que esa ha sido una toma perfecta —le digo, y me arrebata el teléfono dejándolo a un lado y siguiendo con los movimientos.
Jadeo cuando sus embestidas son rápidas y sus manos me aprietan con fuerza, seguro eso dejará una marca y yo feliz de ello. Mi cabello es un desastre, brinco encima de E como si mi vida dependiera de ello y le susurro lo mucho que me gusta y lo mucho que lo amo.
Empiezo a salivar con la llegada del orgasmo y caigo rendida en su pecho, sintiendo mi corazón latiendo a mil. Y no solo mi corazón...
—Eso ha sido increíble —susurro—. Siempre me dejas latiendo dos cosas.
E me toma de la cintura, y me estremezco cuando siento el vacio de no tenerlo dentro. Me acomoda entre sus piernas y busca con qué limpiarme.
— ¿Dos cosas?
—Sí, el corazón y...
Me detengo cuando me roza al limpiarme mi zona intima y lo capta.
—Y esto —deja una leve caricia.
—Sí.
Me da un beso en el cuello y como puedo me doy la vuelta para tenerlo al frente.
—Veamos las fotos.
Busco el móvil y observamos ambas, la primera quedó borrosa y aun así es perfecta, la segunda me deja enamorada porque es más que perfecta.
— ¡Me encantan!
— ¿Quieres otras? —lo miro, y creo que literalmente mis ojos brillan—. Y no sé para qué pregunto —se ríe tomando el teléfono.
Esta vez es él quien las toma, y son cinco tomas. Hasta que empiezo a tiritar del frio y decide que es hora de volver a la realidad. E descubre que tiene múltiples llamadas de Máximo.
—Viejo castroso.
Me rio a carcajadas al escucharlo y me sonríe. Y aun en el auto, yo sigo riéndome como una desquiciada, pero es que no puedo parar. Solo no puedo, por más que lo intento.
E me observa risueño y me encanta su expresión, me gusta como le brillan los ojitos y su sonrisa es preciosa.
—Perdón, eso fue muy divertido.

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Derecho a sanar ©
Misterio / Suspenso«El brillo puede apagarse, la esperanza y la fe pueden acabarse, y aún así el espíritu y el alma se unen aferrándose a la vida, rugiendo con ferocidad para no quebrantarse, luchando con monstruos internos que a simple vista no se ven, sobreviviendo...