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Cuatro.

Mi padre es abogado. Uno de los abogados más prestigiosos del país. La posibilidad de que pierda un caso, es casi nula. Benjamín Hauser siempre gana, porque detesta perder. Por ello, la mayoría del tiempo está en el ojo del huracán, ya sea por envidia, odio o simplemente codicia. Porque como él ninguno, y eso afecta el trabajo de muchos, muchos que quieren triplicar sus cifras; pero que no lo logran porque él está en el medio, siendo el más asediado y el más proclamado.

Él, junto con mi madre Olivia Hauser, quien es una de las políticas más hermosa, inteligente y exitosa, forman uno de los dúos de millonarios del país. Tienen poder, tienen dinero y tienen fama. Siempre siendo felices y ejerciendo lo que aman, solo hay una cosa que ninguno de ellos se esperaba. Mi secuestro.

Cuando el lunático que me tiene aquí mencionó el nombre de Máximo Kazinski, casi me hago del uno, incluso del dos. Creo que todos saben quién es él en este país, incluso fuera del país. Es un mafioso, un duro del tráfico de personas, de trata de blancas y drogas. Fue capturado por un descuido que lo llevó a juicio. Fue noticia nacional e internacional. ¡El tipo nunca había sido atrapado en sus largos 45 años siendo una gran cabeza criminal!

Y por supuesto, llamaron a mi padre para hacer que el malnacido pagara por sus actos. ¿Siendo el mejor abogado del país? Claro que lo querrían de su lado. No me involucro para nada en el trabajo de mis progenitores, me tienen prohibido el saber demasiado. Ellos son figuras públicas y es peligroso, el riesgo de que me pasara algo siempre fue elevado. Sin embargo, si me enteré del caso Kazinski, ¡todos lo sabían!

No fue secreto para nadie porque hasta lo transmitieron en la televisión, en las noticias era la bomba del momento. « ¡Benjamín Hauser refunde en prisión a la gran pesadilla de Europa y el mundo!» « ¡Kazinski tras las rejas, Hauser gana de nuevo!»

Desde ese entonces papá ganó mucha más fama de la que ya tenía. Los trabajos le llovían y con mamá nunca se la pasaban en casa. Mientras que yo era resguardada en mi hogar, la seguridad aumentó considerablemente y siempre que salía debía hacerlo acompañada. Eso fue hace dos años, luego las medidas drásticas de seguridad disminuyeron solo un poco. Ya no tenía gorilas detrás de mí siempre, ahora era un chofer o Quentín, así que el hostigamiento no era excesivo.

Nunca creí que en verdad algún día me secuestrarían. Jamás pasó por mi mente, a pesar de las charlas de prevención y advertencia que siempre me daban mis padres, o a pesar de saber del dinero que poseemos, la fortuna que tenemos y los enemigos que ellos se cargan. Siempre me decía «mis padres me cuidan, y nunca estoy sola». Pero ya ven, siempre hay una primera vez, y me equivoqué monumentalmente.

Observo la comida frente a mí, no luce apetitosa, parece de dudosa procedencia y a pesar de eso, me obligo a comer porque debo tener energías. No hace mucho me trajeron aquí, estoy sola a excepción del hombre que me custodia, así que me tomo algo de tiempo para engullir los alimentos de mi plato.

Sabe fatal y lo poco acostumbrada que estoy a comer algo que no me gusta, me hace querer escupirlo. Me obligo a tragar y a seguir comiendo. Al final, me tomo el agua del vaso que tiene un tono amarillento y espero expectante cualquier movimiento.

El hombre que me trajo, vuelve a tomarme del brazo y me lleva hasta una habitación que no es la misma donde he estado los últimos días. Me deja dentro y cierra la puerta. Este cuarto es mucho mejor que el mío. Las palabras me saben amargas cuando las pienso. «El mío» detesto decirle de esa forma, pero no me queda de otra.

Me quedo parada sin saber qué hacer y detallo mi fea ropa. No sé que habrán hecho con mi hermoso vestido, pero ahora solo tengo unos pantalones gris opaco, una camiseta negra y estoy descalza. Además, me notificaron que casi me rompen el cráneo y que tuvieron que colocarme puntos, eso junto una advertencia de: «vuelves a comportarte como una malcriada y el intento de fractura terminará en una real».

Derecho a sanar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora