18

175 22 2
                                    

Dieciocho.

Mi pecho sube y baja con una respiración constante. Hay cabello cubriendo mi rostro y el olor varonil se cuela en mis poros. «Está aquí». Me remuevo entre las sabanas unos instantes y cuando logro abrir los ojos, lo veo.

Me quedo quieta con la mirada fija en la suya y sus palabras se repiten en mi cabeza como una cantaleta incesante. El trasfondo de lo que eso significa me tiene la cabeza hecha un lío desde anoche.

E se inclina hacia mí y me aparta unos mechones del rostro, su tacto cálido me reconforta.

—Baja a desayunar.

Y después de decirlo, se marcha de la habitación.

Inspiro hondo y decido hacerle caso. Voy al daño y al terminar con mis necesidades, termino escaleras abajo, sentada en la mesa, comiendo de lo que me ha comprado. Siempre se esfuerza en hacer del desayuno mi agrado y hoy no es la excepción. En la mesa hay panqueques con crema, fresas y jarabe. Café con leche, fruta picada y también jugo.

La verdad, disfruto del desayuno y aunque este frente a mí, no compartimos palabras. Siento su mirada en muchas ocasiones, pero hago caso omiso a ellas. Finalmente cuando termina el desayuno, lavo mis manos y me marcho de nuevo a la habitación.

No sé como sentirme alrededor de él. Es extraña y confusa la manera en la que mi cuerpo reacciona ante su presencia. Además, no puedo permitir que esto que estoy sintiendo llegue a más. Simplemente no debo, y no puedo hacerlo... aunque quiera.

E.

Me encierro en mi habitación, caminando como animal enjaulado. Mi cabeza palpita con toda la algarabía que internamente estoy sufriendo.

Esto se me ha salido de las manos.

Gruño en frustración. Ya ha pasado un poco más de una semana desde que mandé lejos a los guaruras encargados de las torturas de Barbie, y he recibido llamadas constantes de mi tío quien me exige una explicación del porqué sigo a solas con ella.

He matado a Bulldog, y no me pesa. Ese pedazo de mierda debía morir, y ya se estaba haciendo tarde para su juicio. Me sentí satisfecho cuando lo envié al infierno, mucho más al ver la sonrisa en la cara de mi глезен воин.

Y eso es lo que es ella, una guerrera mimada. Tan fuerte al batallar con la oscuridad que quiere consumirla, tan caprichosa y consentida al mismo tiempo. Y yo soy un reverendo estúpido, que hace todo lo posible por cumplirle los caprichos, que busca como sea sacarle una sonrisa, un gesto mimado.

Es algo absurdo y aun así, me he aferrado a ella. Porque su luz me reconforta, me hechiza y es una pena, ya que yo mismo me he encargado de hundirla en mi miseria. En la oscuridad que me rodea, sumergiéndola poco a poco mientras ella a mí me ciega. Es un ciclo vicioso, es enfermizo y aun así, a ambos nos gusta. Porque tanto ella como yo, disfruta de esta insana relación.

Y es eso lo que jode, lo que me cabrea. Que yo no tenga la suficiente fuerza de voluntad para soltarla, y que ella no luche para librarse de mí.

Si lo ha hecho, me recuerda el subconsciente. Tiene en parte razón, me ha pedido que la mate.

Me trago el nudo amargo que se instala en mi garganta. No puedo hacer eso, por ilógico que suene, es la completa verdad. No puedo.

He sopesado esa opción y hay algo que me lo impide. Es más fuerte que yo, y esta desgarrándome por dentro. El solo pensar en ella muerta, me causa dolor de cabeza. Malestar, uno difícil de ignorar y que se asienta en mi pecho.

Soy un estúpido, un imbécil. Es lo que soy y aun así no quiero cambiarlo, ¿Por qué? Quiero tener la respuesta y a la misma vez ignorar esa vocecilla en mi cabeza que me la grita con fuerza.

Derecho a sanar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora