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Veinticuatro.

La puerta se abre de golpe, y Dafoe cae de espaldas cuando la figura de un hombre aparece propinándole una patada. Quedo estática en mi sitio, observándolo la escena.

La puerta vuelve a cerrarse, y puedo detallar mejor a la silueta vestida de negro. El corazón me late a un ritmo antinatural, cuando lo reconozco, «es E, ¡esta aquí!».

Su mirada viaja hasta mí una fracción de segundo y puedo sentir el choque de electricidad que produce en mi cuerpo.

—Que carajos...

Dafoe se levanta y E no pierde tiempo en estamparle un puñetazo que lo manda tres pasos atrás. Se toca el lado izquierdo de la cara, enfurecido.

— ¿Quién mierda eres tú?

Mi chico oscuro le da una sonrisa sesgada.

—Tu peor pesadilla.

Dafoe se abalanza contra él y no logra ni hacerle un rasguño, ya que E lo esquiva y lo estampa contra la pared. Un golpe lo manda al suelo, y luego le sigue una patada. Me enferma la forma en la que no me afecta en lo absoluto que le esté dando una paliza. No me mueve ni una fibra nerviosa.

E se detiene, dejándolo jadeante en el piso y se voltea hacia mí, acorta los pasos en un abrir y cerrar de ojos, tomándome del rostro.

Como siempre que está cerca, su aura pesada y su intensa mirada me envuelven. Traza una caricia en mi mejilla, detallándome completa.

—Viniste —susurro, sujetando sus manos en mis mejillas.

—Te hice una promesa.

Sin contenerme un segundo más, me lanzo a sus brazos. E me sujeta con fuerza y me fundo en su calor. La seguridad que me embarga es aterradora, de inmediato me siento a salvo.

—Yo pagué por ella —dice una voz a nuestras espaldas—. Suéltala.

E se tensa, y se voltea dejándome a sus espaldas. Es tan alto y yo tan menuda, que me cubre fácilmente, obstruyéndome la vista.

—Voy a devolverte tu puto dinero, ¿eso quieres?

Me ruedo un poco, para poder verle la cara. Dafoe suelta una risa seca, luce fatal. Está golpeado y su labio sangra.

—No quiero el dinero, la quiero a ella.

Su mirada se posa en mi solo unos instantes. Esta vez, es E quien suelta una risa carente de humor.

—En tus sueños, ahora apártate de la puerta.

Dafoe saca de algún lugar de su traje un cuchillo y me tenso. Se coloca en posición de pelea con el cuchillo en alto, incitando a E a acercarse.

Cuando da un paso al frente lo tomo del brazo. Debe ver la angustia en mi rostro, porque me guiña un ojo.

—Acabaré con ese payaso, mantente aquí —y suelta mi mano, después de darle un apretón suave.

Ambos se enfrentan, y reprimo un jadeo cuando veo como Dafoe intenta clavarle el cuchillo. Mi alivio es grande cuando E lo esquiva, propinándole un puñetazo. Es rápido a la hora de tomarlo, empleando una especie de llave que lo deja acorralado. El brazo de E oprime su cuello, y logra arrebatarle el cuchillo, el filo punzando su costado.

Esta atrapado.

—Debiste quitarte de la puerta.

Musita E, para luego clavarle la cuchilla. Dafoe abre la boca, soltando un quejido silencioso y cae de rodillas cuando E saca el cuchillo y deja de sostenerlo. Sus ojos caen en mí, mientras yo me encuentro inmóvil frente a él.

Derecho a sanar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora