35

144 9 0
                                    

Treinta y cinco.

—Señora Bárbara, ya tiene que pensar un nombre —Antonia me sonríe, y suspiro en acuerdo.

—Es que, jamás había pasado por mi mente la posibilidad de tener un hijo tan pronto —confieso—. Nunca lo vi en mis planes cercanos, y no sé cómo empezar.

Desde que se sabe el sexo del bebé que crece en mi pancita, todos están entusiasmados a más no poder. Las empleadas no dejan de repetirme que debo desde ya ir buscando opciones de nombres, atendiéndome el doble y se les ve muy feliz, tanto como a mí.

Creo que se han vuelto, más que empleadas, unas amigas para mí.

— ¿No hay uno en especial que le parezca bonito?, tal vez pueda buscar en internet, o revistas de maternidad —me sugiere Andrea, entusiasta—. ¡Hay cientos de nombres hermosos!

—No lo sé —digo, con sinceridad, tocándome el vientre—. Debo pensarlo muy bien.

Simona se acerca a mí y me peina el cabello con dulzura.

—Seguro se le ocurrirá uno perfecto —le sonrío a Simona que me devuelve la sonrisa, y el pecho me duele un poco al ver su gesto maternal hacia mí.

Inspiro hondo, queriendo apartar la melancolía y tristeza. Carraspeo y me levanto, sonriente.

—Bueno, ¿y quién me dice el menú de hoy?, porque muero de hambre.

Todas ríen y bromean diciendo que soy una embarazada muy antojosa, incluso Andrea me llama gorda, a lo cual la ofendo diciéndole chaparra ─lo que aquí en México significa persona de estatura baja─, y ella finge indignación haciéndonos reír a todas más fuerte con sus quejas.

La tarde se me pasa volando y me dedico a distraerme con las mujeres que me rodean, a comer y a buscar en internet con ellas varias opciones de nombres. La noche cae y seguimos en lo mismo, todas reunidas sentadas en las tumbonas que dan al jardín con lápiz y papel en mano. Andrea maneja la tablet en busca de nombres, ya que yo no quiero saber nada de aparatos tecnológicos, el solo pensar que estoy a unos click's de saber de mi familia y amigos me descompone.

Antonia ha hecho una lista inmensa de la A, a la Z y me sorprende cuanta variedad de nombres existen. Aunque debo decir que me he topado con muchos horrendos, ¿Qué tienen en la cabeza las personas al crear un nombre como Aleximar?, es decir, ¿Por qué no solo colocarle Alexa?, y eso no es todo con lo que nos hemos conseguido.

— ¿Qué tal, Daniella? —Cuestiona Andrea—. Con doble ele.

Frunzo el ceño —Nop.

— ¿Con que inicial le gustaría Señora? — Pregunta Simona—. Tenemos ya varios que le han gustado, pero si nos dice una letra en especifico será más fácil.

Me lo pienso, y largos segundos después no tengo una en específico. Hago un gesto apenado.

—Perdón, es que la verdad no lo sé.

Ella me sonríe, mientras que Antonia hace un gesto de manos restándole importancia.

—No se preocupe, encontraremos uno antes de que nazca la bebé.

— ¿Y qué tal Micaela?

Niego —No, esta horrible Andrea —ella abre la boca ofendida y me echo a reír—. Bromeo, no está feo solo que no me encanta.

—Bueno, sigamos entonces.

—Yo debería hacer algo de comer —dice Simona—. ¿Tiene hambre Señora?

—Mmm, puede ser —le doy una sonrisita y todas rompen a reír.

—No tenias ni que preguntar —se burla Antonia, ganándose una mala mirada de mi parte.

Derecho a sanar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora