Doce.
— ¡No juegues! —me abanico la cara y pestañeo intentando impedir que salgan mis lagrimas, mientras E esta recostado de la pared, con los brazos cruzados y la mirada fija en mi—. ¿Es para mí?
—Ya te dije que sí, воин.
Sigue diciéndome eso y no entiendo porqué lo hace. Quiero preguntarle qué significa, pero no lo hago. Prefiero concentrarme en lo que hay frente a mí.
— ¿Hamburguesas? —Se me hace agua la boca—. Dios mío, creo que lloraré.
Se acerca a mí y toma la bolsa con una mano, con la otra sujeta la mía y me arrastra lejos de la cocina. No me dice a donde vamos y yo solo me dejo guiar, hasta que salimos de la casa y me entra la curiosidad.
— ¿A dónde vamos?
No responde y vuelco los ojos. A veces E suele ser un dolor de culo, tanto misterio y tanta seriedad es... «¿Atractiva, atrayente, hipnotizante?», molesta e irritante.
Recorremos un buen tramo hasta que un auto aparece en nuestro campo de visión y frunzo el ceño. No comprendo nada, y solo es hasta que coloca la comida en el capo del vehículo y me toma de la cintura subiéndome a él, que creo entender que pretende.
Toma asiento a mi lado y empieza a destapar la comida, lo ayudo y termino con una enorme hamburguesa en mis manos. E solamente se lleva a la boca una ración de papas, mirándome atento.
¿Qué tanto es lo que siempre me mira?
Le doy un enorme mordisco a mi hamburguesa y gimo de forma ruidosa, sin importarme a que este allí concentrado en lo que hago. Cuando termino de masticar, me dejo caer en el capo y fijo la vista en el cielo, aun sosteniendo la hamburguesa.
— ¡Que delicia!
Vuelvo a darle otro mordisco y luego otro, y luego otro hasta que ya no hay más que papel. Me incorporo sintiéndome feliz y E sigue comiendo papas, observando al frente. Tiene una rodilla flexionada y la otra pierna extendida mientras reposa su brazo en su rodilla.
— ¿Puedo comerme otra?
—Puedes —responde, observándome, y luego sonríe.
Tomo la otra hamburguesa y antes de que pueda desenvolverla, tengo a E tomándome del mentón y lamiendo la comisura de mi labio. Un escalofrío me recorre y me quedo quieta. Al separarse lo tengo tan cerca, que me sofoca su mirada y su presencia.
—Salsa BBQ —dice, relamiéndose los labios.
No pestañeo, no me muevo y es hasta que se aleja y vuelve a su posición que respiro con normalidad. La cena transcurre en silencio, la brisa sopla fuerte y hay muchas estrellas iluminando el cielo. E solo se dedica a observar el terreno en la esquina del capo del auto y no me molesto en querer interactuar con él.
Disfruto de la comida, de la ventisca fresca y del silencio. Pienso en Quentín y en que estará haciendo en este momento. «¿Me extrañará tanto como yo a él?». Suspiro y meto una papa en mi boca, observando el cielo. «Donde quiera que estés Quentín, espero que sepas que te sigo queriendo tanto o más que antes».
Abby también invade mis pensamientos y me rio al pensar en ella escuchándome hablar de E. Seguro diría algo como: ¡es tremendo bombón!, y claro, yo le hubiera dado un golpe por imprudente.
Inspiro hondo. «Los extraño».
Cuando me termino todo lo que hay en la bolsa, me limpio la boca y me deslizo hasta tocar el suelo. Me acomodo el cabello cuando me obstruye la visión.
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Derecho a sanar ©
Mystery / Thriller«El brillo puede apagarse, la esperanza y la fe pueden acabarse, y aún así el espíritu y el alma se unen aferrándose a la vida, rugiendo con ferocidad para no quebrantarse, luchando con monstruos internos que a simple vista no se ven, sobreviviendo...