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Veintiocho.

Bum... bum... bum...

El sonido es constante y relajante, y lo escucho muy de cerca. Pronto, sin siquiera abrir los ojos, me voy volviendo consciente de mi alrededor. Mi cabeza subiendo y bajando lentamente, el sonido de una respiración pesada que no es la mía y el calor debajo de mí. Un brazo a mi alrededor, una par de piernas enredadas con las mías. Un corazón latiendo...

Bum... bum... bum...

Abro los ojos, adaptándome a la claridad. Su olor es lo primero que percibo, antes de que mis ojos vayan hacia su rostro. Una sonrisa invade mis labios al verlo. «Dios», que alegría me trae no verlo usar ese pasamontañas.

A pesar de su agarre apretado en mi cuerpo, logro subir una de mis manos a su rostro. Acaricio lentamente el contorno de su mandíbula, los lunares se ven con más claridad ahora que la luz le da de lleno en el rostro. Es como una galleta chocochip, igual de apetecible,  y con todas esas manchitas.

Sus ojos revolotean hasta abrirse y caer en mí. El verde impacta con mi azul.

—Buenos días, Bоин.

Su voz, ronca y pastosa, envía una corriente eléctrica por mi cuerpo.

—Buenos días, E.

Me aprieta más contra sí, dejándome mucho más encima de él... y es ahí cuando lo noto.

«Mierda».

Suelto un chillido, alejándome. O intentándolo. E, frunce el ceño y cuando busco las sabanas para cubrirme, es que capta mi comportamiento.

Suelta una carcajada, una bastante sonora.

— ¿Qué vas a ocultar? —Inquiere, elevando una ceja—. Ya te he visto desnuda.

Una sonrisa altiva baila en sus labios. Egocéntrico, estúpido.

Me arruina los planes, haciéndome caer en mi espalda y subiéndose encima de mí. Suelto un gritito, avergonzada.

— ¡E!, ¡déjame cubrirme!

Él sigue con esa sonrisita arrogante en su rostro y eso me enoja. Lo observo con el ceño fruncido.

— ¿Qué tanto quieres cubrirte? —inquiere—. ¿Esto?

Contengo la respiración cuando su boca va hacia uno de mis senos, y lo chupa con fuerza. Mi respiración se desestabiliza.

Baja lentamente, besando todo mi abdomen. Y sosteniéndome en mi lugar, me contraigo involuntariamente cuando se acerca allí.

«Ay cielos».

— ¿Esto también?

Su aliento caliente me quema la piel, es inevitable no humedecerme con su boca tan cerca de ese lugar. Ni siquiera sé qué hacer con mis manos, las tengo a mis costados empuñando las sabanas. E planta un beso que me hace dejar de respirar.

— ¿Vas a ocultar todo eso de mi? —cuestiona, volviendo a subir hacia mi rostro. Rostro que tengo ardiendo—. Ya te lo he dicho, Bоин —acaricia mi labio inferior—. Eres mía, yo soy tuyo y nos pertenecemos, ¿por qué ocultarse del otro?

—Solo... me da vergüenza.

Su ceño se frunce — ¿Vergüenza? ¿De qué?, eres la mujer más preciosa, perfecta y fuerte que he conocido nunca.

Mi pecho se calienta y por alguna razón que no entiendo, lagrimas nublan mi mirada.

— ¿Crees eso de mi?

Derecho a sanar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora