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Veintinueve.

—Come.

Me ordenan y levanto el cubierto, metiendo la comida a mi boca. Me obligo a tragar porque tengo que mantenerme fuerte, sorpresivamente parece no ser necesario aquí.

Si mis cálculos no fallan, llevo casi un mes aquí. Un mes en donde la incertidumbre es gigantesca, ¿Dónde estoy?, ¿Por qué no me han matado?, ¿Y, que ha pasado con E?

Estoy en una especie de castillo, donde hay cientos de personas que trabajan para una organización o eso es lo que he escuchado en los pasillos. O mejor dicho, descifrado de los susurros de las empleadas. Esto parece un castillo victoriano y no sé en qué país estamos. No es Estados Unidos, lo sé porque nadie aquí habla inglés.

Lo que sí hablan es español, italiano, francés y portugués, así que estoy segura es algún lugar de Europa.

Aquí no me han torturado, tampoco me han maltratado solo me obligan a cumplir con obligaciones que en realidad, son de las empleadas del lugar. Una sola vez me dejaron casi inconsciente, me golpearon brutalmente y fue porque intenté escapar usando a una chica de rehén. Chica que mataron dándole un balazo mientras estaba en mis brazos.

Jamás lo olvidaré, ella murió por mi culpa.

Solo intento no pensar mucho en eso, porque siento que podría necesitar un psiquiátrico. Y hablando de medicina... creo que aquí fabrican drogas o trabajan con algún tipo de alucinógenos, estoy casi segura. Hay muchos pisos y lugares aquí, pero he presenciado como sacan personas que no parecen estar lucidas de una puerta que está muy resguardada, no logré ver mucho dentro, solo paredes blancas y personas con batas.

Hay algo que no me cuadra, pero sé que este lugar es peligroso y nada de lo que ocurre dentro es legal. A parte de presenciar eso, fui capaz de escuchar una conversación de dos mujeres quienes lucían muy temerosas y preocupadas, la palabra "tráfico de personas" fue susurrada por una de ellas, y la palabra "mafia" y "Kazinski" por la otra.

Y en todo el tiempo que llevo aquí nadie me ha explicado por qué me trajeron. Las demás mujeres no me hablan, solo lo necesario y hay hombres encargados de vigilarme cuando no estoy en mi habitación. Habitación que cierran con llave.

Cuando termino mi almuerzo, me levanto y camino directo hacia los pasillos que ya he memorizado. Al entrar a la sombría habitación en la que duermo, veo como cierran la puerta y escucho cuando le pasan llave.

Esto parece una especie de calabozo. Me siento como Fiona, ¿Dónde está mi Sherk que no ha venido a rescatarme?

Me lanzo en la cama, resoplando. Sonrío al recordar mi chiste, nunca creí tener que burlarme de mi propia situación para ahuyentar al aburrimiento. Este lugar es un asco.

Decido levantarme, acomodando mi vestido y me voy hacia la diminuta ventana de la habitación. Una ráfaga de viento me alborota el cabello. Lo tengo tan largo que tengo que tejerlo para que no estorbe, pero siempre se me escapan mechones que caen cerca de mi rostro.

Pego mí frente a los barrotes, con la mirada en el cielo. Aves vuelan perdiéndose en el cielo azul y les tengo envidia. Ellas son libres, no están encerradas como si su vida no valiera nada.

Me alejo de la ventana después de un tiempo, dando pasos por la habitación. No es tan pequeña, gracias a Dios, porque si no moriría de claustrofobia. El vestido blanco me tiene harta, es lo único que me obligan a usar. Es largo y se ciñe a mi cuerpo de la cintura para arriba, el resto de la tela cae hasta mis rodillas.

Después de un rato, vuelvo a tocar la cama. Aquí me muero de aburrimiento, solo salgo para comer, tomar una ducha o limpiar y lo último es de madrugada, cuando el sol apenas piensa salir. Lo único bueno, es que me he adaptado a un horario de sueño estable.

Recostada miro fijo al techo por lo que me parece una eternidad, intentando no pensar mucho en nada, en nadie. Pensar me vuelve un lio, me afecta muchísimo.

Al cabo de largos minutos, cierro los ojos. Lo mejor que puedo hacer es dormir.

E.

En mi familia, la lealtad es primordial y la deshonra se paga con sangre. Es seguir los ideales de la familia, o ser el señalado, el repudiado. Eso en la familia Kazinski, porque en mi familia paterna, vale más un porro o una prepago, que tu propia sangre.

Mi madre conoció a mi padre, en un viaje a México. En aquel tiempo, mi abuelo quería hacer negocios con mi tío abuelo, familia de mi padre. Allí ambos se conocieron y el resto, es historia. Las mafias se unieron, mi madre se fue a vivir a México y allí nos tuvo a mí y a mi hermana.

Mi hermana mayor, quien esta lo más alejada posible. Tiene una vida fachada, para que nadie la involucre con negocios turbios, los negocios familiares.

Mamá siempre visitaba Europa, donde su familia residía. Reside, aun.

La familia Kazinski está metida en la mafia desde que el abuelo, se hizo cabecilla de un importante grupo narcotraficante. Todo por matar al líder, lo desafió, le cortó el cuello y se ganó el respeto de todos. Así fue escalando, hasta llegar a la cima. El rey de Europa, se ganó ese apodo en el mundo criminal.

Él un estadounidense que se fue a Europa en busca de un sueño, terminó siendo estafado y botado a la calle. En la calle aprendió a defenderse y a hacer todo para sobrevivir, para conseguir comida y un techo, un lugar para dormir.

El abuelo tuvo un hijo, Renato Kazinski, quien sería su principal sucesor. Luego, nació un segundo varón, Fabrizio Kazinski y finalmente, una niña. Mi madre, Georgina Kazinski quien fue concebida fuera del matrimonio. El abuelo le fue infiel a la abuela.

Mi madre es la única que no se parece a sus hermanos. Físicamente tiene más de su madre, una polaca de ojos verdes y cabello rubio. Mis tíos en cambio, son de ojos oscuros y cabello castaño. El abuelo tiene los ojos de un ámbar muy extraño, que ninguno de sus hijos heredó. En cambio, los genes de la abuela, tomaron mayor territorio. Ella una latina de piel morena y ojos oscuros.

Y aun cuando mi madre se mantuvo en México, mantenía mucho contacto con sus hermanos. El abuelo falleció poco después de que mi hermana mayor nació, así que no logre conocerlo. Desde que estoy vivo, mi padrino ha estado en el mando del imperio europeo que dejó el difunto John Kazinski.

Sí, tampoco entiendo porqué la mitad de los estadounidenses se llaman John.

Yo nací sabiendo los ideales que debía seguir, los pasos y en lo que debía convertirme. Aprendí a matar, a disparar, y a apuñalar en los puntos exactos. Crecí en un mundo del que no se escapa.

Una sola vez fallé y eso llevó a mi padrino a prisión. Esa noche, debíamos trasladar un enorme lote de mujeres, pero la Interpol se entrometió, todo se fue a la mierda y teníamos que escapar. Se presentó el cruce de balas, y murieron muchos, de ambos bandos.

Yo tenía que proteger a mi padrino, quien se encontraba allí supervisando mi trabajo. Normalmente nunca se exponía, tenía a su mano derecha, mi tío; sin embargo, esa noche decidió estar presente para observarme y decidir si me pondría a cargo de negocios más importantes.

Cuando estaba despejando el camino, nos quedamos sin hombres. Nos tenían casi acabados pero estábamos cerca de llegar a la avioneta para huir, solo que ella se atravesó.

Una mujer, pero no cualquier mujer. Ella estaba embarazada, tenía un hijo en su vientre. Suplicó por ayuda y me paralicé, no pude moverme porque esa parte de mí que siempre mantenía apagada, se encendió y no hubo manera de apagarla. No podía irme de allí sin ayudarla, estábamos en medio de un cruce de balas. Podía morir.

Solo que debía proteger a mi tío, él era la prioridad. Y en esos segundos de duda, ocurrió.

Intente levantarla, pero un empujón me envió al piso y el impacto de un tiro se escuchó. Mi padrino había impedido que me mataran, interponiéndose entre la bala y yo. Allí yacía, en el piso, con un charco de sangre a su alrededor que no dejaba de crecer.

— ¡Corre, maldición! —Gritó, con los dientes apretados cuando me vio inmóvil frente a él.

—No voy a dejarte —dije, intentando levantarlo.

Los hombres se acercaban, si no me movía iban a capturarnos a los dos. Aun así, prefería eso a dejarlo morir allí, irme no era una opción para mí.

— ¡Que te vayas!—vociferó con furia—. ¡Huye ya mismo maricon!

La mujer embarazada seguía llorando, ocultándose en un rincón.

—Padrino levántate —exigí, sujetándolo.

Él tenía un tiro en el pecho, estaba grave. La zona donde impactó la bala, era altamente peligrosa.

—Si no te vas ahora, van a capturarte y te necesito afuera, apoyando a la familia —me miro rabioso—. ¡Lárgate!, ¡no voy a perdonarte el que me hayas hecho dar un balazo por nada!, ¡jamás lo hare, ¿me oyes?!

Y el impacto de otra bala muy cerca, me hizo reaccionar. Lo demás, ya lo saben. Mi padrino fue capturado, yo logré escapar y de ahí en más me encargué de redimir el error que cometí. Porque dudé unos instantes que me costaron mucho.

La puerta pesada se abre haciendo un ruido escandaloso y me adentro al lugar. Con pasos lentos pero firmes, me detengo a centímetros de él. Su mirada consigue la mía y se levanta, extendiendo los brazos y caminando hacia mí.

—Bienvenido ahijado —me abraza, palmeando mi hombro—. Me alegra que estés aquí.

Me repugna su falsa felicidad. Me separo, mirándolo con semblante frio. Él mismo me ha dicho que soy muy bueno para imponer miedo, que el dominar mis expresiones para que sea difícil el descifrarme es una ventaja. Una ventaja que siempre he poseído.

— ¿Qué pasa?, ¿no te alegra verme? —Me dedica una mirada de advertencia—. Quita esa cara, que sabes que me gusta que te ocultes pero no de mi.

Habla, en referencia a mi vacía expresión.

—Quiero que me la devuelvas.

Voy directo al punto, ganándome su atención. Me mira entre sorprendido y divertido, enarca una ceja hacia mí.

— ¿Me estas jodiendo? No me toques los cojones E, que no estoy para juegos.

—No estoy jugando.

Mi padrino toma asiento y saca un cigarrillo, encendiéndolo. Su celda está equipada con todo, porque hace un mes lo trasladaron y eso fue lo que me jodió mis planes. Él mandó a sus hombres por Barbie, él metió sus narices en mis asuntos. Él que está aquí con más libertades por buen comportamiento, me ha hecho pasar el peor mes de todos.

— ¿Te gusta la hija de ese infeliz? No me vengas con gilipolleces, está fichada y lo sabes muy bien desde el principio.

—La quiero, necesito que me la devuelvas.

—Toma asiento ahijado.

No me muevo, y me dedica una mirada asesina. Aprieto la mandíbula, solo conseguiré lo que quiero si hago lo que me pide. Así que tomo asiento.

Cuando estoy frente a él, expulsa el humo antes de hablar.

—Me decepciona que te estés descarrilando —niega lentamente—. Ibas bien, me tenias contento, ¿y qué haces?, desobedeces a Fabrizio y además, te robas a la niñita de papi que protagoniza mi venganza.

»¿Crees que dejaré a Benjamín sin un escarmiento?, si ya el juez murió en mis manos, a él le toca también su parte. Así que deja de meterte en mis mierdas, y demuéstrame que eres un Kazinski y no un maricon.

—Ya te dije, que la quiero —no vacilo y no cambio mi expresión—. Dime qué quieres que haga para que me la devuelvas.

Me mira por largos instantes, para luego echarse a reír. Sus carcajadas inundan el lugar.

— ¿Te estás escuchando? ¡Va a morir! No hay nada que puedas hacer.

Eso me hace enojar y me levanto pateando la silla en la que me encontraba sentado.

—Sabes muy bien que no descanso hasta conseguir lo que quiero —lo enfrento, y la guerra que mantienen nuestras miradas es tensa. No flaqueo—. ¡Me conoces!

Él también se levanta, y me enfrenta enojado.

— ¡Que cojones te pasa! —me toma del cuello y me le zafo—. ¡Es mi venganza, metete en tus mierdas! Ella es mi propiedad.

— ¡Es mía! —barro una de las mesas, mi respiración volviéndose inestable, me volteo hacia él—. Y si tú no accedes a dármela, no voy a descansar hasta encontrarla.

Me da una sonrisa siniestra

—Ahijado, parece que no me conoces. Estará muerta para cuando la encuentres.

Me voy hasta él y lo encuello, no intensa defenderse, solo sonríe enfureciéndome más.

—Dime donde está.

— ¿Qué tiene ella que te hace enfrentarme? —Interroga, la curiosidad brillando en sus ojos—. ¿Qué hizo la niñita para tenerte así?, me están dando ganas de conocerla.

Lo observo con toda las seriedad en mi expresión.

—Dime donde está.

— ¿Quieres soltarme?

Me alejo, respirando hondo en un intento por calmarme.

—Voy a ceder solo un poco —dice, y lo observo con el ceño fruncido—. Te diré donde esta, pero no puedes llevártela —camina hacia mi—. Escúchame bien E, la veras una última vez, te saciaras esas ganas absurdas que tienes de ella y luego dejarás que continúe con mi jodida venganza —clava sus ojos en los míos, la advertencia en ellos—. ¿Entiendes eso?, si haces algo que me haga cabrear, vas a lamentarlo.

—Donde está.

Abre la boca, dándome la dirección.

(...)

El castillo francés es una de las sedes más grandes que tiene mi padrino. De allí se exportan cantidades exorbitantes de drogas, los subterráneos sirven para traficar personas, armamentos y cualquier cosa ilícita que se requiera. El personal es enorme, porque no solo se crean drogas, se experimentan con ellas, se asesinan personas en cuartos de tortura y muchos prisioneros cumplen con trabajo, hasta que son trasladados a otros sitios, tal vez a morir, tal vez a seguir sirviendo, o a ser torturados.

Lo custodian más de cincuenta hombres y está en un lugar al que la policía no llega. El pueblo esta comprado por mi padrino y todos los habitantes le rinden pleitesía. Así que está bien resguardado y protegido.

Y allí tienen a mi Barbie, mi глезен воин.

Acelero cruzando el puente y al pisar tierra, dejo una nube de polvo a mi paso. Ya dieron la orden de dejarme pasar, todos están al tanto de lo que vine a hacer, saben que soy sobrino y ahijado del jefe. Así que cuando aparco y bajo del auto, todos me abren paso sin inmutar palabra.

Nunca me dejo ver con personas que no sean de mi confianza y aunque esta gente trabaje para mi padrino, no me fio de nadie. Así que llevo mi pasamontañas y camino directo a la entrada. El ajetreo me recibe como la última vez que estuve aquí, fue hace años.

Un hombre trajeado aparece dándome la bienvenida. Es el encargado del castillo, mi padrino confía en el plenamente.

— ¡Que placer tenerte aquí, E! ¡La pesadilla de Latinoamérica pisando territorio francés! —Sonríe haciendo una reverencia—. Es un honor tenerte aquí.

Su español tiene un acento marcado. El francés sigue sonriéndome y ni lo reparo, volteo observando el movimiento a mí alrededor.

—Dime donde la tienes —exijo.

—No está cerca, tendrás que caminar bastante —se acerca a mí y clavo mis ojos en él—. Le diré a uno de mis hombres que te lleve, no la tenemos en esta ala del castillo.

Le hace señales a uno de sus lacayos y este asiente, me da una mirada y me encamino hacia él, siguiéndolo. Subimos las grandes escaleras, atravesamos varios pasillos y todos me reparan, mujeres me observan y susurran cosas, unas se paralizan cuando paso por su lado. Camino con las manos en los bolsillos de mi chaqueta, sin voltear mucho a los lados.

Luego de mucho tramo, y subir otras escaleras, llegamos al ala noroeste del castillo. Solo que no logramos dar ni dos pasos hacia el pasillo que lleva las habitaciones cuando un chico nos intercepta.

—Noir —se dirige al hombre que guiaba mi camino—, ocurrió algo —toma aire intentando hablar mejor—. La chica, esta inconsciente, ella...

Me abro paso, tomando al hombre por sorpresa cuando quedo a milímetros de él.

—Qué carajo estás hablando.

El traga grueso y el miedo inunda sus ojos.

—Ella desacató una orden y Pol tuvo que hacerse cargo —explica.

Mis facciones se endurecen —Donde está.

Me pide que lo siga y vuelvo a cruzar el pasillo pero esta vez cruzando hacia la derecha y atravesando un salón con puertas a los lados. Una de ellas se abre y obtengo la visión de un laboratorio, un hombre canoso sale con un carrito lleno de muestras. Nos detenemos en una de las puertas y el chico la abre, señalando dentro con su cabeza.

El tal Noir y él se quedan fuera mientras yo me adentro. El olor a antiséptico y alcohol inunda mis fosas, una camilla aparece en mi campo de visión y me aproximo hacia ella al ver el cuerpo tendido de Barbie en ella. Un vestido blanco se amolda a su figura, su cabello esta tejido con un par de mechones cayendo en su rostro.

Tomo una de sus manos, esta fría. Y bastante pálida, estaría preocupado si no notara el constante subir y bajar de su pecho. Alguien carraspea y volteo, encontrando a una mujer mayor de bata blanca con una inyectadora en mano.

— ¿Por qué esta inconsciente?

Deja la inyectadora en un carrito de metal a su derecha, se acerca a mí, y limpia sus manos.

—Recibió un golpe muy fuerte en su cabeza, también una puñalada, tuve que coserle la herida y perdió un poco de sangre. Su cerebro tiene una contusión que hay que cuidar, le inyecté un sedante para mantenerla tranquila y que descanse.

— ¿Cómo se golpeó la cabeza?

Parece dudar el decírmelo, sin embargo, termina cediendo.

—Parece que estaba yendo al baño, o iba de regreso cuando escuchó un grito y corrió hacia aquí. Burlo al hombre que la custodiaba y llegó hasta una chica, quien había escapado de uno de los laboratorios y estaba en una crisis, tenía un bisturí en mano amenazando a quienes se acercaban a ella —su mirada cae en Barbie—. Ella intentó ayudarla y sorpresivamente logró que la chica bajara el bisturí, quiso calmarla, pero Pol la tomó del cabello arrastrándola lejos de la drogadicta.

»La drogadicta al presenciar eso, se fue contra Pol solo que este fue más rápido y coloco a Barbie como escudo, así fue como recibió la puñalada en su brazo. Lo demás pasó con mucha rapidez, Pol se fue contra la chica inestable y queriendo dispararle, ella intentó detenerlo, y así fue como terminó en el piso, su cabeza chocó contra el filo de uno de los carros metálicos que un medico dejó tirado cuando el escándalo se presentó.

— ¿Estará bien?

—Sí —su respuesta me tranquiliza—. Me enteré de su historial y envié a hacerle unos exámenes rutinarios, para descartar cualquier peligro. Despertó una hora después de haberle cocido ambas heridas. Aun así, ella es muy fuerte y parece soportar muy bien el dolor, porque cuando estuvo consiente solo preguntó por la drogadicta, no hubo quejido o protesta por el dolor. Por eso le inyecté el sedante, estaba muy inquieta queriendo saber por el estado de la otra chica.

Observo a mi Bоин, su rostro relajado y libre de maquillaje, y aun estando en esa camilla luce hermosa. Sus labios no pierden su rosa característico y su cabello rubio no pierde brillo. Sus largas pestañas casi tocan sus pómulos, y sus mejillas a pesar de lo pálida que esta su piel, tienen un tinte rosado.

—Los dejaré solos y vendré cuando estén listos los resultados, si ella despierta antes de que yo vuelva, manténgala recostada y en calma.

No le doy una respuesta y nota que no tengo intención de hacerlo, así que se marcha. Me inclino hacia Barbie, dejando un beso en su frente.

—Ya estoy aquí Bоин, y no iré a ningún lado.

Derecho a sanar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora