Edwin
Abandonó el auto y su perfume dulce se quedó merodeando en mi nariz. Anoche me sentí en el deber de sacarla de ahí, en su cuerpo no cabía una sola gota más de alcohol y por lo que parecía nunca antes había estado así. Mientras conducía la vi caer dormida profundamente, se veía rara, era extraño mirarla y que no me estuviera agrediendo con sus palabras, no podía ver sus ojos color aceituna tan expresivos pero veía sus largas pestañas y sus labios medianos, el simple recuerdo de que estuvo tan cerca de mi pero a la vez tan lejos me hace apretar mi agarre hacia el timón.
Los pensamientos respecto a todo lo que pasó anoche vienen a mi y mi cuerpo se revoluciona, comienzan a molestarme como desde que la conozco y el odio vuelve a salir a la luz. Pongo mi pie derecho en el acelerador y me pierdo en la velocidad, no sé ni por qué hice todo aquello anoche.
Freno en seco al ver que el semáforo se puso en rojo, las gomas chillan por la velocidad en que venía. El clapson de un auto que venía detrás de mi se escucha tras frenar abruptamente.
—¡Loco!, ¡¿quieres matar a alguien?!, ¡aprende a conducir, carajo! —Se escucha la protesta de la persona que viene en el coche de atrás del mío.
Dejo caer mi cabeza sobre el volante con mis brazos reposando también en él, mi respiración es irregular y mis pensamientos están revueltos. Tras unos segundos así los demás autos que están en mi carril comienzan a sonar el clapson gracias a que el semáforo ya cambió, pongo primera velocidad y salgo acelerando cada vez más.
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Se escucha el golpe de la puerta tras yo salir del auto, pongo la alarma de seguridad y comienzo a caminar por la cera para llegar a casa de Stella.
A lo largo de la noche y lo que ha avanzado el día me envió varios mensajes pero no los respondí.
Entro al porche de su casa, ya me encuentro frente a la puerta y toco el timbre, espero unos segundos pero nada, vuelvo a hacerlo pero no responde. Me comienzo a preocupar y tengo suficientes motivos, a Stella la conocí en una terapia grupal hace dos años, sufría una depresión aguda gracias a que se enamora muy fácilmente, pero no son enamoramientos pasajeros, son de esos obsesivos que no quiere dejar ir, se aferra a ellos y no los suelta, era otra persona diferente a la que es hoy en día, ya se ha recuperado; no debí dejarla sola anoche.
Imbécil, eres un jodido imbécil. Ella no está enamorada de mi pero se aferra a estar siempre a mi lado, eso pienso y así debe ser.
Saco mi celular del bolsillo delantero derecho de mi pantalón y busco su número e inmediatamente la llamo.
Lo coloco en mi oído y escucho el primer repique pero no contesta, sigo llamando pero nada, me envía directo al buzón de voz.
—Es Stella, si no te respondí es porque estoy ocupada de seguro o no escuché tu llamada —Su voz sólo incrementa mi desespero.
—Stella joder, abre la puerta, estoy al frente de tu casa. —Insisto de nuevo en tocar el timbre y al parar escucho unos pasos.
Suelto una bocanada de aire, a pesar de que no somos nada no quiero que le ocurra algo malo. Cabe resaltar que ella es lo más cercano a una amistad.
El sonido de los pasos se intensifica. —¡Ya voy! —Abre la puerta envuelta en una toalla con el pelo mojado pegado a su cara.
Mi cuerpo reacciona involuntariamente y en cuestión de segundos estoy abrazándola, me despego y la miro directo a los ojos a la vez que tomo entre mis manos su rostro. —¿Estás bien? —La pregunta sale de mi interior con toda la carga que tenía.
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Siente Conmigo [BORRADOR]✔©
Teen FictionLa misteriosa y extraña enfermedad de Edwin Black Hemsworth cree que tiene todas sus emociones milimétricamente controladas, pero Ava Cole Thompson no es del tipo de chica que se oculta tras un libro y mucho menos deja de lado lo que siente; del odi...