53. Algodón de azúcar

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Edwin

En la radio del coche suena una canción al azar de Pablo Alborán. La melodía hace que mi piel experimente ese cosquilleo indescriptible que pocas veces me aborda.
Deslizo mis dedos sobre el borde del volante mientras tarareo la canción que pensaba no saberme.

Chase está a mi lado con la vista hacia el frente, parece absuelto en su mente. —¿Me dirás que es lo que te pasaba hace un momento? —pregunta, fingiendo no tener interés alguno, le creería si no fuese porque lleva medio camino preguntando lo mismo.

Dejo escapar un poco de aire por mi boca. —Estaba —no duro un segundo en detectar esa emoción —molesto —le digo, con la intención de que me deje de hacer preguntas.

Con toda la lentitud del mundo presiona la tecla para bajar la ventanilla de su lado y el vidrio desaparece con rapidez. —Molesto —vuelve a repetir, meneando su cabeza hacia adelante y atrás.

Al final decidí llevar a Chase a mi casa, a mi madre le agradará saber que tengo amigos. Mi cuerpo me gritaba que tomara un cigarro y lo prendiera o una botella de cualquier alcohol bebible y que me la vaciara yo solo, pero algo me detiene, no sé que es, pero tiene un gran efecto sobre las decisiones que tomo.

Bajamos del auto en silencio, atravesamos la portería y nos adentramos en el elevador hasta que nos dejó en el piso adecuado.

Después de unos minutos en silencio Chase vuelve a hablar. —¿Por qué estabas molesto? —Pasa una de sus grandes manos por su cabello color sol y lo acomoda hacia atrás.

Me quedo pensando en si contarle todo lo que pasa en mi interior, pero es que me cuesta y lo otro es que ni yo mismo entiendo lo que es como para que alguien más venga a entenderlo.

—Ava —pronuncio su nombre y mi garganta pica al recordar como ese tipo la miraba y después ella entró a su coche. Saco las llaves de un bolsillo delantero de mi mochila y la vuelvo a lanzar sobre mi hombro, justo donde estaba.

Sus pasos se detienen a mi espalda y yo hago lo mismo antes de insertar la llave en la puerta. Su silencio me hace sentir raro así que me giro de costado y le doy una mirada rápida para volver a incorporarme sobre mis pasos y abrir la puerta de una vez.

Abro la puerta de una vez por todas y evado su mirada que cae sobre mi aún. Me adentro en la sala de estar de colores sólidos como el café y el blanco y lo primero que veo es a mi padre. Viste un traje costoso de color gris, la chaqueta del mismo está perfectamente doblada sobre el brazo del sofá donde está sentado, su cabello negro —al igual que el mío— está peinado pulcramente hacia un lado, su expresión es de pura concentración ya que sostiene en una de sus manos una revista de negocios y pasa sus ojos con suma tranquilidad por ella.

Sus ojos azules desenfocan las páginas y me observan de arriba a abajo. —Buenas —pronuncia, cortésmente.

—Hola —respondo.

Chase sale de atrás de mi y se pone a mi lado. —Buenas tardes —se acerca a mi padre, extendiéndole una mano para estrecharla—. Soy Chase, amigo de Edwin.

Papá se pone de pie dejando totalmente a un lado lo que hacía y una gran sonrisa que no había visto desde hace un largo tiempo ensancha sus delgados labios. —Un placer —rebate, juntando sus manos en un fuerte apretón y luego pone sus ojos de nuevo en mi, no sé por qué siento que me mira diferente—, soy Erick, el padre de este —me señala al hablar.

—Vamos a pasar a mi cuarto —le informo, señalando con mi dedo pulgar a mi espalda el pasillo que vamos a tomar.

Asiente y vuelve a tomar asiento en el sofá, esta vez cruzando las piernas de manera muy elegante y retomando su lectura.

Siente Conmigo [BORRADOR]✔©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora