47. Dulce amor mío

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Ava

Mi respiración se vuelve un torbellino al ver lo que acabo de hacer con mis propias manos. Va a resultar que no soy tan mala deportista como estuve pensando tanto tiempo.

Por impulso me giro sobre mis talones y pego un salto, quedando sobre él a horcajadas. Mis manos rodeando su cuello, sin que me importe nada más, lo beso como si fuera el último día que lo fuera a ver en la vida, como si no hubiera nadie a muestro alrededor.

Sus labios me corresponden de inmediato y me siento la persona más feliz y afortunada del mundo.

Me separo de él con calma un poco avergonzada por toda la fiesta que armé por sólo lanzar una simple flecha. Mis mejillas se tiñen un poco, lo sé porque siento el calor esparcirse por ellas.

Miro en dirección a Olivia y tiene una cara de «no me lo puedo creer». Y más le vale que se vaya haciendo la idea porque quiero mucho más que esto.

Me bajo de él y le entrego el arco y las flechas al siguiente. Caminamos juntos hasta donde están los chicos y como siempre el primero en hablar es Chase.

—¿Dónde quedó la Ava que conocí hace unos años que le daba pena hasta comprar un lápiz en la tienda? —se toca el pecho mientras pone cara de emocionado—. Ahora te has convertido en una chiquilla roba besos.

Finge secarse una lágrima falsa y me abraza, uno de sus abrazos de boa que dejan sin aire.

Sonrío ampliamente por sus ocurrencias, aunque es verdad lo que dice.  —He crecido, Chase —digo, con la voz entrecortada.

—No, no, no —repite una y otra vez con falsa tristeza—. ¡Tú! —me suelta y señala a Edwin. El mencionado sólo mete sus manos en los bolsillos de su short—, eres un ladrón de inocencia.

Edwin finge dolor poniendo una mano en su pecho y abriendo la boca en una perfecta “O”.

—Este hombre tiene que ser actor —dice Grayson—. Ya déjense de esto o intégrenme a mi también.

Chase entrecierra los ojos como pensando y de un momento a otro su rostro se ilumina. —Oh querida Pancracia, este pobre sarnoso se ha robado la inocencia de nuestra hija.

Todos estallamos en carcajadas al escuchar el nombre que le puso a Grayson.

—Mejor me quedo quieto en mi lugar, Pancracio —habla Grayson y le da unas palmaditas en el hombro a Chase.

—Hey, no me estés provocando con esas manos tan cerca que me vuelvo toda loca —comenta Chase mientras mueve su cabeza dramáticamente como si tuviera una larga cabellera.

Definitivamente tendría que ser actor.

Soy muy afortunada de tenerlos como amigos a los tres.

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Pasamos de estar lanzando flechas toda la mañana a venir a una parte del río que tiene unas grandes piedras planas en la orilla desde donde todos se lanzan. La altura es descomunal de ellas al agua y vamos, que de ahí no me lanzo yo ni amarrada.

La arena está mojada y repleta de pisadas por todas partes, cosa que no ocurriría si nosotros no estuviéramos aquí.

Veo a Chase y Grayson encima de una. Mi mejor amigo está a punto de lanzarse. Yo estoy a metros de ellos con Edwin a mi lado. Chase agita su mano hacia nosotros y Grayson le rueda los ojos, acto seguido lo empuja en el momento que se iba a lanzar tomándolo desprevenido y Chase le grita: —¡Perra!

Por suerte en el agua no hay piedras, sino estaría en un grave problema ahora mismo. Los miro con diversión desde la orilla, se ve sumamente divertido pero no me atrevo.

Siente Conmigo [BORRADOR]✔©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora