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De repente estoy muy despierta,me he quedado dormida cuando comencé a recordar el sexo...mi erótico sueño ya estaba olvidado.

—Estaba acostada boca abajo. Debí haberme girado dormida. —
Susurro débilmente en mi defensa.

Sus ojos ardiendo con furia.
Baja la mano, y levanta la parte superior de mi bikini de su
tumbona y la lanza hacia mí.

—¡Ponte esto! —sisea.

—vane , nadie esta mirando.

—Créeme. Están mirando. ¡Estoy segura que sole y el personal de
seguridad están disfrutando el show! —gruñe.

¡Mierda! ¿Por qué sigo olvidándome de ellos? Aprieto mis pechos en pánico, ocultándolos. Desde la desaparición y sabotaje de Charlie Tango, estamos constantemente bajo la sombra de los benditos hombres de seguridad, ah y también las chicas de seguridad.

—Sí —gruñe Vanesa —. Y algunos sórdidos malditos paparazzi también podrían conseguir una foto. ¿Quieres estar en todas las portadas de la revista Star? ¿Desnuda esta vez?

¡Mierda! ¡Los paparazzi! ¡Maldición! Mientras lucho por colocarme la parte
superior, todos los tonos, de color desaparecen de mi cara. Me estremezco.

El desagradable recuerdo de haber sido acosada fuera de AIPS después de nuestro compromiso fue filtrado y no bienvenido en mi mente, todo parte del paquete de Vanesa Martín .

—¡la cuenta! —Gruñe vane justo cuando va pasando el camarero—.
Nos vamos —me dice.

—¿Ahora?

—Sí. Ahora.

Oh mierda, no está para discutir.

Se coloca su camiseta gris. El camarero está de regreso en un momento con su tarjeta
de crédito y la cuenta.

De mala gana, me pongo mi vestido playero color turquesa y mis sandalias bajas. Una vez que el camarero se ha ido, Vanesa levanta su libro y su móvil y oculta su furia detrás del reflejo de sus lentes de sol.

Ella está  con tensión y furia. Mi corazón se hunde. Cada mujer en
la playa está en topless, no es un gran crimen. De hecho parezco extraña con mi parte superior puesta. Suspiro interiormente, mi estado de ánimo se hunde. Pensé que Vanesa vería el lado gracioso… más o menos…

quizás si me hubiera quedado boca abajo, pero su sentido del humor se ha evaporado.

—Por favor no estés molesta conmigo —susurro, tomando su libro y el móvil de ella y colocándolo en mi bolso.

—Muy tarde para eso —dice tranquilamente, muy calmada—. Ven — Tomando mi mano, ella da una señal a sole y sus dos secuaces de seguridad .

Ellos han estado pacientemente vigilándonos y a cualquiera en
la playa desde la terraza. ¿Por qué continúo olvidándome de ellos? ¿Cómo?

Sole tiene cara de piedra detrás de sus oscuras gafas. Mierda, también está molesta conmigo. Todavía no estoy acostumbrada a verla vestida tan casualmente en una camiseta polo negra y pantalones cortos

Vanesa me guía hacia el hotel, a través del vestíbulo, fuera de la calle. Ella continua en silencio, pensativo y con mal temperamento, y todo es mi culpa. Sole y su equipo nos siguen.

—¿A dónde vamos? —pregunto tentativamente, mirando hacia ella.

—De regreso al barco —No me mira. No tengo ni idea de qué hora es.

Creo que deben ser cerca de las cinco o seis de la tarde. Cuando llegamos al puerto, Vanesa me guía hacia el muelle donde la lancha de motor y la moto acuática , perteneciente al Fair Lady, están amarrados.

Mientras Vanesa
desata la moto de agua . Extiendo mi mochila a sole .

La miro nerviosamente, pero como Vanesa , su expresión no me dice nada. Me sonrojo, pensando
sobre lo que vio en la playa.

—Aquí tiene, Sra. Martín . —sole me pasa un chaleco salvavidas , y obedientemente me lo coloco.

¿Por qué soy la única que tiene que llevar chaleco salvavidas?

Vanesa y sole intercambian una mirada.

Joder. ¿Esta molesta con sole también? Después Vanesa revisa las correas de mi chaqueta salvavidas, apretando la del centro fuertemente.

—Lista —murmura malhumorada, todavía sin mirarme. Mierda.

Sube con facilidad a la moto acuática y extiende su mano hacia mí para que me una a ella. Agarrándola con fuerza, paso mi pierna sobre el asiento detrás de
Vane sin caerme en el agua mientras sole y los demás se suben a la
lancha. Vane saca la moto acuática lejos del muelle, y flota suavemente.

—Sostente —ordena, y coloco mis brazos alrededor de ella. Esta es mi parte favorita de viajar en la moto.

La abrazo cerca, mi nariz acariciando contra su espalda, maravillada de que hubo un tiempo donde no toleraba que yo lo tocara de esta manera. Huele bien… a vanesa y a mar.

¿Me perdonas, vane , por favor?

Se pone rígida.

—Mantente firme —dice, su tono más suave. Beso su espalda y descanso mi mejilla contra ella, mirando atrás a través del muelle
donde unos turistas se han reunido a mirar el show.

Vanesa gira la llave y el motor ruge con vida. Con un giro del acelerador, la Jet Ski arranca y acelera a través del agua fría y oscura, a través del puerto y hacia el Fair Lady. La agarro más fuerte. Amo esto, es tan
excitante. Cada músculo en Vanesa es evidente mientras se inclina y me aferro a ella.

Sole se detiene al lado con la lancha. Vanesa mira hacia ella y luego acelera otra vez, y salimos disparadas, azotando la parte superior del agua como un experto cuando arroja una piedra. Sole sacude su cabeza en una resignada exasperación y se dirige directamente al yate, mientras
Vane pasa el Fair Lady y se dirige hacia el mar abierto.

El rocío del mar nos esta salpicando, el cálido viento azota mi cara y mi coleta vuela locamente alrededor de mí. Esto es tan divertido.

Quizás la emoción del paseo disipara el mal humor de vane.
No puedo  ver su cara, pero sé que lo esta disfrutando, despreocupada, actuando de su edad para variar.

Vanesa mira sobre su hombro hacia mí, y ahí esta el fantasma de una
sonrisa jugando en sus labios.

—¿Otra vez? —grita sobre el ruido del motor.

Asiento entusiasmadamente. Su sonrisa en respuesta es deslumbrante, y gira el acelerador y aumenta la velocidad alrededor del Fair Lady y hacia el
mar una vez más… y creo que estoy perdonada.

—Has cogido el sol —dice vane suavemente mientras deshace mi
chaleco salvavidas.

Ansiosamente trato de evaluar su humor. Estamos en la cubierta aborde del yate, y uno de los camareros esta de pie cerca
tranquilamente. Esperando por mi chaleco salvavidas. Vanesa se lo
entrega.

—¿Eso es todo, señorita? —pregunta el hombre joven. Me encanta su acento francés. Mira hacia mí, se quita sus lentes de sol, y los desliza en el cuello
de su camiseta, dejándolos que cuelguen.

—¿Te gustaría una bebida? —pregunta vanesa .

—¿Necesito una?

Ladea su cabeza a un lado.

—¿Por qué dices eso? —su voz es suave.

—Sabes porque.

Frunce el ceño como si estuviera midiendo algo en su mente.

Oh, ¿qué está pensando?

—Dos ginebras, por favor. Y algunas nueces y aceitunas —dice al
camarero, que asiente y rápidamente desaparece.

LIBERADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora