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—Hola —dice vane con cautela mientras me subo a la camioneta.

—¿Qué va mal? —frunce el ceño.

Niego con la cabeza mientras sole se dirige al hospital.

—Nada. —¿Quizás ahora? Podía decirle ahora cuando hay un espacio contenido y sole está con nosotras.

—¿El trabajo está bien? —continua Vanesa para probar.

—Sí. Está bien. Gracias.

—¿Moni , qué va mal? —su tono es un poco forzado, y me acobardo.

—Sólo te he extrañado, eso es todo. Y he estado preocupada por Jesús.

Vane se relaja visiblemente.

—Jesús está bien. Hablé con mamá esta tarde y esta impresionada con su progreso. —vane toma mi mano—. Dios, tu mano esta fría. ¿Has
comido hoy?

Me sonrojo.

—moni—me regaña Vanesa, molesta.

Bueno, no he comido porque sé que vas a enloquecer cuando sepas que
estoy embarazada.

—Comeré esta tarde. No he tenido tiempo de verdad.

Niega con la cabeza en frustración.

—¿Quieres añadir “alimentar a mi esposa” a mi lista de deberes?

—Lo siento. Comeré. Simplemente ha sido un día extraño. Tú sabes,
mudar a papá y todo eso.

Sus labios se presionan en una dura línea, pero no dice nada. Miro a la ventana.

¡Dile! Me susurra mi subconsciente. No. soy una cobarde.

Vane interrumpe mi ensoñación.

—Quizá tenga que ir a Taiwan.

—Oh. ¿Cuándo?

—Al final de esta semana. Quizá la próxima semana.

—Bien.

—Quiero que vengas conmigo.

Trago.

—Vanesa, por favor, tengo trabajo. No vamos a repetir este asunto otra vez.

Ella suspira y hace pucheros como una adolescente malhumorada.

—Se me ocurrió pedírtelo —murmura con petulancia.

—¿Por cuánto tiempo te irás?

—No más que un par de días. Quisiera que me dijeras qué te está molestando.

¿Cómo puedo decirle?

—Bueno, ahora que mi amada esposa se va…

Vane besa mis nudillos.

—No me iré por mucho tiempo.

—Bien —le sonrío débilmente.

Jesús está mucho más radiante y mucho menos de mal humor cuando lo vemos. Me conmueve su calmada gratitud a vanesa , y por un momento me olvido de mis noticias inminentes mientras me siento y escucho hablar de la pesca y de los Mariners. Sin embargo, se cansa fácilmente.

—Papi, te dejaremos para que descanses.

—Gracias, cariño. Me gusta que hayas pasado. Vi a tu mamá hoy,
también, vanesa. Fue muy reconfortante. Y es una fan de los Mariners.

—No le simpatiza mucho la pesca, sin embargo —dice vanesa con ironía cuando se levanta.

—No conoces muchas chicas que si, ¿no? —sonríe Jesús.

—Nos vemos mañana —lo beso. Mi subconsciente aprieta los labios.

Mi estado de ánimo cae en picado.

—Vamos —vane toma mi mano, frunciéndome el ceño. La tomo y
dejamos el hospital.

Tomo mi comida. Es el Chasseur de pollo de la señora Jones, pero
simplemente no tengo hambre. Mi estómago está anudado en una bola de ansiedad.

—¡Maldita sea! Moni , ¿Vas a decirme qué está mal? —vane aleja su plato vacío, irritada. La miro fijamente—. Por favor, me estás volviendo loca.

Trago y trato de suavizar el pánico creciente en mi garganta. Tomo un
profunda y estabilizante aliento, es ahora o nunca.

—Estoy embarazada.

Se queda inmóvil, y lentamente todo el color se drena de su rostro.

—¿Qué? —susurra, pálida.

—Estoy embarazada.

Su ceño se frunce incomprensivamente.

—¿Cómo?

¿Cómo?... ¿Como? ¿Qué clase de pregunta ridícula es ésa? Si ella misma sabe con lo que juega.

Me ruborizo, y le
dirijo una burlona mirada de, ¿cómo crees tú?

Su postura cambia inmediatamente, sus ojos se agrandan, dejándome ver un verde oscuro.

—¿Tu inyección? —gruñe.

Oh mierda.

—¿Olvidaste tu inyección?

La miro fijamente incapaz de hablar. Dios, está enfadada… muy enfadada.

—¡Cristo, Mónica! —Golpea su puño contra la mesa, haciéndome saltar, se pone de pie tan abruptamente que casi derriba la silla—. Debes recordar una cosa, una cosa que recordar. ¡Mierda! No puedo creerlo. ¿Cómo pudiste ser tan estúpida?

¡Estúpida! Jadeo. Mierda. Quiero decirle que la inyección no fue efectiva, pero las palabras me fallan. Bajo la mirada a mis dedos.

—Lo siento —susurro.

—¿Lo sientes? ¡A la mierda! —dice de nuevo.

—Sé que no es un buen momento…

—¡No es un buen momento! —grita— Quería mostrarte el jodido mundo y ahora… joder. Pañales, vomito y mierda. —Cierra sus ojos. Creo que está tratando de contener su
temperamento y está perdiendo la batalla.

—¿Lo olvidaste? Dimelo. ¿o lo hiciste a propósito? —Sus ojos arden y la ira emana de ella como un campo de fuerza.

—No —susurro.

No puedo contarle sobre Hannah, la despediría. Lo sé.

LIBERADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora