115

1K 67 9
                                    

Me despierto fría y desorientada. Temblando miro el reloj, las once de la noche. Oh, sí… Tú. Acaricio mi barriga. ¿Dónde está Vanesa? ¿Está de vuelta? Rígidamente me levanto del sillón en busca de mi chica.

Cinco minutos más tarde, me doy cuenta de que no está en casa. Espero que no le haya pasado nada. Los recuerdos de la larga espera cuando Charlie Tango desapareció me inundan de vuelta.

No, no, no. Deja de pensar de esta manera. Probablemente ha ido… ¿A
dónde? ¿A quién iría a ver? ¿Francis? O tal vez esta con Flynn. Espero que sí.

Encuentro mi móvil de vuelta en la biblioteca, y le envió un mensaje
de texto.

*¿Dónde estás?*

Me dirijo al cuarto de baño y me hago un baño. Estoy tan fría.
Ella todavía no ha regresado cuando salgo de la bañera. Me cambio a uno de mis camisones estilo 1930 y mi bata y me dirijo hacia el gran salón. En el camino, me asomo en el cuarto de invitados. Tal vez esta podría ser la habitación de Pequeño Blip. Estoy sorprendida por el pensamiento y me quedo en la puerta, contemplando esta realidad. ¿Vamos a pintar de azul o
rosa? El dulce pensamiento es opacado por el hecho de que mi chica errante esté tan molesta ante la idea.

Agarrando el edredón de la cama de invitados, me dirijo a la gran sala para mantenerme en vigilia.
Algo me despierta. Un sonido.

—¡Mierda!

Es Vanesa en el hall de entrada. Oigo el roce de la mesa por el suelo otra vez.

—¡joder! —repite, más apagada esta vez.

Entro a tiempo para verla tambalearse por las puertas dobles. Está borracha, seguro. Mi cuero cabelludo pica. Mierda, ¿Vanesa borracha? Sé lo mucho que odia a las borrachas y lo controladora que es con el alcohol. Salto y corro hacia ella.

—vane, ¿estás bien?

Se apoya en la manilla de las puertas del vestíbulo.

—Sra. Martín —arrastra las palabras.

Mierda. Está muy borracha. No sé qué hacer.

—Oh… te ves muy bien, Mónica.

—¿Dónde has estado?

Pone sus dedos en sus labios y sonríe hacia mí.

—¡Shh!

—Creo que será mejor que vengas a la cama.

—Contigo… —ella se ríe por lo bajo.

¡Riéndose por lo bajo! Frunzo el ceño y pongo suavemente mi brazo
alrededor de su cintura, ya que apenas se puede soportar, y mucho menos caminar. ¿Dónde ha estado? ¿Cómo llegó a casa?

—Deja que te ayude a ir a la cama. Apóyate en mí.

—Eres muy hermosa, moni—se inclina sobre mí y huele mi pelo, casi
tirándonos a las dos.

—vane, venga. Te voy a poner en la cama.

—Está bien —dice como si estuviera tratando de concentrarse.

Nos tropezamos por el pasillo y, finalmente, llegamos a la habitación.

—Cama —dice, sonriendo.

—Sí, cama - la maniobro a la orilla, pero ella me sostiene.

—Únete a mí —dice.

—Vanesa, creo que necesitas dormir un poco.

—Y así comienza. He oído hablar de esto.

Frunzo el ceño.

—¿Has oído hablar de qué?

—Los bebés significan no tener relaciones sexuales.

—Estoy segura de que no es cierto. De lo contrario todos vendríamos de familias de un solo hijo.

mira hacia mí.

—Eres graciosa.

—Estás borracha.

—Sí —ella sonríe, pero su sonrisa cambia cuando piensa en ello, y una expresión embrujada cruza su rostro, una mirada que me da escalofríos hasta los huesos

—Vamos, vane —digo suavemente. No me gusta su expresión. Habla
de horribles, y feos recuerdos que ninguna niña debería ver—. Vamos a meterte en la cama.

—Únete a mí —dice arrastrando las palabras.

—Vamos a quitarte la ropa primero.
Sonríe ampliamente

—Ahora estás hablando.

Santo cielo. Vane borracha es linda y juguetona. La prefiero sobre la
Vane molesta como el infierno en cualquier momento.

—Siéntate. Déjeme tomar tu chaqueta.

—La habitación da vueltas.

—¡Vanesa, siéntate!

Ella sonríe hacia mí.

—Sra. Martín , es una pequeña cosa mandona…

LIBERADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora