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—Hay un poco de zumo de naranja para ti aquí —dice Vanesa, y mis
ojos parpadean para abrirse de nuevo.

He tenido las dos horas de sueño
más tranquilas que puedo recordar, y me despierto descansada, mi cabeza ya no está palpitando. El zumo de naranja es una vista bienvenida, como lo es mi chica.
Está con una de sus tantas camisetas con los laterales abiertos, que dejaba ver su sujetador de encaje color negro. Y estoy momentáneamente sintonizando de nuevo el Hotel y la primera vez que me desperté con ella.

—Voy a tomar una ducha —murmura, y desaparece hacia el cuarto de
baño.

Frunzo el ceño. Todavía está distante. O está distraída por todo lo que ha sucedido, o todavía está enfadada, o... ¿qué? Me siento y alcanzo el zumo de naranja, bebiéndolo con demasiada rapidez. Está delicioso, frío como el hielo, y hace de mi boca un lugar mucho mejor. Trepo fuera de la
cama, ansiosa por disminuir la distancia, real y metafísica, entre mi chica y yo.

Echo un vistazo rápidamente a la alarma. Son las ocho. Me
quito la camiseta de vanesa y la sigo al cuarto de baño. Está en la ducha, lavándose el cabello, y no dudo. Me deslizó detrás de ella, y se pone tensa en el momento en que envuelvo mis brazos a su alrededor y apoyo mi frente en su espalda. Ignoro su reacción, abrazándola con fuerza, y presiono mi mejilla completamente contra ella, cerrando mis ojos.

Después de un momento, se mueve por lo que ambas estamos bajo la
cascada de agua caliente y continúa lavando su cabello. Dejo que el agua me lave mientras acuno a vane. Pienso en todas las veces que
ha estado enfadada conmigo y todas las veces que me ha hecho el amor
aquí. Frunzo el ceño. Nunca ha sido tan tranquila. Girando mi cabeza,
empiezo a arrastrar besos a través de su espalda. Su cuerpo se tensa de nuevo.

—Moni —me advierte.

—Hmm.

Mis manos viajan lentamente por encima de su tenso estómago hasta su vientre.  coloca ambas manos sobre las mías y las detiene
abruptamente. Niega con su cabeza.

—No —me advierte.

La libero, inmediatamente. ¿Está diciendo que no? Mi mente va en caída libre, ¿alguna vez ha ocurrido esto antes?

Mi subconsciente niega con la
cabeza, sus labios fruncidos. Ella me mira por encima de sus gafas de media luna, usando su mirada de lo-has-arruinado-realmente-esta-vez
Siento como que hubiera sido abofeteada con fuerza. Rechazada. Y toda una vida de inseguridad genera el pensamiento desagradable de que ya no me quiere. Jadeo mientras el dolor quema a través de mí. Vane gira, y estoy aliviada al ver que no es completamente ajena a mis encantos, sus pezones se ven duros.

Agarrando mi barbilla, inclina mi cabeza hacia atrás, y me encuentro a mi misma mirando a sus hermosos y recelosos ojos.

—Todavía estoy muy enfadada contigo —dice, su voz baja y grave.

¡Mierda!

Inclinándose, apoya su frente contra la mía, cerrando los ojos. Levanto la mano y acaricio su cara.

—No estés enfadada conmigo, por favor. Creo que estas reaccionando de forma exagerada —le susurro.

Se incorpora, palideciendo. Mi mano se cae por sí sola a mi lado.

—¿Reaccionado de forma exagerada? —gruñe—. ¡Un maldito loco se mete
en mi casa para secuestrar a mi esposa, y crees que estoy exagerando! — La sobria amenaza en su voz es aterradora, y sus ojos resplandecen mientras me mira fijamente como si yo fuera la maldita loca.

—No… eh, no es eso a lo que me refería. Pensé que esto era porque salí.

Cierra sus ojos una vez más, como si estuviera adolorida y niega con su cabeza.

—yo no estaba aquí. —Trato de apaciguarla y tranquilizarla.

—Lo sé —susurra abriendo sus ojos—. Y todo sólo porque no puedes
seguir una simple y maldita solicitud.

Su tono es amargo y es mi turno para palidecer.

—No quiero discutir esto
ahora, en la ducha. Todavía estoy muy enfadada contigo, Mónica. Me
estás haciendo dudar de mi juicio. —Da la vuelta y rápidamente sale de la ducha, tomando una toalla en su camino y saliendo de forma aireada del cuarto de baño, dejándome desolada y fría bajo el agua caliente.

Mierda. Mierda. Mierda.

Entonces, el significado de lo que acaba de decir se hace evidente para mí.

¿Secuestro? Mierda. ¿Jack quería secuestrarme? Recuerdo la cinta
adhesiva y no quiero pensar muy profundamente en por qué Jack la tenía.

¿Tiene Vanesa más información? A toda prisa me mojo, luego, me pongo champú y acondicionar en el cabello. Quiero saber. Necesito saber. No voy a dejarla mantenerme en la oscuridad acerca de esto.

Vanesa no está en el dormitorio cuando salgo. Por Dios, ella se viste muy rápido. Hago lo mismo, poniéndome mi vestido favorito color ciruela y sandalias negras, y soy consciente de que he elegido esta ropa porque a vanesa le gusta.

Enérgicamente me seco el cabello con la toalla, luego lo trenzo y lo enrosco en un moño. Poniéndome aretes de diamantes, me apresuro hacia el cuarto de baño para aplicarme un poco de
rímel y mirarme en el espejo. Estoy pálida. Jesús, siempre estoy pálida.

Tomo un respiro profundo y estabilizante. Necesito enfrentar las consecuencias de mi decisión precipitada por irme a divertir con mi amiga.
Suspiro, a sabiendas de que Vanesa  no lo verá de esa manera.

Vane  no esta en ningún lugar donde pueda ser vista en el gran salón.
La Sra. Jones se está afanando en la cocina.

—Buenos días, Moni —dice con dulzura.

—Buenos días —le sonrío ampliamente. ¡Soy Moni de nuevo!

—¿Té?

—Por favor.

—¿Algo de comer?

—Por favor. Esta mañana me gustaría una tortilla de huevos.

—¿Con champiñones y espinacas?

—Y queso.

—Preparándose.

—¿Dónde está Vanesa?

—está en su estudio.

—¿Ya ha desayunado? —Le echo un vistazo a los dos lugares establecidos en la barra de desayuno.

—No, señora.

—Gracias.

Vanesa está al teléfono, vestida con una camisa blanca pegada al cuerpo, con unos cuantos botones desabrochados que mostraban el inicio de sus pechos, unos vaqueros negros y botas de tacon alto, se veía tan sexy.

Levanta la vista cuando aparezco en la puerta, sus ojos perfectamente delineados me amenazan y niega con la cabeza hacia mí, lo que indica que no soy bienvenida.

Mierda... me doy vuelta y me paseo abatida de vuelta a la barra de desayuno.

Sole  aparece, elegantemente vestida con un traje sombrío, luciendo como si hubiera tenido ocho horas de sueño ininterrumpido.

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