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Las dos nos quedamos calladas, el silencio estirándose y tensándose entre nosotras.

—Buenas noches, moni—dice al final.

—Buenas noches, Vanesa.

Cuelga.

Oh mierda. Miro mi móvil . No sé qué espera ella que haga. No le voy a dejar que me pisotee totalmente. Sí, está enfadada, bastante. Yo estoy enfadada. Pero estamos donde estamos. No he corrido indiscreta hacia mi ex amante pedófila. Quiero que sepa que ésa no es una forma aceptable de
comportarse.

Me apoyo en el respaldo de la silla, mirando larga y fijamente a la mesa de billar de la biblioteca, y recuerdo momentos divertidos jugando al snooker.
Pongo mi mano en mi estómago. Puede que simplemente sea demasiado
pronto. Tal vez esto no está destinado a ser…
Incluso mientras pienso en ello, mi subconsciente está gritando ¡no! Si termino este embarazo, nunca me perdonaré a mí misma, o a vanesa.

—Oh, Blip, ¿qué nos has hecho?

No puedo afrontar hablar con patri . No puedo afrontar hablar con nadie.

Le envío un mensaje, prometiendo llamar pronto.

A las once, no puedo mantener más mis párpados abiertos. Resignada, me marcho a mi vieja habitación. Acurrucándome bajo el edredón nórdico, finalmente me dejo llevar, sollozando en mi almohada, grandes pesados sollozos de dolor nada propios de una dama…

Mi cabeza está pesada cuando me levanto. Vigorizantes rayos de luz caen a través de las grandes ventanas de mi habitación. Mirando a la alarma veo que son las siete y media. Mi pensamiento inmediato es: ¿dónde está vanesa? Me levanto y balanceo fuera de la cama. En el suelo al lado de la cama está la corbata plateada gris de Vanesa, mi favorita.

No estaba ahí cuando me fui a la cama anoche. La levanto y la observo, acariciando el sedoso material entre mis pulgares e índices, después la
acaricio contra mi mejilla. Ha estado aquí, mirándome dormir. Y un brillo de esperanza brilla dentro de mí.

La señora Jones está ocupada en la cocina cuando llego abajo.

—Buenos días —dice brillantemente,

—Buenas. ¿Vanesa? —pregunto.

Su cara cae.

—Ya se ha ido.

—¿Así que ha venido a casa? —Necesito comprobarlo, incluso a pesar de que tengo su corbata como prueba.

—Sí que lo hizo —se detiene—. Moni, por favor perdóneme por hablar sin permiso, pero no la abandone. Es una mujer cabezota.

Asiento y ella para. Estoy segura de que mi expresión le dice que no quiero discutir sobre mi chica  errante ahora mismo.

Cuando llego al trabajo, compruebo mis emails. Mi corazón salta cuando veo que hay uno de Vanesa.

"Moni, Estoy volando a Málaga hoy.
Tengo algunos negocios para concluir .
Pensé que lo querrías saber."

Oh. Lágrimas aparecen en mis ojos. ¿Es eso? Mi estómago se da la vuelta.

¡Mierda! Voy a estar enferma. Corro al baño y lo consigo justo a
tiempo, depositando mi desayuno en el váter. Me hundo hasta el suelo del cubículo y pongo mi cabeza en las manos. ¿Podría ser más miserable?

Después de un rato, hay un suave golpe en la puerta.

—¿Moni? —Es Hannah.

Mierda.

—¿Sí?

—¿Estás bien?

—Estaré fuera en un momento.

— Fox está aquí para verte.

Mierda.

—Mételo en la sala de reuniones. Estaré ahí en un minuto.

—¿Quieres un poco de té

—Por favor.

Después de mi comida, otro queso cremoso y bollo de salmón, los cuales consigo mantener en mi estómago, me siento mirando con indiferencia mi ordenador, buscando inspiración y preguntándome cómo Vanesa y yo
vamos a resolver este gran problema.

Mi móvil vibra, haciéndome saltar. Miro a la pantalla, es Mia. Mierda, eso es todo lo que necesito, su efusividad y entusiasmo. Vacilo,
preguntándome si podría solo ignorarla, pero la cortesía gana.

—Mia —respondo alegremente.

—Bueno, hola allí, moni … cuanto tiempo sin hablar.

La voz masculina es familiar.

¡Mierda!

LIBERADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora