VANESA

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Que empiece el juego, Señorita Carrillo.

—necesito un par de cosas. Para empezar, bridas para cables.

Sus labios se separan cuando inhala bruscamente.

Estarías sorprendida de lo que puedo hacer con unas cuantas amarras, Carrillo.

—Tenemos de varias medidas. ¿Quiere que se las muestre?

—si, por favor. La acompaño, señorita.

Sale de detrás del mostrador y hace gestos hacia uno de los pasillos. Está usando tenis. Ociosamente me pregunto cómo luciría con tacones súper altos. Laboutines… nada más que Laboutines.

—Están con los artículos de electricidad, en el pasillo número ocho. —Su voz flaquea mientras
se sonroja… de nuevo.

Está afectada por mí. La esperanza florece en mi pecho. Es lesbiana,
entonces. Sonrío con suficiencia.

—la sigo —murmuro, señalando con mi mano para que ella guíe el camino.

Dejándola caminar adelante, tengo espacio y tiempo para
admirar su fantástico trasero. Realmente es el paquete completo: dulce, cortés, y hermosa con todos los atributos físicos que valoro en una sumisa. Pero la pregunta del millón de dólares es, ¿podría ella ser una sumisa?
Probablemente no sabe nada del estilo de vida, mi estilo de vida, pero quiero bastante introducirla a él.

Estás yendo mucho más allá de ti misma con esto, Martín.

—¿ha venido a Elche por negocios? —pregunta, interrumpiendo mis
pensamientos. Su voz es alta, intentando fingir desinterés.

Aquello me hace reír, lo que es refrescante. Las mujeres raramente me hacen reír.

—he venido de visita al departamento de agricultura de la universidad - miento. De hecho, estoy aquí para verte. Se
sonroja, y me siento como una mierda—. En estos momentos financio una investigacion sobre la rotación de cultivos y la ciencia del suelo. —Eso, al menos, es verdad.

—¿forma parte de su plan para alimentar al mundo? —Sus labios
cambian a una media sonrisa.

—Algo así —murmuro.

¿Se está riendo de mí? Oh, me encantaría detener eso sí lo está haciendo. Pero, ¿cómo empezar? Quizá con una cena, más
que la usual entrevista…. Ahora, eso sería una novedad; llevar a un prospecto a cenar.

Llegamos a las amarras, que están organizadas en un en surtido de
longitudes y colores. Ausentemente mis dedos trazan los paquetes.
Podría simplemente invitarla a salir. ¿Como en una cita?
¿Vendría ella? Cuando la miro, está examinando sus dedos nudosos. No
puede mirarme… eso es prometedor. Selecciono las amarras más largas. Son más flexibles, después de todo, puede acomodar dos tobillos y dos muñecas de una vez.

—Estás me irán bien —murmuro, y ella se sonroja de nuevo.

—¿Algo más? —dice rápidamente.

O está siendo súper atenta o quiere sacarme de la tienda, no sé cuál de las dos.

—Me gustaría algo de cinta para adhesiva.

—¿Está redecorando su casa?

Reprimo mi bufido.

—No, no estoy decorandola. —No he sostenido una brocha en un largo tiempo.

El pensamiento me hace sonreír, tengo gente que haga toda esa mierda.

—Por aquí —murmura ella, luciendo disgustada.

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