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—Silencio —apacigua, y sus labios están en los míos, efectivamente
silenciándome. Doy la bienvenida al más cálido, intimo contacto, la besó vorazmente.

Rompe el contacto y el zumbido se acerca.

—Esto es una varita, nena. Vibra.

Lo sostiene en contra de mi pecho, y se siente como una gran bola, como un objeto que vibra en mi contra. Me estremezco cuando se mueve a través de mi piel, entre mis pechos, a través del primero, luego el otro pezón, y estoy inundada con la sensación, sensación de hormigueo en todas partes.

—Ah —gimo mientras que los dedos de Vanesa continúan moviéndose
dentro de mí. Estoy cerca… toda esta estimulación... Inclino la cabeza hacia atrás, gimo en voz alta y vanesa detiene sus dedos.

Toda sensación se detiene.

—¡No! Vanesa —ruego, tratando de empujar las caderas hacia adelante por algo de fricción.

—Quieta, nena —dice mientras mi inminente orgasmo se derrite. Se
inclina hacia adelante, una vez más y me besa.

—¿Frustrante, verdad? —murmura.

¡Oh no! De repente entiendo este juego.

—Vanesa , por favor.

—Calla —dice y me besa.

Y empieza a moverse otra vez, varita, dedos,
pulgar, una combinación letal de tortura sensual. Cambia para que su cuerpo roce el mío. Todavía está vestida, y la suave mezclilla de sus jeans se roza contra mi pierna. Tan tentadoramente
cerca. Me lleva al borde otra vez, mi cuerpo lleno de necesidad, y para.

—No —maúllo en alto.

Planta suaves y húmedos besos en mi hombro mientras retira sus dedos
de mí, y mueve la vara hacia abajo. Oscila sobre mi estómago, mi tripa, sobre mi sexo, contra mi clítoris. Mierda, es intenso.

—¡Ah! —chillo, empujando fuerte contra las limitaciones.

Mi cuerpo está tan sensibilizado que siento que voy a explotar, y mientras lo hago, Vanesa vuelve a parar.

—¡Vanesa, joder ! —chillo.

—Frustrante, ¿sí? —murmura contra mi garganta—. Justo como tú.
Prometiendo una cosa y luego… —Su voz se va apagando.

—¡Vanesa, por favor! —suplico.

Presiona la vara contra mí otra y otra vez, parando justo en el momento vital cada vez. ¡Ah!

—Cada vez que paro, se siente más intenso cuando vuelvo a empezar.
¿Verdad?

—Por favor —gimoteo. Las puntas de mis nervios están gritando por la
liberación.

El zumbido para y vanesa me besa. Pasa su nariz por la mía.

—Eres la mujer más frustrante que he conocido nunca.

No, no, no.

—Vanesa, nunca prometí obedecerte. Por favor, por favor…

Se mueve enfrente de mí, agarra mi parte trasera y presiona sus caderas contra mí, haciéndome jadear, los botones de sus
jeans presionándome, mientras sube su rodilla a mi sexo . Con una mano me quita la venda y agarra mi barbilla, y parpadeo a sus abrasadores ojos.

—Me vuelves loca —susurra, rozando su rodilla contra mí una, dos, tres veces más, causando que mi cuerpo explote, preparado para arder. Y otra vez me lo impide. Cierro los ojos y murmuro una plegaria. No puedo evitar sentir que estoy siendo castigada.
Estoy indefensa y ella es despiadada.
Lágrimas brotan de mis ojos. No sé cuán lejos va a llevar esto.

—Por favor —murmuro una vez más.

Pero me mira, implacable. Sólo va a continuar. ¿Durante cuánto tiempo? ¿Puedo jugar este juego? No. No. No. No puedo hacer esto. Sé que no va a parar. Va a continuar para torturarme. Su mano viaja hacia abajo por mi cuerpo una vez más. No… y la presa explota, toda la aprehensión, la ansiedad, y el miedo del último par de días abrumándome otra vez
mientras las lágrimas brotan de mis ojos. Esto no es amor. Es venganza.

—Rojo —susurro—. Rojo. Rojo.

Las lágrimas fluyen por mi cara.
Se queda quieta.

—¡No! —jadea, asombrada—. Mierda, no.

Se mueve rápidamente, desenganchando mis manos, sujetándome por la
cintura e inclinándose para desabrochar mis tobillos, mientras pongo mi cabeza en mis manos y lloro.

—No, no, no. Moni, por favor. No.

Levantándome, se mueve a la cama, sentándome y acunándome en su
regazo mientras sollozo inconsolablemente. Estoy abrumada… mi cuerpo está tenso hasta el límite, mi mente en blanco, y mis emociones diseminadas por el viento. Ella se estira detrás de mí, arranca la sábana de
satén de la cama de cuatro postes y me cubre con ella. Las frías sábanas se sienten extrañas y no bienvenidas contra mi sensibilizada piel. Me envuelve con los brazos, abrazándome, meciéndome suavemente hacia delante y atrás

—Lo siento. Lo siento —murmura Vanesa , su voz cruda. Besa mi cabello una y otra vez—. Moni perdóname, por favor.

Girando mi cara hacia su cuello, continúo llorando, y es una liberación catártica. Ha pasado tanto en los últimos días, fuegos en salas de ordenadores, persecuciones de coches, carreras planeadas para mí, arquitectas cachondas, lunáticos armados en el apartamento, discusiones,
su enfado, y vanesa ha estado fuera. Odio que Vanesa se vaya…

Uso la esquina de la sábana para sonarme la nariz y poco a poco me doy cuenta de que los tonos clínicos de Bach todavía están resonando alrededor de la sala.

LIBERADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora