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—vane...

—Moni, necesito saberlo.

Ella se estrella contra mi de nuevo, empujando tan profundo, y yo me estoy destruyendo... La sensación es tan intensa, que me hunde, un espiral
desde lo más profundo de mi vientre, a cada miembro, a cada sistema .

—No lo sé —grito—. ¡Porque puedo! ¡Porque te amo! Por favor, Vanesa...

gime en voz alta y se hunde profundo, una y otra vez, una y otra vez, y estoy perdida, tratando de absorber el placer. Es alucinante... mi cuerpo
explota... intento estirar las piernas, para controlar el orgasmo inminente, pero no puedo... Me siento indefensa. Soy suya, sólo suya, para hacer lo
que ella quiera... Las lágrimas llenan mis ojos. Esto es… sólo es…
demasiado intenso. No puedo detenerla. No quiero detenerla... La quiero...
La quiero... Oh no, oh no.... esto es demasiado...

—Eso es —gruñe Vanesa—. Siéntelo, nena.

Me vengo en torno a ella, una y otra vez, dando vueltas y vueltas, gritando en voz alta mientras mi orgasmo acaba, abrasando a través de mi como un reguero de pólvora, consumiendo todo. Me retuerzo, lagrimas cayendo por mi cara, mi cuerpo queda sonando y agitado.
Y soy consciente de Vanesa, ella sigue dentro de mí, arrastrándome en posición vertical sobre su regazo. Agarra mi cabeza con
una mano y mi espalda con la otra, y se viene violentamente dentro de mi, ella y sus juegos, esos que ne vuelven loca, Vanesa retira el arnés de dentro de mi y también se lo quita. mientras mi interior sigue temblando por las replicas.

es agotadora, es el infierno... es el cielo. Su hedonismo se vuelve salvaje.

Vanesa me quita la venda de los ojos y me besa. Besa mis ojos, mi nariz, mis mejillas. Ella besa mis lágrimas, agarrando mi cara entre sus manos.

—Te amo, Sra. Martín —ella respira—, a pesar de que me haces enfadar, me siento tan viva contigo —No tengo la energía suficiente para abrir bien los ojos o la boca y responder.

Muy suavemente, me pone de nuevo en la cama y deja de abrazarme, dejo de sentir la conexión de mis pezones con los de ella .

Murmuro algunas palabras de protesta. Ella sube a la cama y se deshace de las esposas. Cuando estoy libre, frota suavemente mis muñecas y tobillos, y luego se acuesta a mi lado otra vez, llevándome a sus brazos. Extiendo
mis piernas.

Oh, eso se siente bien. Me siento bien. Ese fue, sin duda, el
clímax mas intenso que he tenido.

Hmm... una follada castigo de Vanesa Martín, mi Cincuenta sombras.

Realmente debería portarme mal con más frecuencia.

Una apremiante necesidad de mi vejiga me despierta. Cuando abro los ojos, estoy desorientada. Afuera está oscuro. ¿Donde estoy? ¿Londres? ¿París? Oh, el barco. Siento su cabeceo y balanceo, y oigo el zumbido silencioso de los motores. Estamos en movimiento. Que extraño.

Vanesa está a mi lado, trabajando en su ordenador portátil, vestida de manera informal con una camiseta de AC/DC grande, que le tapaba hasta los muslos , sus pies descalzos. Su cabello todavía está húmedo, y puedo oler, gracias a la ducha, su cuerpo limpio y el olor de ella misma... Hmm.

—Hola —murmura, mirando hacia mi, con sus ojos cálidos.

—Hola —Sonrío, sintiéndome de pronto tímida—. ¿Cuanto tiempo he
estado durmiendo?

—Sólo una hora más o menos.

—¿Nos estamos moviendo?

—Supuse que como cenamos fuera anoche y fuimos al ballet y al casino, cenaríamos esta noche en el barco. Una noche tranquila para dos.

Le sonrío

—¿A dónde vamos?

—Cannes.

—Está bien —Me estiro, sintiendo la rigidez.

Ninguna cantidad de
entrenamiento con Claude podría haberme preparado para esta tarde.
Me levanto con cuidado, necesito ir al baño. Agarrando la bata de seda de Vanesa, me apresuro a ponérmela. ¿Por que soy tan tímida? Siento los ojos de vane en mi. Cuando la miro, vuelve a su ordenador portátil, con el ceño fruncido.

¿Por qué esta mujer es tan jodidamente perfecta? ¿Por qué sus ojos son divinos? ¿Por qué su cuerpo está totalmente esculpido? ¿Por qué su sonrisa es tan hermosa?
No tenía respuestas a mis preguntas, solo sé que definitivamente es mía, completamente mía, y tengo el pack completo, ella, sus juegos, su risa, sus mimos de buena mañana, sus besos posesivos, sus besos tranquilos y sus abrazos por las noches. Mi chica, mi Vanesa.

Entro al baño, no sin antes reirme de la coleta improvisada que Vanesa se había hecho con un boli y darle un beso en la nariz.

Mientras distraídamente me lavo las manos, recordando la última noche
en el casino, mi bata cae abierta. Me miro en el espejo, sorprendida.
¡Joder! ¿Que me ha hecho? ¿En qué momento a ocurrido esto?

Miro directamente con horror a las marcas rojas sobre todos mis
pechos. ¡Chupones! ¡Tengo chupones! Estoy casada con la mujer de negocios más respetada de España, y me ha dejado unos jodidos chupones. ¿Cómo no sentí cuando me los estuvo haciendo? Me sonrojo.

El hecho es que sé exactamente por qué: la señorita orgásmica estaba usando sus habilidades sexuales de motricidad fina en mí.

Mi subconsciente mira por encima de sus gafas de media luna y hace un
gesto de desaprobación, mientras mi diosa interna duerme en su silla
larga, sin darse cuenta. Me quedo boquiabierta ante mi reflejo. Mis
muñecas tienen un verdugón rojo, alrededor de donde estaban las
esposas. Sin duda se volverá un moretón. Examino mis tobillos, más verdugones. Maldita sea, parece como si hubiese estado en alguna clase de accidente. Me miro, tratando de asimilar lo que veo. Mi cuerpo es tan
diferente estos días. Ha cambiado sutilmente desde que la conozco…

me he puesto más delgada y en forma, y mi cabello está brillante y bien cortado. Mis uñas arregladas, mis pies también, mis cejas definidas y hermosamente formadas. Por primera vez en mi vida, estoy bien arreglada,
excepto por esos horribles moretones de amor.

No quiero pensar sobre el acicalamiento en este momento.

Estoy demasiado enfadada. ¿Cómo se atreve a marcarme de esta manera, como una adolescente? En el corto tiempo en el que hemos estado juntas, nunca me ha dejado chupones. Luzco como el infierno. Sé por qué lo está
haciendo. Maldita controladora obsesiva.

¡Cierto! Mi subconsciente pliega
sus brazos bajo sus pequeños pechos. Salgo del baño privado y entro al vestidor, cuidadosamente evitando incluso una mirada en su dirección.

Quitándome mi bata, me pongo un chandal. Deshago la
trenza, tomo un cepillo del pequeño tocador y empiezo a cepillar mis
nudos.

—Mónica —dice Vanesa y escucho su ansiedad—. ¿Estás bien?

LIBERADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora