102

1K 54 0
                                    

—¿Que no haga qué?

—Mirarme así.

—A la mierda el papeleo —murmuro con una risita.

Ella ríe, y es un sonido tan despreocupada y juvenil. Tira de mí a sus brazos y besa mi cabeza.

—Algún día, alquilaré este elevador por toda una tarde.

—¿Sólo una tarde? —Arqueo una ceja.

—Sra. Martín , es muy traviesa.

—Cuando se trata de ti, lo soy.

—Me alegra oír eso. —Me besa suavemente.

Y no sé si es porque estamos en este elevador o porque no me ha tocado en más de veinticuatro horas o simplemente porque es mi intoxicante chica,
pero el deseo se libera y establece tranquilamente en mi estómago. Paso mis dedos por su cabello y profundizo el beso, empujándola contra la pared y apoyando mi cuerpo en el suyo.

Gime en mi boca y toma mi cabeza, acunándola mientras nos besamos,
realmente nos besamos, nuestras lenguas explorando el oh tan familiar pero al mismo tiempo oh tan excitante territorio que es la boca de la otra.

Mi diosa interior se desmaya, llevando mi libido de regreso.
Acaricio su tan, tan hermoso rostro con mis manos.

—Moni —suspira.

—Te amo, Vanesa Martín . No lo olvides —susurro mirando sus oscuros ojos verdes.

El elevador se detiene suavemente y las puertas se abren.

—Vamos a ver a tu padre antes de que decida alquilar esto hoy. —Me besa rápidamente, toma mi mano, y me lleva al vestíbulo.

Cuando pasamos junto al mostrador, Vanesa le da una discreta señal al amable hombre de mediana edad que está detrás del escritorio. Él asiente y levanta el teléfono. Miro a vanesa inquisitivamente, y me da su sonrisa secreta. Le frunzo el ceño, y por un momento parece nerviosa.

—¿Dónde está sole? —pregunto.

—La veremos dentro de poco.

Por supuesto, debe estar cargando gasolina.

—¿anita?

—Haciendo unos mandados.

¿Qué mandados?

Vane evita la puerta giratoria, y sé que lo hace para no tener que
soltar mi mano. La idea me gusta.

Miro alrededor, buscando la
camioneta Audi y a sole . Nada. La mano de Vanesa se tensa en la mía, y la miro. Parece ansiosa.

—¿Qué ocurre?

Se encoge de hombros. El ruido de un motor me distrae. Es un ronroneo… familiar. Cuando me doy vuelta buscando la fuente del sonido, se detiene.
Sole está saliendo de un coche deportivo relucientemente blanco frente a nosotras.

¡Oh mierda! Es un R8. Miro a vanesa , quien me mira ansiosamente.

“Puedes comprarme uno para mi cumpleaños… uno blanco, creo.”

—Feliz cumpleaños —dice, y sé que espera mi reacción.

La miro boquiabierta porque es todo lo que puedo hacer. Levanta una llave.

—Completamente lo has superado —susurro.

¡Me compró un maldito Audi
R8! Santa mierda. ¡Y exactamente el que le pedí! Mi cara se rompe en una gran sonrisa, y mi diosa interior hace un salto mortal hacia atrás. Me balanceo entre un estado perpleja y uno de completa emoción.

La emoción de Vanesa refleja la mía, y salto a sus brazos. Me levanta en el aire y damos vueltas.

—¡Debes tener más dinero que sentido común! —le digo—. Me encanta. Gracias. —Se detiene y me baja de repente, mirándome, por lo que tengo que aferrarme a sus brazos.

—Lo que sea por ti, Carrillo. —Me sonríe. Oh Dios. Qué demostración
pública de afecto. Se inclina y me besa—. Ven. Vamos a ver a tu padre.

—Sí. ¿Y puedo conducir?

Me sonríe de nuevo.

—Por supuesto. Es tuyo.

Me deja ir, y me apresuro a la puerta del conductor.

Sole la abre para mí, con una gran sonrisa.

—Feliz cumpleaños, Sra. Mónica .

—Gracias sole. —La sorprendo al abrazarla suavemente, y me devuelve incómodo el gesto. Sigue ruborizada cuando me subo al coche, y cierra eficientemente la puerta una vez estoy adentro.

—Conduzca con cuidado, señora Martín —dice juguetonamente.

Le doy una mirada asesina, pero incapaz de contener la emoción.

—Lo haré —prometo, poniendo la llave en el contacto mientras vanesa se acomoda a mi lado.

—Tómalo con calma. Nadie nos persigue ahora —advierte. Cuando giro la llave, el motor ruge a la vida.

Miro los espejos retrovisores, y
encontrándome en un extraño momento con poco tránsito, hago una
perfecta maniobra de vuelta en U y me dirijo al hospital.

—¡Whoa! —exclama Vanesa alarmada.

—¿Qué?

—No quiero que termines en la unidad de cuidados intensivos al lado de tu padre. Desacelera —gruñe, en su tono de no discutir.

Aflojo mi pie del
acelerador y la miro.

—¿Mejor?

—Mucho —murmura, intentando parecer consternada, y fallando
miserablemente.

La condición de Jesús era la misma. Verlo así me hace reconsiderar el viaje aquí. Realmente debería conducir con más cuidado. No puedes legislar por cada conductor ebrio de este mundo.

Debo preguntarle a vanesa que fue
del imbécil que chocó a Jesús , estoy segura de que sabe. A pesar de los tubos, mi papá se ve algo cómodo, y creo que tiene algo más de color en las mejillas. Mientras le cuento sobre mi mañana, Vanesa va a la sala de
espera a hacer llamadas.

La enfermera Kellie viene, chequeando los monitores de Jesús y tomando nota.

—Todos sus signos se ven bien, Sra. Martín —me sonríe amablemente.

—Eso es muy alentador.

Un ratito después aparece el Dr. con dos enfermeras y dice
cálidamente.

—Señora Martín , es hora de llevar a su padre a radiología.
Vamos a hacerle una tomografía computarizada. Para ver el progreso de su cerebro.

—¿Tomará mucho?

—Hasta una hora.

—Esperaré. Me gustaría saber.

—Eso seguro, Sra. Martín .

Voy a la afortunadamente vacía sala de espera donde Vanesa se está
paseando hablando por teléfono.

Mientras habla, mira por la ventana a la vista panorámica de Elche, mi vista es mucho mejor que la de ella, yo veo su culo que tanto me encanta
Voy donde ella y le doy una suave nalgada, ella hace un intento de sonrisa y sigue con su llamada.

—¿Cuánto sobre el límite?... Ya veo… todos los cargos, todo. El papá de Mónica está en terapia intensiva, quiero que le arrojes el maldito libro a él papá… bien. Mantenme al tanto. —Cuelga.

—¿El otro conductor?

Asiente.

—Algún estúpido camionero borracho — bufa, y me sorprende su terminología y tono desconsiderado.

Camina hacia mí, y se suaviza.

LIBERADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora