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-¿Dónde más podría estar? Quiero estar donde quiera que estés, Moni . Estar aquí me hace pensar en lo lejos que hemos llegado. Y la primera noche que dormí contigo. Qué noche aquella. Te observe durante horas. Eras sólo... perfecta -respira.

Sonrío contra su pecho.

-Duerme -murmura, y se trata de una orden. Cierro los ojos y voy a la
deriva.

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Me muevo, abriendo los ojos a una brillante mañana de septiembre. Cálida y cómoda entre sábanas limpias y sedosas, me tomo un momento para orientarme y me abruma una sensación de déjà vu. Por supuesto, estoy en el hotel.

-¡Mierda! ¡Papá! -digo en voz alta, sintiendo con un desgarrador
aumento de aprensión aferrarse a mi corazón para recordarme el motivo
de mi visita a Elche .

-Hey -vane está sentada en la cama. Acaricia mi mejilla con sus nudillos, calmándome de inmediato-. Llamé a Terapia Intensiva esta
mañana. Jesús pasó una buena noche. Todo está bien -dice reconfortantemente.

-Oh Dios, gracias -murmuro, sentándome.

Se inclina y presiona un beso en mi frente.

-Buenos días Moni -susurra y
besa mi sien.

-Hola -murmuro. Está levantada y lleva una camiseta negra con
vaqueros azules.

-Hola -responde, con una mirada suave y cálida-. ¿Debería entregarte tu regalo?

Le sonrío tentativamente y acaricio su mejilla.

-Por supuesto. Gracias. Por todo.

Frunce el ceño.

-¿Todo?

-Todo.

Se ve momentáneamente confundida, pero pronto su mirada se agranda
con anticipación.

-Toma.

Me pasa una pequeña y exquisitamente envuelta cajita con una diminuta tarjeta.

A pesar de la preocupación que siento por mi padre, siento la emoción de vane, y es contagiosa. Leo la carta.

"Por todos nuestros primeros en el primer cumpleaños junto a ti.

Te amo.

V x."

Oh Dios. ¿Qué tan dulce es eso?

-Te amo, también -murmuro, sonriéndole.

Sonríe.

-Ábrelo.

Desenvolviendo el papel cuidadosamente para no romperlo, encuentro una hermosa caja de cuero roja. Cartier. Me es familiar, gracias a los pendientes de la segunda oportunidad y mi reloj. Cuidadosamente abro la caja para descubrir un delicado brazalete de dijes de plata, o platino u oro
blanco, no lo sé, pero es absolutamente encantador. Unidos hay varios dijes: una Torre Eiffel, un taxi negro de Londres, un helicóptero, Charlie Tango, un planeador, el Soaring, un catamarán, una cama, ¿y
un cono de helado? La miro, perpleja.

-¿Vainilla? -

se encoge de hombros a modo de disculpa, y no puedo evitar
reír. Por supuesto.

-Vanesa , esto es hermoso. Gracias. Es lo mejor.

Sonríe.

Mi favorito es el corazón. Es un relicario.

-Puedes poner una foto de lo que quieras allí.

-Una foto de ti. -La miro a través de mis pestañas-. Siempre en mi
corazón.

Sonríe con su hermosa y destrozadoramente tímida sonrisa.

Miro los dos últimos dijes: una letra M

- una M de María y de Mónica -

oh sí, yo fui su primera novia en usar su primer nombre.

Sonrío ante el pensamiento. Y finalmente, una llave.

-Para mi corazón y mi alma -susurra.

Lágrimas pican en mis ojos. Me tiro hacia ella, envolviendo mis brazos en su cuello y saltando en su regazo.

-Es un regalo tan considerado. Lo amo. Gracias -murmuro en su oído

Oh, ella huele tan bien, a ropa de cama limpia, loción corporal, y a vanesa . Como a casa, mi casa. Mis lágrimas comienzan a caer.

Ella gruñe suavemente y me envuelve con su abrazo.

-No sé qué haría sin ti. -Mi voz se rompe mientras intento retener mis abrumadoras emociones.

Traga fuertemente y afianza su agarre en mí.

-Por favor no llores.

Sorbo mi nariz de forma no muy femenina.

-Lo lamento. Es que estoy tan
feliz y triste y ansiosa al mismo tiempo. Es agridulce.

-Hey. -Su tono es suave como la seda. Echando mi cabeza hacia atrás, me besa suavemente en los labios-. Lo entiendo.

-Ya lo sé -susurro, y vuelvo a recibir su sonrisita de recompensa.

-Desearía que estas fueran unas circunstancias más felices y
estuviéramos en casa. Pero aquí estamos. -Vuelve a encogerse de
hombros a modo de disculpa-. Vamos. Después del desayuno, veremos a
Jesús.

Una vez vestida con mis nuevos vaqueros y camiseta, mi apetito volvió por un breve pero agradecido momento durante el desayuno. Sé que Vanesa está complacida de verme comer mi barra de cereal y yogur griego.

-Gracias por pedir mi desayuno favorito.

-Es tu cumpleaños -dice Vanesa suavemente-. Y debes dejar de
agradecerme. -Pone los ojos en blanco exasperada, pero con cariño, creo.

-Sólo quiero que sepas que lo aprecio.

-Mónica , es lo que hago. -Se ve seria, por supuesto, Vanesa al
mando y en control. Cómo olvidarlo... ¿pero de ser diferente la querría?

Sonrío.

-Sí, lo es.

Me mira confundida y luego sacude la cabeza.

-¿Vamos?

-Espera que me lave los dientes.

Sonríe.

-De acuerdo.

¿Por qué la sonrisa? La idea me molesta cuando voy al cuarto. Un
recuerdo salta a mi mente. Usé su cepillo de dientes después de haber
pasado mi primera noche con ella. Sonrío y tomo su cepillo para recordar ese tiempo.

Mirando mi reflejo mientras lo hago, me veo pálida, demasiado
pálida. Pero bueno, siempre me veo pálida. La última vez que vine estaba soltera, ¡y ahora me casé a los veintidós! Me estoy poniendo vieja.

Frunzo los labios.

Levantando mi muñeca, la sacudo, y los dijes en mi brazalete tintinean
satisfactoriamente. ¿Cómo es que mi dulce Cincuenta siempre sabe
exactamente qué regalarme? Inspiro hondo, intentando calmar las
emociones que aún me embargan, y vuelvo a mirar mi brazalete.
Seguro costó una fortuna. Oh... bueno. Ella se lo puede permitir.

Mientras caminamos a los elevadores, Vanesa toma mi mano y besa mis nudillos, acariciando al Charlie Tango de mi brazalete con el pulgar.

-¿Te gusta?

-Más que gustar. Lo amo. Mucho. Como a ti.

Sonríe y vuelve a besar mis nudillos.

Me siento más ligera que ayer. Quizás porque es de mañana y el mundo siempre parece un lugar más
esperanzador que en la muerte de la noche. O quizás es despertar de esa
forma tan dulce con mi mujer. O quizás es el saber que Jesús ya no corre peligro.

Mientras entramos al elevador vacío, miro a vanesa . Sus ojos viajan rápidamente a los míos, y sonríe de nuevo.

-No lo hagas -susurra al cerrarse las puertas.

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