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Vane asiente con la cabeza.

—¿Qué crees que es?

—No tengo ni idea. —La frente de Vanesa se surca, perpleja.

Sole entra en el garaje del Escala y se detiene al lado del ascensor para dejarnos salir antes de estacionarse.
En el garaje, podemos evitar la atención de los fotógrafos que esperaban.

Vane me urge a salir del coche. Manteniendo su brazo alrededor de mi cintura, me lleva a esperar el ascensor.

—¿Contenta de estar en casa? —pregunta.

—Sí —le susurro. Pero cuando estoy de pie en el entorno familiar del
ascensor, la enormidad de lo que he pasado se estrella sobre mí y me
pongo a temblar.

—Oye… —vane envuelve sus brazos a mi alrededor y me acerca a ella —. Estás en casa. Estás a salvo —dice, besando mi cabello.

—Oh, vane. —algo que ni siquiera sabía que tenía dentro,
estalla y me pongo a llorar.

—Tranquila —susurra Vanesa, acunando mi cabeza contra su pecho.

Pero ya es demasiado tarde. Lloro, abrumada, en su camiseta, recordando el depravado ataque de Jack “¡Esto es por AIPS, maldita perra!” por decirle
a vanesa que me iba “¿Me vas a dejar?” y por mi miedo, mi desgarrador temor por Mia, por mí y por Pequeño Blip.
Cuando las puertas del ascensor se abren, vane me levanta como a
un niño y me lleva al vestíbulo. Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello y me aferro a ella, sollozando en voz baja. Me lleva a través de nuestro cuarto de baño y suavemente me deja en la
silla.

—¿Bañera? —pregunta.

Niego con la cabeza. No... no… no como inma.

—¿Ducha? —Su voz está ahogada por la preocupación.

A través de mis lágrimas, asiento con la cabeza. Quiero lavar la suciedad de los últimos días, lavar la memoria del ataque de Jack. “Puta oportunista”. Sollozo en mis manos cuando el sonido del agua cayendo de la ducha se hace eco en las paredes.

—Oye —canturrea Vanesa. De rodillas frente a mí, saca mis manos lejos
de mis mejillas llorosas y acuna mi rostro entre sus manos. La miro de frente, parpadeando mis lágrimas. —Estás a salvo. Los dos lo están —susurra.

Blip y yo. Mis ojos rebosan de lágrimas otra vez.

—Basta, ya. No puedo soportarlo cuando lloras. —Su voz es ronca. Sus pulgares limpian mis mejillas, pero mis lágrimas fluyen todavía.

—Lo siento, vane. Sólo lo siento por todo. Por hacer que te preocupes, por arriesgar todo… por las cosas que dije.

—Calla, nena, por favor. —Besa mi frente—. Lo siento. Se necesitan dos para pelear, Moni. —ella me da una sonrisa torcida—. Bueno, eso es lo que mi madre dice siempre. Dije cosas e hice cosas de las que no estoy orgullosa. —Sus ojos verdes  lucen sombríos pero penitentes—. Vamos a desvestirte.

Su voz es suave. Me limpio la nariz con el dorso de mi mano y me besa en la frente una vez más.
Rápidamente me quita la ropa, teniendo especial cuidado cuando tira de la camiseta por encima de mi cabeza. Pero mi cabeza ya no está muy adolorida. Guiándome a la ducha, se quita su propia ropa en un tiempo récord antes de entrar en la bienvenida agua caliente conmigo. Me empuja en sus brazos y me abraza, me sostiene mucho tiempo, mientras el agua
borbotea sobre nosotras, calmándonos a las dos.
Me deja llorar en su pecho. De vez en cuando besa mi cabello, pero no me deja ir, simplemente me mece suavemente por debajo del agua caliente.
Para sentir su piel contra la mía, mientras apoyo mi cabeza en sus pechos...

a esta mujer que amo, esta desconfiada mujer hermosa, la  mujer que podría haber perdido por mi propia imprudencia. Me siento vacía y adolorida ante la idea pero agradecida de que ella está aquí, sigue aquí… a
pesar de todo lo que pasó.
Tiene algunas explicaciones que dar, pero ahora quiero disfrutar del contacto de sus brazos consoladores, protectores a mí alrededor.

Y en ese momento se me ocurre; las explicaciones de su parte tienen que venir de ella. No puedo obligarla, tiene que querer decirme. No voy a ser catalogada
como la esposa gruñona, constantemente tratando de sacar información de su mujer. Es simplemente agotador. Sé que me ama. Sé que me ama más de lo que ha amado a nadie, y por ahora, eso es suficiente.

LIBERADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora