VANESA

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—ha sido un placer —respondo sinceramente, porque no he estado fascinada por alguien en mucho tiempo.

El pensamiento es inquietante.
Ella se para y extiendo mi mano, impaciente por tocarla.

—Hasta la próxima, Sta. Carrillo. —Mi voz es baja y ella ubica su pequeña mano en la mía.

Sí, quiero azotar y joder a esta chica en mi cuarto de juegos. Tenerla atada y esperando... necesitándome, confiando en mi.
Trago.

Eso no va a pasar, Martín.

—Señorita Martín. —Ella asiente y retira su mano rápido... demasiado rápido.

Mierda, no puedo dejar que se vaya así. Es obvio que está desesperada por irse. La irritación e inspiración me golpean simultáneamente cuando la veo
fuera.

—asegúrese de cruzar la puerta con buen pie, señorita Carrillo.

Ella se ruboriza entrando, su deliciosa sombra rosada.

—muy amable—escupe.

¡La Señorita Steele tiene dientes! Sonrío detrás de ella cuando sale y la sigo en su caminar. Tanto Andrea como Olivia levantan la mirada con sorpresa.

Sí, sí. Sólo estoy viendo a la chica irse.

—¿Has traído abrigo? —pregunto.

—chaqueta.

Le frunzo el ceño a Olivia quien inmediatamente salta para recuperar su abrigo. Tomándolo, la miro para que se vaya.
Olivia es molesta... girando a mi alrededor todo el tiempo.

Lo sostengo para ella y lo coloco sobre sus hombros delgados, toco la piel de la base de su cuello. Ella se queda quieta ante el contacto y palidece. ¡Sí! Ella está afectada por mi. El saberlo es inmensamente placentero. Caminando hacia el ascensor, presiono el botón para llamarlo mientras ella está parada inquieta a mi lado.

Oh, yo puedo calmar tus nervios, nena.

La puerta se abre y ella se escurre adentro, luego se gira para enfrentarme.

—Mónica—murmuro, diciendo adiós.

—Vanesa—susurra ella. Y las puertas del ascensor se cierran, dejando a mi nombre colgado en el aire, sonando extraño, desconocido, pero atractivo como el infierno.

Bueno, joder. ¿Qué era eso?
Necesito saber más sobre esta chica.

—Andrea —escupo cuando camino de regreso a mi oficina—. Ponme a
Welch en línea, ahora.

Mientras me siento en el escritorio y espero la llamada, miro las pinturas en la pared de mi oficina, y las palabras de Mónica regresan a mi: “Elevando lo ordinario a lo extraordinario”. Fácilmente podría haberse
estado describiendo a si misma.

Mi teléfono vibra.

—Tengo a Welch en línea para usted.

—Comunícalo.

—Sí, señorita.

—Welch, necesito una investigación a fondo.

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El día sábado ya tenía toda la información necesaria, Leo detenidamente el resumen ejecutivo por la centésima vez desde que lo
recibí hace dos días, buscando algún entendimiento de la enigmática Señorita Mónica Carrillo Martínez. No logro sacarme de la cabeza a la maldita
mujer, y de verdad está empezando a molestarme.

Esta última semana, durante reuniones particularmente torpes, me he encontrado a mí misma
repitiendo la entrevista en mi cabeza. Sus dedos temblorosos en la grabadora, la forma en que se ponía el cabello tras la oreja, cómo se mordía el labio. Esa mordedura en el labio me atrapa todo el tiempo.

Y ahora, aquí estoy, estacionado fuera de la ferretería , la modesta ferretería en elche, donde ella trabaja.

Eres idiota, Vanesa. ¿Por qué estás aquí?

Sabía que conduciría a esto. Toda la semana… supe que tendría que verla de nuevo. Lo he sabido desde que pronunció mi nombre en el ascensor y desapareció en las profundidades de mi edificio. He intentado resistirme. He esperado cinco días, cinco condenados días para ver si podría olvidarla.

Y no soy de las que espera, odio esperar… por cualquier cosa. Nunca he perseguido activamente a una mujer antes. Las mujeres que he tenido entendían lo que yo esperaba de ellas. Mi miedo ahora es que la Señorita Carrillo sea demasiado joven y que no esté interesada en lo que tengo para
ofrecer…. ¿o sí? ¿Será, incluso, una buena sumisa?
Sacudo la cabeza. Sólo hay una manera de averiguarlo… así que aquí estoy, como una maldita idiota, en una deprimente parte de Elche .

Su revisión de antecedentes no ha producido nada remarcable, excepto el último hecho, que ha estado en la vanguardia de mi mente. Es la razón por la que estoy aquí. ¿Por qué sin novio, Señorita Carrillo? Orientación sexual desconocida, tal vez es lesbiana. Sonrío con malicia.

Recuerdo la pregunta que hizo durante la entrevista, su verdadera vergüenza, la forma en que su piel se sonrojó de un pálido rosa… Mierda. He estado sufriendo de estos ridículos pensamientos desde que la vi.
Es por eso que estoy aquí.
Ansío verla de nuevo, aquellos ojos verdes que me han perseguido, incluso en mis sueños. No se lo he mencionado a Flynn, y me alegra porque ahora me estoy comportando como un acosadora. Tal vez debería decírselo. Pongo los ojos en blanco, no lo quiero acosándome sobre su última mierda
basada en la solución. Sólo necesito una distracción… y justo ahora la única distracción que quiero está trabajando como dependienta en una
ferretería.

Has venido hasta aquí. Veamos si la pequeña Señorita Carrillo es tan
atractiva como la recuerdas.
Hora del espectáculo, Martín .

Salgo del coche y camino a través del aparcamiento hacia la puerta principal. La campana resuena una plana nota electrónica mientras entro. La tienda es mucho más grande de lo que parece desde fuera, y aunque es casi la hora del almuerzo el lugar está tranquilo, para un sábado.
Hay pasillos y pasillos de la basura usual que esperarías. Me había olvidado de todas las posibilidades que una ferretería podría presentarle a alguien como yo. Principalmente compro mis necesidades online, pero
mientras esté aquí, quizá me haré con unos cuantos ítems… Velcro, aros metálicos… sí. Encontraré a la deliciosa Sta. Carrillo y me divertiré un poco.

Me toma tres segundos localizarla.
Está encorvada sobre el mostrador, mirando fijamente la pantalla del
computador y comiendo su almuerzo... Sin pensarlo, se limpia una miga de la comisura de sus labios y la mete en su boca y lame su dedo. Mi centro palpita en respuesta.

¡Joder! ¿Cuántos años tengo, catorce? Mi reacción es condenadamente irritante. Quizá esta respuesta adolescente se detendrás si la encadeno,
follo y azoto… y no necesariamente en ese orden. Sí. Eso es lo que
necesito.

Está completamente metida en su tarea, y eso me da la oportunidad para estudiarla. Dejando de lado los pensamientos lascivos, ella es atractiva, verdaderamente atractiva. La he recordado bien.
Levanta la mirada y se congela, inmovilizándome con unos inteligentes y exigentes ojos que parecen ver a través de mí.
Es tan enervante como la primera vez que la vi. Ella sólo mira, sorprendida creo yo, y no sé si esta es una buena o una mala respuesta.

—Sta. Carrillo. Qué agradable sorpresa.

—Señorita Martín—susurra, velada y nerviosa.

Ah… una buena respuesta.

—pasaba por aquí . Necesito algunas cosas . Es un placer ver a verla, señorita Carrillo. —Un verdadero placer.

Está vestida con
una camiseta apretada y jeans, no la mierda sin forma que estaba usando anteriormente esta semana. Tiene largas piernas, cintura pequeña y tetas perfectas. Continúa boquiabierta, y tengo que resistir la urgencia de
estirarme para cerrar su boca.

He volado desde Madrid sólo para verte, y la forma en que te ves ahora mismo, valió la pena el viaje.

—Mónica . Mi nombre es Mónica. ¿En qué puedo ayudarle, Señorita Martín? —Toma un profundo aliento, endereza los hombros como lo hizo en la entrevista, y me
da una falsa sonrisa que estoy segura se reserva sólo para los clientes.

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