143

1K 61 1
                                    

—Sí, el chico mayor. —Los ojos de Vanesa todavía están cerrados con
fuerza y se aferra a mí como si fuera una balsa salvavidas.

Deslicé mis dedos a través de su cabello mientras observaba al chico mayor que está mirando, desafiante y arrogante, a la cámara. Puedo ver que es Jack. Pero sólo es un chico, un triste chico de ocho o nueve años, escondiendo su
miedo detrás de su hostilidad. Un pensamiento se me ocurre.

—Cuando Jack me llamó para decirme que tenía a Mia, dijo que si las
cosas hubieran sido diferentes, podría haber sido él.

Vane cierra sus ojos y se encoge.

—¡Ese maldito!

—¿Crees que hizo todo esto porque los Martín te adoptaron a ti en vez de a él?

—¿Quién sabe? —El tono de Vanesa es amargo—. No doy una mierda
por él.

—Quizá sabía que nos estábamos viendo cuando fui a esa entrevista de trabajo. Tal vez planeó seducirme todo el tiempo. —La bilis sube por mi garganta.

—No lo creo —murmura vane, sus ojos ahora abiertos—, las investigaciones que hizo sobre mi familia no empezaron sino como una semana después de que empezaras a trabajar en AIPS. Robles sabe las
fechas exactas. Y, moni , él tuvo relaciones sexuales con todas sus
ayudantes y las grabó. —vane cierra sus ojos y aprieta su agarre una
vez más.

Suprimiendo el temblor que me recorría, traté de recordar mis muchas conversaciones con Jack cuando empecé en AIPS. En el fondo sabía que él era malo, aún ignorando todos mis instintos. Vanesa tiene razón, no
tengo consideración por mi propia seguridad. Recuerdo la discusión que tuvimos sobre ir a Nueva york con Jack. Diablos... podría haber terminado en algún vergonzoso video sexual. El pensamiento es nauseabundo. Y en ese momento es cuando recuerdo las fotografías que Vanesa tenía de sus
sumisas.

Oh, mierda. Estamos cortados con la misma tijera. No, vane, no lo
estás, no eres nada como él.

Todavía está enroscada a mi alrededor como una niña pequeña.

—vane, creo que deberías hablar con tus padres. —Me niego a
moverla, me muevo y me giro en la cama hasta que estamos cara a cara.

Una mirada verde  desconcertada se encuentra con la mía, recordándome a la chica en la fotografía.

—Déjame llamarlos —susurro. Ella sacude su cabeza—. Por favor. —ruego.

Vanesa me mira, el dolor y la duda reflejados en sus ojos cuando
considera mi pedido.

Oh, Vanesa, ¡por favor!

—Yo los llamaré —susurra.

—Bien. Podemos ir y verlos juntas o puedes ir tú. Lo que prefieras.

—No. Ellos pueden venir aquí.

—¿Por qué?

—No quiero que tú vayas a ningún lado.

—vane, es sólo un viaje en coche.

—No. —Su voz es firme pero me da una sonrisa irónica—. De todas
maneras, es sábado por la noche, probablemente están en alguna función.

—Llámalos. Estas noticias obviamente te han disgustado. Tal vez ellos sean capaces de darte alguna luz. —Miro la alarma. Son casi las siete de la
tarde.

Me mira sin inmutarse por un momento.

—Está bien —dice como si le hubiera propuesto un reto.

Sentándose, agarra el teléfono de al lado de la cama.
Envuelvo mi brazo a su alrededor y descanso mi cabeza en su espalda
mientras hace la llamada.

—¿Papá? —Registro su sorpresa de que paco contestara el teléfono—.
Moni está bien. Estamos en casa. Robles acaba de irse. Encontró la
conexión... la casa de acogida en málaga ... no recuerdo nada de eso. —La voz de Vanesa es casi inaudible cuando murmura la última oración. Mi corazón se contrae una vez más. La abrazo y ella aprieta mi brazo. —Sí... ¿Lo harán?... Genial. —Cuelga—. Están en camino. —Suena sorprendida y me doy cuenta de que probablemente nunca les ha pedido ayuda.

—Bien. Debería vestirme.

El brazo de Vanesa se aprieta a mi alrededor.

—No vayas.

LIBERADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora