—moni, detente. —ella se empuja hacia atrás, la mandíbula apretada, y agarra mis manos.
—No. —Mis dientes muerden con cuidado alrededor de su labio inferior y tiro—. No —me quejo de nuevo, mirándola. Dejándola en libertad—. Te deseo.
Inhala fuertemente. Está quebrada, su indecisión con mayúsculas en sus luminosos ojos verdes.
—Por favor, te necesito. —Cada poro de mi ser lo está pidiendo. Esto es lo que hacemos.
Ella gime en derrota mientras su boca encuentra la mía, amoldando mis labios a los suyos. Acuna una mano en mi cabeza, mientras que con la otra roza mi cuerpo bajando a mi cintura y me acomoda sobre mi espalda y se extiende a mi lado, nunca rompiendo el contacto con mi boca.
Se aleja, cerniéndose sobre mí y mirando hacia abajo.
—Eres tan hermosa.
Acaricio su encantador rostro.
—Así como tú. Por dentro y por
fuera.Frunce el ceño, y mis dedos trazan el surco en su frente.
—No frunzas el ceño. Tú lo eres para mí, incluso cuando estás enfadada — le susurro.
Gime una vez más, y su boca atrapa la mía, empujándome en la suave
hierva bajo la manta.—Te he echado de menos —susurra, y sus dientes raspan mi mandíbula.
Mi corazón se eleva.
—Te he echado de menos, también. Oh, vane. —Agarro con una mano
su cabello y el hombro con la otra.Sus labios se mueven en mi garganta, dejando tiernos besos a su paso, y sus dedos los siguen, con habilidad deshaciendo cada botón de mi blusa.
Quitando mi blusa aparte, besa el suave oleaje de mis pechos. Murmura con admiración, bajo en su garganta, y el sonido hace eco a través de mi cuerpo a mis lugares más oscuros.-Tu cuerpo está cambiando —susurra. Su pulgar atormenta mi pezón
hasta que está erguido y se fuerza en contra de mi sujetador—. Me gusta —añade. Puedo verla saborearse con su lengua y trazar la línea entre el sujetador y el pecho, tentadora y atormentándome.Tomando mi copa del sujetador con delicadeza entre sus dientes, lo atrae hacia abajo, liberando
mi pecho y acariciando mi pezón con su nariz en el proceso. Se arruga en su tacto y el frío de la suave brisa del otoño. Sus labios se cierran alrededor de mí, y chupa largo y duro.—¡Ah! —gimo, inhalando fuertemente a continuación, una mueca de dolor mientras el dolor irradia hacia el exterior de las costillas magulladas.
—¡Moni! —exclama Vanesa y mira hacia mí, la preocupación en su
rostro—. Esto es de lo que estoy hablando —amonesta—. Tu falta de
autopreservación. No quiero hacerte daño.—No... no te detengas —gimo. Ella me mira fijamente, en guerra con ella misma—. Por favor.
—Ven. —Se mueve repentinamente, y estoy sentada a horcajadas sobre ella , mi falda corta ahora agrupada alrededor de mis caderas. Sus manos se deslizan sobre la parte superior de mis muslos.
—Ahí. Eso está mejor, y puedo disfrutar de la vista. —Llega arriba y con su dedo índice engancha mi otra copa del sujetador, liberando ese pecho,
también. Me agarra ambos pechos, y yo tiro mi cabeza hacia atrás,
empujando en bienvenida a sus expertas manos. Me atormenta, tirando de mis pezones y rodando hasta que grito, luego se sienta, así que estamos cara a cara, sus codiciosos ojos verdes en los míos.Ella me besa, sus dedos
siguen atormentándome. Tengo que pelearme con su camisa, deshaciendo los dos primeros botones, y es como una sobrecarga sensorial, quiero
besarla por todas partes, desvestirla, hacer el amor con ella de una vez.—Oye… —Suavemente agarra mi cabeza y tira hacia atrás, sus ojos
oscuros y llenos de promesas sensuales—. No hay prisa. Tómatelo con calma. Quiero saborearte.—Vanesa , ha pasado mucho tiempo. —Estoy jadeando.
—Despacio —susurra, y es una orden.-Besa la esquina derecha de mi boca—. Despacio. —Besa el lado izquierdo—. Despacio, nena. —ella tira de mi labio inferior con los dientes—. Vamos a aprovechar esto despacio. — ella despliega sus dedos en mi cabello, me mantiene en mi lugar mientras su
lengua invade mi boca, buscando, probando, calmando... inflamando.Acaricio su rostro, los dedos moviéndose tentativamente hasta el mentón y luego a su garganta, y me pongo de nuevo con los botones de su camisa, tomándome mi tiempo, mientras ella continua besándome. Poco a poco saco su camisa, mis dedos pasando por encima de sus clavículas, sintiendo su
camino a través de su cálida y sedosa piel. Le empujo suavemente hacia atrás hasta que yace debajo de mí. Sentada, miro hacia abajo a ella, consciente de que estoy retorciéndome contra su sexo. Hmm, siento el arnés, lo siento al fin, aunque sabía perfectamente que lo llevaba, ya que se le marcaba en sus vaqueros, o bueno, solo yo lo notaba por mis ganas.Trazo mis dedos a través de sus labios hacia su mandíbula, luego por su cuello. Mi hermosa chica . Me inclino hacia abajo, y mis besos, siguen las puntas de mis dedos. Mis dientes rozan su mandíbula y besan su
garganta. Cierra los ojos.—Ah —gime e inclina la cabeza hacia atrás, y dándome un acceso más
fácil a la base de su garganta, su boca floja y abierta en silenciosa veneración.Vane perdida y excitada es tan emocionante... y tan
excitante para mí.Mi lengua se arrastra hacia abajo al esternón, girando a través de
su pecho. Hmm. Sabe tan bien. Huele muy bien. Embriagadora. Beso
primero una, luego dos de sus pequeñas y redondas cicatrices, y ella agarra mis caderas, mientras mis dedos se frenan en su pecho al mirar hacia ella.Su respiración es dura.
—¿Quieres esto? ¿Aquí? —respira y sus ojos se entrecierra con una
embriagadora combinación de amor y lujuria.—Sí —gimo, y mis labios y lengua rozan del pecho a su pezón. Tiro y giro suavemente con los dientes.
—Oh, moni —susurra y rodeando mi cintura me levanta, tirando de su
botón y bragueta por lo que deja el arnés libre . Me sienta de nuevo, y me empuja contra ella, deleitándome en la sensación de tenerla caliente debajo
de mí.Pasa las manos por mis muslos, haciendo una pausa en la cima
donde mis muslos y mi carne se inicia, con las manos corriendo pequeños círculos torturando la parte superior de mis muslos, para que las puntas de sus dedos me toquen... toquen donde quiero que me toquen. Jadeo.
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LIBERADA
Novela JuvenilAhora, Mónica y Vanesa lo tienen todo: amor, pasión y un mundo de infinitas posibilidades por delante. Pero Mónica sabe que amar a su Cincuenta Sombras, como ella le llama, no es tarea fácil, y que estar juntas plantea un desafío que ninguno de los...