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Oh, Cincuenta.

—Ey, sólo fue un mal sueño. —Estirándome, tomo su cara entre mis manos. Sus ojos queman los míos y la agonía que veo es sofocante—. Estoy aquí y estoy fría sin ti en la cama. Vuelve a la cama, por favor. — Tomo su mano y me pongo de pie, esperando a ver si realmente me seguirá. Finalmente ella también se pone de pie. Está usando el pantalón de su pijama y una camiseta , su pantalón cae de una forma que le queda tan bien, y quiero pasar mis dedos por el elástico de la cintura, pero me resisto y la llevo al cuarto.

Cuando me despierto está acurrucada a mi lado, durmiendo pacíficamente. Me relajo y disfruto su calor que me envuelve, su piel en la
mía. Me quedo muy quieta, sin querer molestarla.

Hombre, qué tarde. Siento como si me hubiera arrollado un tren, el tren de alta velocidad que es mi chica. Cuesta creer que la mujer  que yace a mi lado, con una mirada tan serena y joven en su sueño, se sentía tan torturada anoche… y me torturó tanto a mí. Miro el techo, y se me ocurre que siempre pienso en Vanesa como alguien dominante y fuerte, pero la verdad es que es tan frágil, mi chica perdida. Y la ironía es que me ve como
alguien frágil, y no creo que lo sea. Comparada con ella, yo soy fuerte.

¿Pero soy lo suficientemente fuerte para ambas? ¿Lo suficientemente para hacer lo que se me dice y darle algo de paz mental? Suspiro. No me pide mucho. Recuerdo nuestra charla de anoche. ¿Decidimos algo más que intentarlo con más fuerza ambas? La línea final es que amo a esta mujer, y necesito invocar un acuerdo para ambas . Uno que me permita mantener mi integridad e independencia pero que me deje ser más para ella. Yo soy su
más, y ella es mi más . Resuelvo hacer un esfuerzo especial este fin de semana de no hacerla preocupar por nada. Vanesa se estira y levanta su cabeza de mi pecho, mirándome adormecida.

—Buenos días Martín . —Sonrío.

—Buenos días. ¿Dormiste bien? —Se recuesta a mi lado.

—Cuando mi chica dejó de hacer ese terrible ruido en el piano, sí, lo hice.

—Ese es un sonido encantador —dice—. ¿Acaso hoy será un mejor día?

—Claro —concuerdo—. ¿Qué quieres hacer?

—Después de hacerle el amor a mi esposa, y que juntas preparemos el desayuno. me gustaría llevarla a aspen.

La miro. —¿Aspen?

—Sí.

—¿Aspen, Colorado?

—El mismo. A no ser que lo hayan mudado. Después de todo, prometí llevarte en algún momento. A gastar tu dinero.

Le sonrío.

—Ese es tu dinero.

—Nuestro dinero.

—Es tuyo, guapa. —Pongo los ojos en blanco.

—Oh, Carrillo , tú y tus ojos en blanco —susurra mientras pasa su mano por mi cadera.

—¿No tomará horas llegar a Colorado? —pregunto para distraerla.

—No en jet —dice distraídamente mientras su mano llega a mi cintura.

Por supuesto, mi chica  tiene un jet. ¿Cómo pude olvidarlo? Su mano sigue recorriendo mi cuerpo, levantando mi camisón mientras avanza, y pronto me olvido de todo.

Vanesa está mucho más animada. Está emocionada por algo, iluminada como la navidad e inquieta como una pequeña con un gran secreto. Me pregunto qué habrá maquinado. Se ve soñadora, con el cabello alborotado, una camiseta blanca, y vaqueros negros. Para nada una Gerente General hoy. Toma mi mano mientras sole  para a pocos metros del jet.

—Te tengo una sorpresa —murmura y me besa los nudillos.

Le sonrío.

—¿Es una buena?

—Eso espero. —Sonríe cálidamente.

Hmm… ¿qué puede ser?

Blanco se baja y abre mi puerta. Sole abre la de Vanesa y toma
nuestras maletas del baúl. Stephan está esperando arriba de las escaleras cuando entramos en el avión. Miro la cabina de mando y veo al Primer Oficial Beighley manejando el increíble panel de control.

Vane y Stephan se sacuden la mano.

—Buenos días señorita. —Stephan
sonríe.

—Gracias por acceder con tan poco aviso. —vane  le devuelve la
sonrisa—. ¿Ya llegaron nuestros invitados?

—Sí, señorita.

¿Invitados? Me doy vuelta y jadeo. Patri, Francis, Mia y Ethan están todos sonriendo sentados en los asientos de cuero color crema.

Me vuelvo
hacia Vanesa .

—¡Sorpresa! —dice.

—¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Quién? —murmuro, intentando contener mi
sorpresa y alegría.

—Dijiste que no veías a tus amigos lo suficiente. —Se encoge de hombros y me sonríe a modo de disculpa.

—Oh, vane , gracias. —Me arrojo mis brazos alrededor de su cuello y
la beso frente a todos. Pone sus manos en mi cadera, enganchando sus pulgares en los ojales para el cinturón de mis vaqueros, y profundiza el beso.

Santo cielo.

—Sigue así y te arrastraré al dormitorio —murmura.

—No te atreverías —susurro en sus labios.

—Oh, Mónica —Sonríe, sacudiendo la cabeza.

Me libera y sin previo aviso, se agacha, toma mis piernas, y me carga sobre su hombro.

—¡Vanesa , bájame! —le golpeo la espalda.

Llego a ver la sonrisa de Stephen mientras se da vuelta y entra en la cabina de control. Sole está de pie en la puerta, intentando contener la risa. Ignorando mis ruegos y golpes, Vanesa pasa junto a Mia y Ethan en la estrecha cabinas, quienes están sentados uno frente a otro en asientos
individuales, pasa a patri y Francis , que están sacudiéndose de la risa.

—Si me disculpan —les dice a nuestros invitados—. Tengo que discutir algo con mi esposa en privado.

—¡Vanesa! —grito—. ¡Bájame!

—Todo a su tiempo, cariño.

Puedo ver a Mia, patri y Francis riendo. ¡Maldición! Esto no es divertido, es vergonzoso. Ethan nos mira, con la boca abierta sorprendida, mientras
desaparecemos en la cabina.

Vanesa cierra la puerta detrás de ella y me libera, dejándome caer por su cuerpo lentamente, por lo que siento todos sus músculos en mi camino.

Me da su sonrisa infantil, claramente satisfecha.

—Ese fue todo un espectáculo, vane—murmuro, cruzándome de brazos y mirándola indignada.

LIBERADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora