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Hay un golpe en la puerta, y sole entra llevando una caja de cartón
negra con un estampado en crema de Fairmont . ¡Santo cielo!

—¿Comida? —dice la Dra. Bartley, sorprendida.

—Mónica tiene hambre —dice Vanesa—. Es sopa de pollo.

La Dra. Bartley sonríe.

—La sopa va a estar bien, pero sólo el caldo. Nada pesado. —Ella nos mira fijamente a ambas y sale de la habitación con la enfermera Nora.

Vane coloca la bandeja con ruedas delante de mí, y sole coloca la caja en ella.

—Bienvenida de nuevo,Mónica.

—Hola, sole. Gracias.

—Es un placer, señora. —Creo que quiere decir más, pero se mantiene a raya.

Vane está abriendo la caja que contiene un termo, un tazón de sopa, un plato, una servilleta de lino, cuchara sopera, una pequeña cesta con bollos de pan, un salero y pimentero de plata…

—Esto es genial, sole. —Mi estómago ruge. Estoy famélica.

—¿Eso es todo? —pregunta.

—Sí, gracias —dice vane, despidiéndola.

Sole asiente con la cabeza.

—sole, muchas gracias.

—¿Algo más que pueda conseguir, Sra. Martín?

Echo un vistazo a vanesa.

—Sólo un poco de ropa limpia para mi y para vane.

Sole sonríe.

—Sí, señora.

Vane mira su camisa, desconcertada.

—¿Cuánto tiempo has estado usando esa camisa? —pregunto.

—Desde el jueves por la mañana. —ella me da una sonrisa torcida.

Sole se va.

—sole también está realmente enfadada contigo —añade Vane, desenroscando la tapa del termo y vertiendo la sopa cremosa de
pollo en el recipiente.

¡Sole, también! Pero no me detengo en eso, como mi sopa de pollo
distraida. Huele delicioso, y el vapor se enrosca tentadoramente en la superficie. La pruebo y es todo lo que prometía ser.

—¿Bueno? —pregunta Vanesa, se sube a la cama otra vez.

Asiento con la cabeza entusiasmada y no me detengo. Mi hambre es
primordial. Me detengo sólo para limpiar la boca con la servilleta de lino.

—Dime lo que pasó después de que te dieras cuenta de lo que estaba
pasando.

Vane se pasa una mano por el pelo y niega con la cabeza.

—Oh, moni , es bueno verte comer.

—Tengo hambre. Cuéntame.

Frunce el ceño.

—Bueno, después de que llamaran del banco y pensar que
mi mundo se había acabado totalmente… —No se puede ocultar el dolor en su voz.

Dejo de comer. Oh, mierda.

—No dejes de comer, o dejaré de hablar —susurra, su tono de voz es firme como su mirada. Sigo con mi sopa. Vale, vale. . . Maldita sea, tiene buen sabor. La mirada de vane se ablanda y después de un momento, resume.

—De todos modos, poco después de que tú y yo hubieramos terminado
nuestra conversación, sole me informó de que a Hyde se le había
concedido la libertad bajo fianza. ¿Cómo? No lo sé, pensé que había
logrado frustrar cualquier intento de libertad bajo fianza. Pero eso me dio un momento para pensar acerca de lo que habías dicho… y supe que algo andaba muy mal.

—Nunca fue por el dinero —digo de repente, un inesperado aumento de la ira quema en mi vientre. Mi voz se eleva—. ¿Cómo pudiste pensar eso? ¡Nunca ha sido acerca de tu maldito dinero! —Mi cabeza comienza a latir con fuerza y hago una mueca de dolor.

Vane abre la boca una fracción
de segundo, sorprendida por mi furia. Entorna los ojos.

—Cuida tu lenguaje —gruñe—. Cálmate y come.

Lanzo una mirada hostil hacia ella.

—moni —advierte.

—Eso me dolió más que nada, Vanesa —susurro—. Casi tanto como que
vieras a esa mujer.

Inhala fuertemente como si la hubiera abofeteado y, de repente, se ve agotada. Cierra los ojos un instante, sacudiendo la cabeza, resignada.

—Lo sé —suspira—. Y lo siento. Más de lo que crees. —Sus ojos son
luminosos con la contrición—. Por favor, come mientras que la sopa esté caliente.

Su voz es suave y convincente, y hago lo que pide. Ella da un suspiro de alivio.

—Vamos —le susurro, entre bocado y bocado del ilícito pan blanco.

—No sabíamos que Mia había desaparecido. Pensé que tal vez estaba chantajeándote o algo así. Te devolví la llamada, pero no respondiste. —frunce el ceño—. Te dejé un mensaje, entonces llame a Ana. Sole inició el seguimiento de tu teléfono. Yo sabía que estuviste en el banco, así que nos dirigimos hacia allí.

—No sé cómo me encontró Ana . ¿Rastreó mi teléfono, también?

—El Saab está equipado con un dispositivo de seguimiento. Todos
nuestros vehículos lo están. En el momento en que estábamos llegando al banco, tu ya estabas moviéndote y te seguimos. ¿Por qué sonríes?

—En algún nivel Sabía que se me acechabas.

—¿Y eso es divertido porque?

LIBERADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora