Epílogo

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Viendo que está de buen humor, decido traer un tema delicado.

-¿Has vuelto a pensar en mi sugerencia?

Se tensa.

-moni , la respuesta es no.

-Pero es un nombre tan hermoso.

-No nombraré a mi hija como mi madre. No. Fin de la discusión.

-¿Estás segura?

-Sí. -Tomando mi barbilla, me mira profundamente, exasperando-. Moni, ya ríndete. No quiero a mi hija marcada por mi pasado.

-De acuerdo. Lo lamento. -Mierda... no quiero hacerla enfadar.

-Así me gusta. Deja de intentar arreglarlo -murmura-. Hiciste que
admitiera que la amaba, me arrastraste a su tumba. Suficiente.

Oh no. Me remuevo en su regazo para enfrentarla y tomar su cara con mis manos.

-Lo lamento. Enserio. Por favor, no te enfades conmigo, por favor. -La beso, y luego la esquina de sus labios. Después de un segundo,
señala su otra esquina, y sonrío y la beso. Señala su nariz. También la beso. Sonríe y pone sus manos en mi cintura.

-Oh Carrillo... ¿qué voy a hacer contigo?

-Seguramente ya pensarás en algo -murmuro.

Sonríe y, moviéndose repentinamente, me empuja hacia la manta.

-¿Y si lo hago ahora? -susurra con una sonrisa lasciva.

-¡Vanesa! -jadeo.

De repente hay un grito agudo de noah. Vanesa se pone de pie con gracia felina y corre hacia la fuente del sonido. La sigo a un paso más tranquilo.
En secreto, no estoy tan preocupada como Vanesa , no es un grito que me haría bajar los escalones saltando para averiguar que pasa.

Vane toma a noah en sus brazos. Nuestro niño llora inconsolablemente y señala al suelo, donde yacen los restos de su helado destrozado, derritiéndose en el césped.

-Lo dejó caer -dice tristemente Josefa -. Le habría dado el mío, pero ya lo terminé.

-Oh, cariño no te preocupes. -Le acaricio el cabello.

-¡Mamá ! -grita noah , estirándome sus bracitos.

Vane lo deja ir reticentemente mientras me estiro hacia él.

-Ya, ya.

-lado. -Solloza.

-Lo sé cariño. y te conseguiremos otro. - Le beso la cabeza... oh, huele tan bien.

-lado. -Señala.

Tomo su manita y le beso los dedos pegajosos.

-Puedo saborearla en tus dedos.

Noah deja de llorar y se examina la mano.

-Pon tus dedos en tu boca.

Lo hace.

-¡Helado!

-Sí. Tu helado.

Sonríe. Mi hermoso niñito, justo como Vanesa, tiene sus mismos ojos y los mismos gestos, tan pequeño, tan mimado, tal y como vane. Bueno, al menos él tiene un excusa, sólo tiene dos años.

-¿Vamos a ver a la señora gail? -Asiente, sonriendo con su hermosa
sonrisa infantil-. ¿Dejarás que mami te lleve? -Sacude la cabeza y envuelve sus brazos en mi cuello, abrazándome con fuerza y presionando su cabecita en mi garganta.

-¿Dónde está Gail, Josefa?

-Estaba en la casa grande.

Miro a vanesa. Su sonrisa se vuelve agridulce, y me pregunto qué estará pensando.

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