Qué extraño.
—Dijiste “o” —espeto.
—¿O qué?
—Dijiste: “intentar incendiar mi edificio, o…” como si fueras a decir algo más.
—¿Tienes hambre?
¿Qué? Le frunzo el ceño, y mi estómago gruñe.
—¿Comiste hoy? —Su voz es más severa y sus ojos congelados. Soy
traicionada por mí sonrojar. —Como pensé. —Su voz es cortada—. Sabes cómo me siento porque no comas. Ven —dice. Se para y estira su mano—, déjame alimentarte. —Y
cambia de nuevo… esta vez su voz está llena de una sensual promesa.—¿Alimentarme? —susurro mientras todo al sur de mi ombligo se licúa.
Demonios. Está es una diversión tan típicamente volátil de cuando hemos estado discutiendo. ¿Es eso? ¿Es todo lo que obtendré de ella por ahora?
Guiándome hacia la cocina, Vanesa agarra un taburete y lo levanta
hacia el otro lado del pasillo.—Siéntate —dice.
—¿Dónde está la Sra. Jones? —pregunto, notando su ausencia por
primera vez mientras me siento en el taburete.—Le he dado a ella y a la demás la noche libre.
Oh.
—¿Por qué?
Me mira, y su arrogante diversión está de vuelta.
—Porque puedo.
—¿Entonces vas a cocinar? —Le doy una incrédula sonrisa.
—O, no me tengas poca fe. Cierra tus ojos.
Parpadeo ante ella, maravillándome. Pensé que íbamos a tener una larga pelea, y aquí estamos, jugando en la cocina.
—Ciérralos —ordena.
Los pongo en blanco primero, luego hago caso.
—Hmm. No lo suficientemente bien —murmura. Abro un ojo y la veo sacar una bufanda colorida de su bolsillo trasero. Hace juego con mi vestido.
Santo cielo. Miro calculadoramente en su dirección. ¿Cuándo consiguió eso?
—Ciérralos —ordena de nuevo—. Sin espiar.
—¿Vas a vendarme los ojos? —murmuro, sorprendida. De repente estoy sin aliento.
—Sí.
—Vanesa … —Pone un dedo sobre mis labios, silenciándome.
Quiero hablar.
—Hablaremos después. Quiero que comas ahora. Dijiste que tenías
hambre. —Inclinándose, ligeramente besa mis labios.La seda de la
bufanda es suave contra mis parpados mientras ella la ata seguramente en la parte trasera de mi cabeza.—¿Puedes ver? —pregunta.
—No —murmuro, figuradamente poniendo los ojos en blanco.
Ella sonríe
burlonamente.—Puedo saber cuándo estás poniendo los ojos en blanco, lo sabes…. Y
sabes cómo me hace sentir eso.Frunzo los labios.
—¿Podemos sólo terminar con eso? —espeto.
—Tanta impaciencia. Tan ansiosa por hablar. —Su tono es juguetón.
—¡Sí!
—Debo alimentarte primero —dice y roza sus labios sobre mi frente,
calmándome instantáneamente.De acuerdo… que sea a tu manera. Me resigno a mi destino y escucho sus movimientos alrededor de la cocina. La puerta de la nevera se abre y vanesa pone varios platos en el mesón detrás de mí. Mi curiosidad es picada. Escucho el nivelador del tostador caer, el girar del control, y el
callado tic tac del reloj. Hmmm, ¿tostadas?—Sí, estoy ansiosa por hablar —murmuro, distraída. Una clase de aromas exóticos y condimentados llenan la cocina. ¿Qué está haciendo? Me muevo
en mi silla.—Quédate quieta, Mónica—murmura, y está cerca de mí otra vez—.
Quiero que te comportes… —susurra.Oh mi. Mi diosa interna se congela, ni siquiera parpadeando.
—Y no muerdas tu labio. —Suavemente tira de mi labio inferior
liberándolo de mis dientes, y no puedo evitar mi sonrisa.A continuación, escucho el pop afilado de un corcho siendo extraído de una botella y el suave gorgoteo de vino siendo vertido en una copa. Luego, un momento de silencio seguido por el clic y el suave silbido de los altavoces al cobrar vida. Una fuerte vibración de una guitarra comienza una canción que no conozco. Vanesa sube el volumen. Un hombre empieza a cantar, su voz profunda, baja, y sexy.
—Un trago primero, creo —susurra Vanesa , desviando mi atención de la canción—. La cabeza hacia atrás. —Muevo mi cabeza hacia atrás—. Más —pide.
Me obligo, y sus labios están en los míos. Fresco vino frío fluye hacia mi boca. Trago reflexivamente.
Oh mi. Recuerdos de no hace mucho tiempo me inundan: yo atada en mi
cama en Elche antes de graduarme con una caliente y enfadada
Vanesa no apreciando mi correo.
Hmm. ¿Han cambiado los tiempos? No
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LIBERADA
Teen FictionAhora, Mónica y Vanesa lo tienen todo: amor, pasión y un mundo de infinitas posibilidades por delante. Pero Mónica sabe que amar a su Cincuenta Sombras, como ella le llama, no es tarea fácil, y que estar juntas plantea un desafío que ninguno de los...