Parte 48: Esto Nunca Fue Un Juego

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"¡Y el ganador es:...!

¿Nadie?"


Había una vez...

Había una vez. Una bella dama de sociedad. Tan hermosa y simpática, como culta y educada. Había sido crecida dentro de una familia importante de aristócratas para el reino del medio del país. Tenía dos hermanos, y subsistia de libros y mucha comida que la dejara satisfecha.

Había pasó veinte años de su vida, de la forma más feliz, complaciente y relajada como podía ser de una chica de su rango. Disfruto su vida esos veinte años.

Hasta que. El hijo del rey. Un chico astuto y de un carácter bastante molesto para la bella dama, la pidió salir formalmente por medio de una carta.

No fue romántico. No fue cautivador. Menos poético. Pero el le mandó la carta de solo tres líneas, seguro que ella iba aceptar.

Y tuvo que.

No por qué le gustara. Ya que, no era así. Si no, por la presión familiar que sintió cuando los miembros de su familia se enteraron que había recibido una carta del príncipe de su Reino. Era todo un halago para una familia recibir tales tratos. Era una afortunada... Eso le decían...

Sus amigas le envidiaba jurando que era un hombre tan Guapo como encantador. Algunas hasta le restregaron que el ya había pasado por sus lechos, y que ella no era más que una más en la lista de conquistas del príncipe.

Doblegada y mandada por su padre. Aceptó esa salida del príncipe. Jurandose y prometiendo se a sí misma, ser todo menos educada. Ser una vulgar a los ojos de ese hombre, para que le dejara en paz.

Su madre le cosio un vestido nuevo. Su hermana la peinó en un moño que duró tres horas de hacerse. Su hermano le regalo un collar de perlas. Y su padre le tendió unos pendientes para lucir los para el príncipe. Sus amigas, le habían dado algunos consejos para parecer con más color en los labios y más brillo en los ojos. Había pasado toda la mañana, arreglando se para un hombre que no le gustaba, que no quería salir, y que le caía pésimo además.

Cuando llegó en su carreta al palacio, le pidieron que esperara en el jardín trasero. Anteriormente en algunas fiestas donde invitaban a sus padres, ya había tenido la oportunidad de conocer el palacio real. Era enorme, apenas y tenía ojos para ver tantas maravillas antiguas y valiosas dentro de un solo cuarto. Esa vez deambulo sus ojos por todo el lugar, hasta llegar al jardín. Una vez ahí, le pidieron que esperara.

Había un grupo de guerreros jóvenes que estaban entrenando cerca de ella con sus espadas y risotadas entre ellos. Algunos la vieron, otros fingieron no hacerlo. Ella solo se alistó el vestido y decidió contemplar el jardín. Era bello. Era grande y estaba lleno de las flores que a ella más le gustaban.

Se acercó a los girasoles y los acarició lentamente. Luego paso por el caminillo de especias como menta, tomillo y albaca. Y después por el de las rosas blancas. Sacó una y se pincho los dedos con las espinas. Murmuró improperios mientras la dejaba caer y veía como de a poco, su mano se llenaba de pequeños puntos de sangre.

—¿Se encuentra bien? —un guerrero que paseaba por ahí también contemplando los jardines, la había visto. Y con caballerosidad, se sacó el pañuelo que adoraba en su pecho izquierdo y se lo tendió.

Era alto, cabello castaño, largo, y sedoso. Tenía una mirada tan amigable que ella se quedó sin aliento con sólo una mirada. Tenía unos preciosos ojos oscuros como avellanas quemadas. Pero más bonitos como la noche.

Three Kingdoms of Korea - Jeon Jungkook☑️ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora