Parte 8

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El día siguiente. Mi madre y mi hermana cruzaron las puertas de mi habitación temporal con sus cosas en mano. Las dos se encontraban molestas, con la cara roja de vergüenza y coraje de algún acontecimiento que por cuestiones del destino, no pude apreciar. No entendía que ocurría, varios lacayos detrás de ellas tenían nuestras cosas en mano, solamente faltaban las de mi padre. Algo estaba mal. Pero no podía fingir que no celebraba irme de este asqueroso y lleno de farsas, lugar.

-¿Qué ocurre? - una pregunta tan ignorante como inocente solté a mi familia. Que no conocía el destino que les esperaba después de que me marchara de su lado para siempre.

Mi madre me miró incrédula mientras mi hermana despojaba lágrimas saladas por su mejilla y se lamentaba mentalmente. No entendía que sucedía. No espere a que me contestaran. Me senté en la cama tomando el vestido de la silla donde un día antaño. Laird Jung Hyung, había estado sensato leyendo a mi costado en silencio sepulcral. Mi hermana con molestia se acercó para ayudarme, pero mi madre le puso la mano en el brazo impidiéndole hacer un trabajo que las criadas por decreto tenían que realizar. Con dificultad me lo puse sola, estrujando a mi madre con la mirada, donde ella no se quedaba atrás.

-Esta familia, se ha atrevido a insultarnos, diciendo que tu padre. Ha robado las gemas, los rubíes, o las joyas de las que hablan - no son joyas mama. Son alianzas, al parecer, muy valiosas. No me sorprendí en absoluto, eso inició en mi madre, una mirada interrogante al rededor de mi -¿Acaso tú sabes algo?

-No - me limité a contestar. Mi madre refunfuñó por lo bajo camino al extremo contrario de la diminuta camilla para ayudarme con el corsé. Al dolor que me hizo sentir, fue como si ella tratara de extraer todo esa furia en mi persona. Cuando mi madre termino hice una mueca de tortura, en el instante después la puerta se abrió tronando con la pared de enfrente, dejando en vista un hombre imponente y guapo en ella, de color piel caramelo, y ojos azabache con barba creciendo. Creí apreciar el suspiro maravillado de mi hermana al verlo. Laird Jung Hyung.

-Tenemos que hablar - eso era dirigido hacia mi. Cruzó la habitación sin mirar a mi madre e hermana. Que me observaba demandando una respuesta a una pregunta obvia.

-No tiene nada que hablar con hija, Laird. Nosotras tenemos que tomar un viaje - le hablo con recelo mi madre detrás mío. El ni se inmutó, tal cual como si la mínima existencia de mi madre, fuera ridícula. Yo tampoco me digne a mirarla, en cambio, mis ojos posaron a los dos montones de hojas viejas, que ayer leíamos en este mismo lugar. Encima de ellas, la carta en destinatario Pionyang - le suplico que se vaya.

-No se olvide que es mi casa, Lady Dong - la cortante y firme voz de Laird Jung Hyung, se envió hacia mi madre. Que esta se enfureció un más - puedo estar aquí, como puedo estar en cualquier otro lado - la miro con resentimiento. ¿Porque la observaba de tal manera? ¿Que había pasado con mi madre? Quería saberlo.

-¡Eres un...

-Madre - interrumpí, sin subir la voz, mirando al hombre que tenía en frente. Está en seguida callo, estrujándome con la mirada por la espalda - te ordeno que te marches - la risa seca de la mujer que me dio la vida, resonó por toda la habitación haciéndola tétrica y acida. No la quería volver a ver nunca más.

-¿Cómo te atreves a ordenarme algo a mi? - mi hermana se encontraba perdida. Había pasado mucho tiempo de lado con Laird Jungkook, que no pudo entender lo que ocurría a su alrededor - soy tu madre, insensata - nunca jamás en mi vida, le había negado algo a esa mujer. O tan solo darle una respuesta que no le agradase, siempre fui sumisa, y aguante tanto regaños incoherentes, como burlas hirientes. Pero en estos momentos, él día que marcaba del calendario para hoy. Ella no era más que una vil traicionera, y arpía. Que se encargó de dañar a mi humilde padre. Que se quemo las pestañas trabajando y luchando por sus joyas. Todo su mundo superficial se lo debía a el, el viaje a las hermosas tierras Inglesas. Las enormes, pesadas y costosas joyas que poseía en su oído y su cuellos, presumiendo vestidos hechos a la medida de telas caras y objetos exóticos. Todo se lo había obsequiado mi padre, con tal, de ver una sonrisa adornada en su juvenil y bello rostro que poseía mi madre.

Three Kingdoms of Korea - Jeon Jungkook☑️ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora