Desde que el Hereje Negro creó la Sombra, en el Pequeño Palacio siempre han habido dos Invocadores de sombras para liderar a los Grisha. Sin embargo, sin que nadie lo supiera, estos dos tenían una visión muy diferente.
Aleksander Morozova deseaba má...
-Tsar: gobernante (masculino), rey. Normalmente utilizado en Rusia.
-Tsaritsa: gobernante (femenino), reina. Normalmente utilizado en Rusia.
-Lapushka: cariño.
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El viaje a Kribirsk fue largo. El carruaje se movía constantemente a causa de los baches del camino. Aleksander estaba sentado frente a Irina revisando los mapas con las fronteras de Shu Han y Fjerda. Habían estado atacando con más ímpetu y cada vez había más bajas Grisha. Irina, en cambio, revisaba los planos del esquife más nuevo.
Al día siguiente un grupo de soldados iba a cruzar la Sombra para llegar a Ravka Occidental y obtener provisiones. No podían ir por las fronteras porque podrían ser asaltados, por lo que siempre tenían que cruzar.
Irina apretó con demasiada fuerza el papel, recordando el momento en el que la Sombra fue creada. Ella había estado inconsciente, cuando se despertó y vio lo que había pasado, le preguntó a Aleksander qué había pasado.
Él le respondió con un: "Un error". Desde entonces habían estado juntos para intentar solucionarlo. No entendía por qué Baghra se había vuelto contra él cuando todo lo que quería era enmendar lo que había hecho.
Ella comprendió que sería complicado, pero siguió creyendo en él, lamentando cada vez que alguien, cualquier alma, moría ahí.
-Ey. -La voz de Aleksander la sacó de sus pensamientos. Al concentrarse en él, comprendió que debería haberse quedado quieta mucho rato revisando los planos-. ¿Estás bien?
Irina asintió mientras le regalaba una sonrisa, intentando ignorar el nudo que se había formado en su garganta.
-Sí, sí. Estoy bien.
El general la observó con intensidad. Al notar la forma en la que apretaba los planos, lo comprendió todo. Dejó a un lado el mapa de Ravka, cogió la hoja de las manos de Irina y las agarró.
-Dentro de poco, un Invocador solar aparecerá -comenzó a hablar, su voz suave, casi melosa. Una voz que solo utilizaba con ella y nadie más-. Entraremos en la Sombra y solucionaremos todo. Después, tendremos todo lo que siempre hemos merecido -prometió con una seriedad casi escalofriante. Para cualquiera, aquel tono era capaz de aterrar a cualquier miembro del ejército o noble, para Irina Mikhaylova era como una manta de seguridad.
La sonrisa que apareció en su rostro era real. Irina se imaginó lo que pasaría después de la destrucción de la Sombra: los Grisha serían libres y ya no habría más dolor. Se ganaría la guerra contra Shu Han y Fjerda, devolverían a los Grisha capturados y estarían a salvo. En cuanto a ella y Aleksander, se apartarían de la vida de oficiales del ejército, del palacio y la corte, y vivirían juntos, en paz.
Irina se llevó la mano al cuello. Una cadena de plata de acero Grisha, sostenía un anillo. Era pequeño, perfecto para sus manos, de color negro con intrincados zarcillos de plata que se asemejaban a las sombras que controlaban.
Se lo había regalado hacía muchos siglos, cuando la pidió matrimonio. Él mismo guardaba su propio anillo en su cuello. Sin embargo, al ser oficiales tan altos en el ejército, decidieron aparentar ser simples compañeros, a pesar de que al final siempre terminaban a la vista de todos como amantes.
Aparte que al rey no le gustaría saber que la relación de ambos era más estrecha de lo que imaginaba. Suficiente tenía con tener a dos Invocadores de sombras.
Aleksander se llevó la mano a su cuello, tomando su propio colgante con su anillo. Era un gesto muy común entre ellos. Una promesa de amor, lealtad y protección. Ante la eternidad que ambos compartían, se tenían el uno al otro. No se podían imaginar hacerlo solos.
La tensión en el carruaje era palpable por la intensidad de sus sentimientos. Al final, de alguna forma aquello tenía que estallar.
Aleksander colocó sus manos en la cintura de Irina, atrayendola hacia él. La Invocadora se sentó entre sus piernas, estrellando los labios en los del otro.
Las manos del Oscuro estaban por todas partes. Tanto tiempo había pasado entre ellos que ya sabía que puntos presionar para lograr que ella se pusiera a gemir.
-Sasha -gimió su nombre.
Aleksander sonrió con malicia.
-¿Me quieres, milaya? -susurró en su oído, causándole un escalofrío. Irina asintió, mordiendose los labios para evitar dejar escapar otro ruido impropio. Aleksander gruñó, bajando el rostro para comenzar a morder su cuello-. No te escondas de mí, milaya. Quiero escucharte -dijo antes de volver a morder de nuevo, logrando que esta vez se le escapara lo que con tantas ansias quería escuchar.
X
Él estaba mirándola mientras terminaba de recolocarse las botas negras. Intentó ignorarlo, pero después de tantos siglos juntos, ya sabía cómo se sentía.
-No me mires así -se quejó Irina recolocando sus cabellos mientras se sentaba de nuevo frente a él.
Aleksander soltó una risa profunda. Su rostro dejaba ver la sensación de superioridad que sentía. Irina bufó cruzando los brazos en su pecho. Casi al instante, Aleksander cogió sus piernas y la acercó a él, para atraer su atención.
Al volver a ver su sonrisa, Irina rodó los ojos, pero no se alejó de nuevo, permitiendo que sus piernas se tocaran entre sí.
-Dentro de poco, en cualquier momento, podremos estar así, con todo el mundo a nuestra disposición, moya koroleva -volvió a repetir su promesa acariciando sus piernas.
Irina ya podía imaginarse ese futuro con él, viajando por Ravka, asentándose por un par de décadas en un lugar antes de seguir su camino una vez más. Tal vez podían centrarse en tener una familia, algo que no habían podido pensar por culpa de la persecución de los Grisha y la guerra.
Se veía un buen futuro para ellos.
Poco sabía que la idea de futuro era bastante diferente para el Oscuro. Él se veía como el tsar de Ravka y a ella como su tsaritsa. Nadie volvería a hacerla daño y se encargaría que todos la adorasen como él la adoraba.
-Muy pronto, lapushka -susurró oscuramente el general negro, cuya mirada estaba perdida en ella, pudiendo visionar a la perfección una sala del trono creada en el Pequeño Palacio. Ella sentada en un trono de color obsidiana, con el símbolo del eclipse sobre su cabeza. Su símbolo, el de ambos, porque ellos eran iguales-. Muy, muy pronto.