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antiherqshit.Una vez le indicaron a Sturmhond que debían ir al Paso de los Huesos, se creó una rutina dentro del barco. Mal comenzó a ayudar a la tripulación, siendo ágil y fuerte para el trabajo. Su habilidad para el rastreo les vino bien cuando querían pescar o conseguir algún animal que podrían vender después.
Alina entrenaba a las mañanas, queriendo hacer uso de su poder. Tenía que controlarlo si quería destruir la Sombra. Por las tardes solía jugar a las cartas con Tamar, Tolya y quién se uniera a ellos.
Irina era quien enseñaba a Alina durante el día, cosa que atrajo a más Grisha que nunca antes habían tenido entrenamiento y que hacían todo por instinto. Irina accedió a enseñarles, aunque siempre decía que ellos ya sabían todo lo que necesitaban.
Al llegar la tarde, se había acostumbrado a observar el mar. Cambiaba el lugar cada día. En ocasiones, Sturmhond la acompañaba y le contaba sobre sus aventuras en el mar o sobre cualquier cosa que tuviera en mente. Un día, antes de que el corsario llegara, Tolya había estado recitando unos poemas shu. Irina había escuchado y, dado que a ella también le gustaban, terminaron hablando durante toda la tarde sobre poesía y autores de diferentes países.
Sturmhond había observado todo desde la cubierta con una Tamar que no paraba de molestarlo.
Aún así, las pesadillas seguían volviendo a Irina y siempre veía a Aleksander. Algunas no tenían importancia y podía volver a dormir. Otras eran como un golpe que la sacudía de arriba a abajo, dejándola casi sin poder respirar. Cuando eso ocurría, salía fuera de su pequeño camarote.
La persona que hacía guardia de noche ya se había acostumbrado a su presencia. Nunca hacía preguntas, tan solo inclinaba la cabeza en señal de reconocimiento y seguía a lo suyo.
Y allí, bajo la luna y el mar, Irina comenzaba a invocar. Sus sombras nunca la habían fallado, eran su refugio, las que nunca la abandonaban, porque el mundo estaba lleno de sombras.
Y qué hermoso mundo era.
Esa era una de esas noches. Más que invocar, estaba bailando en una solitaria danza con sus sombras. Tarareaba para sí misma mientras giraba, dejando que las faldas de su vestido se elevaran.
Con una última nota, se detuvo y dejó que las sombras volvieran a ser solo sombras.
El sonido de un aplauso silencioso llenó la proa, y cuando se giró para ver quién era, ni siquiera se sorprendió por ver que se trataba de Sturmhond.
-He de decir que nunca había visto un espectáculo como ese, preciosa -comentó acercándose a ella con una sonrisa. No llevaba su casaca, solo una camiseta con las mangas remangadas-. ¿Nunca habías pensado en pedir dinero por ello? Te aseguro que te harías rica.
Sin quererlo, como siempre ocurría con él, una sonrisa apareció en el rostro de Irina.
-Nunca he tenido la oportunidad para considerarlo. Siempre había cosas más importantes -respondió apoyándose contra el costado del barco, su mano moviendo el anillo que tenía.
Sturmhond lo observó en silencio.
-¿Pesadillas? -cuestionó con suavidad. Irina se detuvo un momento antes de asentir-. ¿Ese anillo es de...?
-Mi ex-marido -respondió Irina fijándose en el mar, siendo la imagen perfecta de la calma.
-¿El general Kirigan?
Irina suspiró con pesadez. Lo habían mencionado como enemigo, no por su antigua relación con él. Era difícil hacerlo, muy difícil.
-¿Después de todo lo que hizo? ¿Por qué seguir con su recuerdo? -preguntó, no fue una acusación, sino una pregunta hecha por curiosidad.
-Porque es complicado, ¿sabes? Cuando pensáis en él, pensáis en el Oscuro. Yo pienso en lo que fue, la persona que una vez fue y de la que me enamoré. Y es complicado deshacerte de un recuerdo a pesar de que te esté haciendo daño. Y por todos los Santos, ellos deben saber que realmente lo estoy intentando. Pero, simplemente, me cuesta.
Sturmhond se movió a su lado, viendo las olas golpear el costado del barco.
-Eres muy fuerte, posiblemente la mujer más fuerte que conozco -habló el corsario con una seriedad que no había visto Irina-. Tal vez no ahora, ni mañana, pero sé que un día, seguro que podrás pasar página al fin y ser feliz -finalizó con confianza.
Irina sonrió.
-Gracias por tus amables palabras, pirata.
Casi de forma instantánea, Sturmhond rodó los ojos.
-Corsario, es corsario. No sé cuántas veces tengo que decirlo -se quejó, logrando únicamente que Irina se riera y lo mirara con los ojos brillantes.
La mujer se alejó de donde estaban, pero antes de desaparecer bajo la proa para ir a su habitación, se giró para ver a Sturmhond.
-¿Viene a descansar, capitán, o se queda aquí?
El hombre sonrió, su antiguo enfado olvidado.
-Creo que me quedaré un rato más, señorita Mikhaylova.
Irina inclinó la cabeza a modo de despedida y desapareció de su vista.
X
A finales de la segunda semana, las islas del Paso de los Huesos aparecieron a la vista. Siguiendo las indicaciones de Mal, fueron a la isla de Jelka, que había dicho que sentía al azote marino allí.
Sturmhond reunió a su tripulación y los armó con armas de su propio diseño y creación.
-Iremos en silencio -ordenó antes de mirar a Alina-, y lo heriremos para que lo remates.
Pero la respuesta de la Invocadora sorprendió a todos.
-No voy a matarlo.
Hubo un momento de silencio antes de que Tamar interviniera.
-Debes matarlo para obtener su poder. Así funcionan.
-Con el ciervo no fue así. Puedo hacerlo sin matarlo.
-Tal vez sea pacífico como él, pero no podemos saber con certeza si pasará lo mismo -aconsejó Irina.
-Me quedo con lo que dices, preciosa -estuvo de acuerdo Sturmhond con un semblante serio. Ahora se dirigió a Alina-. No mandaré a mi gente a domar a una bestia con redes y educación.
-Para eso te he contratado, corsario -interrumpió la Invocadora del Sol-. Debemos capturarlo. Vivo.
No hubo más peleas porque llegó el segundo al mando de Sturmhond.
-Hemos llegado a la isla -anunció.
El corsario suspiró antes de dar una palmada con las manos.
-Vamos allá.
Y con eso, salieron fuera.
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Total Eclipse of the Heart [Shadow and Bone]
FanfictionDesde que el Hereje Negro creó la Sombra, en el Pequeño Palacio siempre han habido dos Invocadores de sombras para liderar a los Grisha. Sin embargo, sin que nadie lo supiera, estos dos tenían una visión muy diferente. Aleksander Morozova deseaba má...