Desde que el Hereje Negro creó la Sombra, en el Pequeño Palacio siempre han habido dos Invocadores de sombras para liderar a los Grisha. Sin embargo, sin que nadie lo supiera, estos dos tenían una visión muy diferente.
Aleksander Morozova deseaba má...
La niña de diez años no sabía cómo había llegado allí. Hacía apenas un momento estaba dentro del orfanato de Keramzin, jugando con Mal al escondite. Decidió ocultarse en el armario de la habitación vacía, pero al entrar, se encontró con un paisaje blanco por la nieve.
Hacía frío, sin embargo, su sorpresa y maravilla lograba que lo olvidara. Alina caminó por el bosque nevado. Era lo más hermoso que había visto en su vida.
Un escalofrío subió por su espalda. Ahora sí que notaba su ropa mojada. Movió sus manos intentando calentarse, entonces, una chispa apareció en sus manos, haciendo que se asustara y diera un pequeño salto.
Alina miró sus manos con cuidado, al moverlas de nuevo, una pequeña esfera de luz apareció. Nunca antes había pasado algo así, parecía un sol en miniatura.
La pequeña sonrió.
De repente, se escuchó pasos cerca de ella. Alina bajó las manos cuando vio a una mujer joven, de unos veinte años, salir de los árboles, cayendo en la nieve. Parecía haber estado corriendo sin parar.
Alina se acercó a ella, preocupada. Cuando la tocó, la mujer se apartó asustada, calmándose únicamente cuando vio que simplemente era ella. La vio de forma más detenida, tenía el pelo largo y negro, piel pálida y ojos grises.
Escucharon voces lejanas, gente gritando sin cesar.
La mujer alzó el brazo y las sombras de los árboles se movieron, ocultando el rastro que había dejado. Los ojos de Alina brillaron.
-Yo también puedo hacer eso -dijo mostrando sus manos, dejando que el pequeño sol volviera a aparecer.
Lejos de sorprenderse, la mujer desconocida palideció todavía más.
-No... si te ve no te dejará marchar -susurró asustada. Los gritos comenzaron a acercarse todavía más-. Escúchame, tienes que volver a tu casa. No le enseñes a nadie lo que puedes hacer. Escondete y...
-Pero he llegado al entrar dentro de un armario.
La mujer se detuvo. Algo parecido a la esperanza surgió en sus ojos.
-¿Puedes llevarme hasta allí? -preguntó en un susurro, como si no pudiera creerse lo que decía.
Alina asintió, queriendo ayudarla. Por suerte, pudo encontrar el camino de vuelta. La mujer sintió que estaba a punto de llorar de alegría.
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