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Zoe

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Zoe

Extrañé gritar, anhele el calor de las mantas al sentirme arropada, el frío y húmedo lugar cubrían mi anatomía, me sentía perdida y muy asustada, temía que este fuera el último día de mi vida, después que ordenara mi castigo, los días fueron pasando y sin perder la noción del tiempo transcurrieron dos difíciles días en los que no vi la luz. ¿Tan mal le sentó que le dijera que amaba a mi novio?

Quise entender que tal vez me mortificaba por el hecho de que la policía llegó a casa por mi culpa, pero no. Todo lo contrario. Se calmó de una manera tan mágica que yo misma estaba a punto de caer en ella, pero recordé que no podía ser nada de él y mucho menos por la manera que llegó a mi vida.

Sin embargo, quiero verlo, extraño sentirlo tan lejos y cerca a la vez. Por muy que el frío se esté llevando mi vida, este aparece en mis sueños, sus palabras donde me confesaba el motivo del porqué me retenían a su lado aún se escucha en mi mente y, ahora bien, ¿acaso él no provoca algo extraño en mí? Mentiría si dijera que no me gusta y como mi corazón late cuando percibo su calor.

¿Calor? Eso es lo que necesito ahora.

—Zoe— sentí la puerta abrirse y la voz de Ana me despierta por completo mientras mi cuerpo tirita de frío—. Vamos, hija, ayúdame y ponte de pie.

Hice el esfuerzo y subí como pude hasta mi habitación.

Ella cubrió mi cuerpo con muchas mantas y volví a quedarme dormida sobre el suave colchón.

—Lleva así desde que subió, señor— percibo una conversación, pero no puedo abrir los ojos.

—Está bien, márchate a casa, yo me ocupo.

La voz de Edgar se filtra por los odios y mi corazón osciló por oírla.

—Zoe— me llama.

—Tengo mucho frío— musité.

—Lo siento, ¿vale? Perdí el control y no debiste de estar ahí abajo.

—Siento que me voy a morir.

Sigo sin abrir los ojos.

—No digas eso— su mano acaricia mi rostro helado.

Minutos más tarde ya no percibo nada y vuelvo a quedarme profundamente dormida.

No sé cuánto tiempo pasó, no sé si estaba soñando, despierta o no, pero cuando por fin pude recuperarme del estado en el que estaba, me encontré con la mayor sorpresa de mi vida.

Así es, Edgar estaba dormido a mi lado, sin camiseta ni pantalón, abrazando mi cuerpo, el cual también estaba solo en ropa interior.

Examiné cada detalle de su perfecto y hermoso rostro. Sus ojos estaban cerrados y su respiración salía con tranquilidad. Sus manos me apretaban y me sentía perdida en un lugar donde no había nadie, excepto él y yo.

—¿Te sientes mejor? — su voz me asustó porque pensé que estaba profundamente dormido.

—Eh... yo... estoy mejor— aclaré mientras él abría lentamente sus preciosos ojos.

—¡Lo siento! — dijo sin soltarme—. Mi enfado llegó a mucho contigo.

No sabía qué decir.

—Tu calor me salvó la vida. Estamos en paz.

Al fin hablé y este mostró una suave y tierna sonrisa.

No quería que me soltara, me gustaba la manera en la que me tenía entre sus brazos.

—Jamás tuve que ser delicado con nadie, por eso contigo lo estoy haciendo mal.

Sonreí y él hizo lo mismo porque me causó gracia.

—¿Y ahora? — pregunté.

—Aprenderé a serlo, pero solo contigo. Eres la única que quiero que vea mi lado bueno.

Me gustaba la idea.

—¿Solo yo?

—Solo tú.

Si este hombre está dispuesto a no liberarme, al menos me gusta la idea de que no sea tan brusco conmigo. Tal vez cuando entienda que no seré suya jamás él me dejaría marchar, ¿no?

—Tengo hambre— dije para romper esa mirada que me dedicó y así también podamos levantarnos de la cama.

—Le pedí a Ana que se marchara, pero podría pedir algo a domicilio.

—Vale.

—Bien, si quieres bañarte mientras tanto.

Asentí y este abandonó mi cuerpo y se puso de pie.

Mis mejillas ardían al ver con todo detalle su anatomía, era bellísimo, excitante para mi mirada.

Él se dio cuenta de la manera que lo estaba observando y sonrió haciendo que bajara la mirada y la timidez me arropó.

—Nos vemos abajo— añadió y se marchó.

El agua caliente recorría mi piel mientras olía a perfume de Edgar, todo en mí llevaba su esencia y creo que me gustó que así fuera.

Ana se había encargado de comprarme ropa, a órdenes de Edgar, así que para cenar con él esta noche, opté por un pantalón cómodo y una camiseta básica.

—Cómoda— aclaré mirando al espejo.

El castigo había causado no en mí, sino en él, que me pidiera disculpas, que se preocupara y sobre todo tenía la corazonada que después de hoy no habría más lecciones ni castigos.

—Edgar— dije su nombre nada más bajar y verlo sentado en el sofá.

—Sí— su voz salió cálida.

—¿Por qué la policía te trató de esa manera? Ellos te llamaron <<inspector.>>

Este deja su celular y se acerca a mí poniéndose de pie.

—Es mejor que no sepas mucho— susurró apartando un mechón de mi pelo—. Lo digo por tu bien.

No comprendí.

—¿No tenías hambre? — señaló a la comida.

Moví la cabeza y este tomó mi mano para llevarme hasta la mesa.

—¡Buen provecho!

—¡Gracias!

Una sopa caliente bajó por mi garganta y estaba exquisita. Era comida gourmet, mientras comíamos nuestras miradas se conectaron entre ellas y estas se hablaron, y ¿saben lo que entendí? Paciencia, tenía que ser paciente con él para poder salvarme y liberarme.

 Era comida gourmet, mientras comíamos nuestras miradas se conectaron entre ellas y estas se hablaron, y ¿saben lo que entendí? Paciencia, tenía que ser paciente con él para poder salvarme y liberarme

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