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Edgar

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Edgar

El ardor del tequila recorre mi garganta quemándola a su paso, después de años sin probar algo como el tequila, ahora que estoy fuera y sentado en el sofá de mi casa, no dudé en perder el control de mis sentidos porque ver el lugar donde había creado todo con Zoe, fue lo peor que estaba llevando después de ser liberado.

—¡Bienvenido, jefe! — Zeus se hace presente y sonreí alzando otro vaso de tequila a su salud.

—¡A ti también, viejo amigo! — este sonríe.

—¿Celebrándolo solo? — asentí y tomó asiento a mi lado y se puso un vaso—. Hoy es un gran día, tenerte de regreso es para muchos el mejor día.

Lo miré y solté una gran carcajada llena de sarcasmo, un poco de amargura y cero diversiones.

—¿Para ella también es un gran día? — Zeus entendió de quién hablaba.

—Es difícil contestar a esa pregunta, pero siendo sincero, creo que después de haber pagado tu condena, ella debería sentirse aliviada.

—Ojalá— le acerqué la botella al ver que se la acabo.

—Estás cambiado— aclara Zeus mirando a mis nuevos tatuajes, los cuales son visibles para el ojo humano—. Aunque sigues sin perder tu rostro intimidante, pareces más un chico malo que un buen inspector, ahora sí que se podría decir que eres el rey de la mafia.

—Ya no voy a aparentar lo que no era. Después de ser inhabilitado de mi cargo de inspector, ahora solo me toca seguir siendo el rey de la mafia.

Zeus curvó sus labios.

—No hablemos de mí, sino de ti. ¿Qué se siente ser padre?

Vi como los ojos de Zeus brillaron.

—Es una sensación única, inigualable y no hay nada que se compare con ser padre de un ser tan pequeño.

—Tres años.

—Si, mi princesa tiene tres años.

—Me alegro por ti, amigo.

Me da un poco de ansiedad al recordar que varias veces le dejé claro a Zoe que ser padre no entraba en mis planes, pero ahora que siento como Zeus habla de ello es algo que le provoca a mi corazón alterarse por algo que jamás sucederá.

Flashback

—Tú— dije al ver a Claudia visitarme.

—Yo— muestra una sonrisa triunfante.

—No ganaste, jamás ganarás— le anuncié y ella se endureció al ver mi mirada tan clavada en ella.

—Tú eres igual o peor que yo, pero tu hermana es la perfección de lo perfecto, nunca serás como ella.

—A todo eso ahora siento paz, ¿y sabes por qué?, porque Zoe nunca te perdonará, ella jamás volverá a ser para ti lo que un día fuiste para mí.

—¿Y qué fui para ti?

—El primo que siempre amé en secreto, el primo del que me enamore. Mi madre estaba orgullosa de ti...— le interrumpo.

—¿Tu madre? ¿Está segura de que es tu madre? Que yo sepa no os parecéis en nada, mi tía, la que consideraba hermana de mi padre, ¿qué hizo esa mujer por ti?, aparte de abandonarte— finjo que pienso—. ¡Ah sí! Nada, te dejó como tu padre abandonó a Zoe en el vientre de su madre. Ves que sois tal para cual, pero con una gran diferencia, Zoe sigue siendo mejor que tú.

Vi como su piel se estremeció—. Si estás viva es por la generosidad de tu hermana, y no por mí. Zoe es y será la que se condenó por salvar a la que creía que era su amiga.

La hermana de mi padre fue la que me crio hasta cumplir la mayoría de edad, mientras ella tenía mi tutela, el hermano del comisario me adiestraba a ser quien soy, y a todo eso, Zoe no es mi prima, ella es hija de Richard y de otra mujer.

Y sobre Claudia, desde que empezó a crecer, se había ilusionado de que algún día íbamos a ser lo que pensó su inútil cabeza.

Y a eso es, porque se quiso vengar de mí, todo era un juego de ella, desde que mandó los agentes a mi casa, fingiendo ser la buena amiga hasta que, le mandó la carta de Richard a Zoe.

Una prima que más que eso es mi propio dolor de cabeza y creo que fue eso lo que me hizo querer acabar con ella al ver que Richard puso a Zoe como pago.

Fin del Flashback

—¿Qué sabes de Ana?

Como siempre a la espera de tus órdenes.

Vosotros dos siempre seréis en quien más confíe, a pesar de estar cuatro años sin ver a esta pobre mujer, estuvo apareciendo en mis sueños pidiéndome que la perdonara.

Zeus se tensó.

Ana es como una madre, ¿no?

Solo hace bien su trabajo.

Zeus deja de mirarme y se alza para dejarme solo, perdido en mi pena y a la deriva en mis pensamientos.

—La extraño— añadí antes de que esté desapareciera por la puerta.

—¿A quién? — me mira por encima de su hombro.

—A mi Zoe.

Y volví a quemarme la garganta con el tequila.

Y volví a quemarme la garganta con el tequila

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